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Sí, es necesario que los escolares repitan el año

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Desde hace más de 20 años, los padres y los hijos han vivido en un mismo espacio, pero no han conformado un hogar. Ello porque los padres (sin importar el status marital en que se encuentren) deben destinar gran parte de su tiempo a trabajar, lo que incluye el trayecto al lugar donde laboran, que ocupa en muchos casos más de 4 horas entre idas y vueltas. Y los hijos pasan mucho tiempo en esas guarderías estatales que es en lo que se han convertido las escuelas, lo que hace que el espacio de tiempo que comparten como familia sea, con suerte, los fines de semana. Y con suerte porque esos son los días en que los padres descansan de las jornadas laborales o se preparan para la semana siguiente. En el año, el tiempo que pasan padres e hijos se ha concentrado (y eso en ocasiones) en las vacaciones de verano.

Por lo cual, desde hace más de 20 años que los padres han incumplido, flagrantemente, su deber de educar.


Que un alumno, que ya no estaba en el nivel educativo que corresponde porque durante meses no tuvo clases, pase al siguiente nivel sin siquiera haber probado que al menos hizo los deberes que se le encargaron, no corresponde

En medio de polémicas baratas sobre lo “adultocéntrico” que ha sido el manejo de la pandemia del COVID-19, y el reiterado mensaje de “uf, pobres padres que tienen que entretener a sus hijos mientras hacen teletrabajo”, poco o nada se habla del hecho que, tras una década de manifestaciones estudiantiles, paros, tomas, y otro tipo de manifestaciones, que han hecho que toda la generación entre 2010 y 2020 sea una generación mediocre académicamente hablando, los padres tienen otra vez la oportunidad de realizar su labor. Sus hijos no pueden salir, ellos mismos no pueden salir, es el momento de poder dirigir los asuntos internos de la familia, libre de libre de interferencia coercitiva externa, que es la base de la autoridad paterna sobre los hijos.

Y, por fin, educarlos, o sea, formarlos integralmente y orientarlos.

El rol que hasta ahora han tenido los padres en ese derecho-deber ha sido nulo. Salvo contadas excepciones, la mayor parte de los padres (sin importar el nivel socioeconómico), se limitan a inscribir a los hijos en un colegio y, luego, inscribirse en el chat para criticar a los profesores. ¿Saben qué materias están teniendo sus hijos? No. ¿Saben cuál es el enfoque sobre ciertos temas que toma el colegio? No. Todo lo que hacen los padres por educar a sus hijos se limita a inscribirlos en un colegio, y ni siquiera se preocupan de ser coherentes, porque hay muchos padres ateos que han inscrito a sus hijos en colegios católicos porque “le va bien en la PSU”.

Y eso se nota dramáticamente cuando esos hijos entran en la universidad. Todo lo que saben es que debían ingresar. ¿A qué carrera? No lo tienen claro. ¿Saben que deben estudiar? No. ¿Saben cuáles son sus propias capacidades? No.

¿La culpa de este desastre es del Estado? No, porque es deber de los padres preocuparse de todo eso. Pero tras años de marcha y chillidos que solo han mostrado ser ruido molesto, la idea que se ha instalado, y que es errada, es que el Estado es el gran culpable de que los jóvenes fracasen al momento de ingresar a la universidad, que se sientan frustrados porque escogieron mal sus carreras, y que repitan un ramo una y otra vez. Les fue mal porque el Estado impuso el SIMCE, les fue mal porque el Estado no le da recursos a tal o cual colegio, les fue mal porque el Estado blablablá. Ahora culparan al hecho que no haya acceso a internet el que no sean capaces de comprender una simple noticia.

No hay intención de asumir que el problema se arrastra tranquilamente desde hace más de 20 años, desde que los padres se concentraron en sus labores como proveedores y dejaron la responsabilidad de educar (en todos los sentidos) a sus hijos en el colegio y, sobre todo, en los profesores, que se encontraron con 40 alumnos por sala que ni siquiera saben lo que es respetar a las demás personas.

Fue por la negligencia atroz de los padres ante su deber de educadores que la figura del profesor ha ido mermando dramáticamente hasta ser lo que es ahora: un monigote, una  figura anticuada, que se limita a obligar al pobre niño a memorizar, que no comprende lo que quieren los jóvenes, que son tan inteligentes, por favor, la generación de la Tablet. Eso no se corresponde con las imposiciones que se le han atribuido: el profesor debe preocuparse de instruir, pero también del estado mental de los chicos, de su salud, de su alimentación, de su comportamiento… Porque es el profesor, tiene que educar. Si un alumno fracasa en un ramo es el profesor el que tiene que explicar por qué eso ocurrió, en una reunión con otros docentes y con el director, que estará más preocupado de ver como ese alumno pasa de curso no porque le importe si el niñito se trauma o no, sino porque el alumno que repite tiene un efecto negativo en la subvención. No son los padres ni es el alumno los que tienen que dar explicaciones incluso cuando estudiantes abandonan su educación: el profesor es responsable de todo, y más todavía de las pésimas decisiones que toman los padres y los estudiantes.

El profesor tiene que soportar a los alumnos que lo amenazan de muerte, agresiones, ofensas, conflictos laborales, puñetazos de padres, y un largo etc. de problemas de los que los padres se desentienden totalmente. ¿Alguno de los padres cuyos hijos encabezan paros y tomas en colegios, les importó el efecto de eso en los profesores? Ellos también tienen hijos, tienen familia, pero eso poco o nada les importa cuando incluso rocían con bencina a profesores. Los alumnos tienen demandas, hay que escucharlas, solo las de ellos. Cuando un profesor logra, con mucho esfuerzo, que el alumno que lo agredió sea al menos sancionado, los padres recurren a tribunales, porque “se afecta su derecho a educarse”. ¿Les importa la integridad física y síquica del profesor? Cuando los alumnos cometen actos vandálicos la culpa es del profesor. ¿Dónde estaba el profesor cuando paso tal cosa? Alumnos se drogan en colegios, alumnos han violado a compañeros en colegios, alumnos han agredido a compañeros, alumnos han amenazado e incluso inducido al suicidio de compañeros. Y los padres culpan al profesor. ¿Cómo no sabía que su hijito era víctima de algo? Tal vez no lo sabía porque tenía que ocuparse de otros 39 o de otros 200. Los padres no ven que su hijo consume drogas, no ven que su hijo es un abusador que atormenta a otros compañeros, pero sí lo tiene que ver el profesor. Esa labor de “vigilancia”, que es deber de los padres, es lo peor que le ha caído encima a los profesores y es la causa de que muchos abandonen la docencia en menos de 10 años de labores.

El menosprecio de los padres hacia la labor del profesor es patente cuando tienen un micrófono para hablar, porque están convencidos que el profesor se limita a pararse frente a los estudiantes a decir cosas y que si el alumno no aprende es porque el profesor no sabe expresarse bien, porque el profesor no ve que su hijo es tan especial y particular (la regla de la excepción, que ha sido tan tóxica en el sistema educativo). Cuando el alumno va bien, es por su mérito, pero cuando va mal en clases, es por culpa del profesor. ¿Han visto algún padre preocupado por el hecho de que las horas no lectivas de un profesor para planificar clases son irrisorias? ¿Qué además de dictar clases los profesores tienen tareas administrativas que deberían realizar en el colegio, pero que no pueden porque sencillamente es imposible, por lo que deben dedicar horas personales para ello, sin ninguna retribución?

Y el hecho es que cuando la situación vuelva a la normalidad (o a lo que sea), será el infierno para los profesores. Papito, mamita: ¿qué tal les va enseñando a su único hijito? ¿O a sus únicos tres hijitos? No muy bien ¿verdad? En realidad, deben estar desesperados porque se abran los colegios ¿verdad? No es solo que los padres ignoren ciertas materias. En la gran mayoría de los casos tienen el libro del estudiante para chequear las materias y podrían hacer lo que hacen los profesores: estar a altas horas de la noche preparando la clase para el día siguiente. No lo están haciendo ¿verdad? Porque en estos días, que papá y mamá tienen a su niñito en su casa todo el día, desde hace semanas, muchos han mantenido a su hijo viendo películas, para que no los molesten mientras teletrabajan. Y los que se han preocupado de que estudien, deben haber descubierto ahora, porque en años no les importó saberlo, que resulta que su hijito no tiene hábito de estudio. Así que cuando intentaron que su hijo se sentara a estudiar, vieron, por primera vez, que no sabe hacerlo. Su hijito no se sienta, su hijito no para de hablar, su hijito no le escucha, su hijito le grita que no hará las tareas porque no le da la gana, su hijito molesta a sus otros hermanos, su hijito adolescente no para de chatear incluso cuando le exige que haga sus deberes. Y mientras algunos padres están imponiéndoles un hábito de estudio a sus hijos (buena suerte con el adolescente, los hábitos de estudio se gestan en los primeros años de la básica), otros rezan para que abran los colegios y sus hijos vuelvan a ser problema de los profesores.

La obligación y el derecho del Estado de promover el bien del individuo (en este caso, los hijos) va dirigida a ayudar a los padres a cumplir sus responsabilidades. ¿Cuál en este caso? De ver qué les pasa a sus hijos, de enseñarles hábitos de estudio, de preocuparse por sus problemas. Eso no está pasando desde hace décadas. Lo peor es el enfoque con respecto a la situación actual: se plantea que durante este año escolar, ningún alumno repita, para que no se ponga en riesgo las trayectorias escolares de los estudiantes. Muchos padres están excesivamente preocupados de que su hijo no repita el año, que pase de 4º a 5º, no si lo que se le ha enseñado lo ha entendido. Sería una medida sensata, si durante los años anteriores a esta crisis no hubiera habido tanto paro y toma y manifestación que ya había entorpecido la actividad escolar. Pero eso fue exactamente lo que ocurrió, por lo cual el que un alumno, que ya no estaba en el nivel educativo que corresponde porque durante meses no tuvo clases, pase al siguiente nivel sin siquiera haber probado que al menos hizo los deberes que se le encargaron, no corresponde. Más encima sabiendo que ese alumno, cuando vuelva a clases, lo hará con la prepotencia y arrogancia que se ha hecho habitual en estos años exigiendo a los profesores que le enseñen todo lo que no quiso aprender durante la cuarentena, no habiendo repasado nada porque no era su responsabilidad, y ni siquiera escribirá bien su nombre. Luego, ese mismo chico es el que marchará gritando que tiene derecho a ser médico.

Ante la situación: ¿es mejor que sí repitan el año? Sí. Eso es lo que corresponde. ¿Qué es agradable? No, definitivamente no lo es. Pero no se está viendo la oportunidad que es esta epidemia: la oportunidad de corregir las deficiencias educacionales de los alumnos. 80% de la población chilena se ubica en los dos niveles inferiores de competencias básicas. Más del 50% de los estudiantes son analfabetos funcionales. 60% de los alumnos estudia 10 horas o menos a la semana fuera de clases. 46% no realiza nunca preguntas en clases. Muchos alumnos no leen ni escriben acorde con el nivel en que se encuentran escolarizados. ¿Qué no es justo para los alumnos y padres que se preocupan por educar a sus hijos? No, no lo es. Pero todos sufrimos los efectos de las personas mal formadas.

Tenemos dos generaciones de personitas que no son capaces de leer un libro. Ni uno, ni siquiera Papelucho. Esas personitas son las mismas que luego serán profesores, o serán abogados, o serán médicos o serán… sí, serán diputados o alcaldes o ministros. Pues como sociedad no podemos permitirnos seguir tolerando esto. En vez de preocuparse por la autoestima de los estudiantes y de victimizarlos, o forzarlos a aprender cosas que no comprenden porque no entendieron nada de lo anterior, este era el momento de hacer un alto y repasar. Gramática básica, aritmética básica, educación cívica (qué falta hace enseñarles a vivir en sociedad a estos jóvenes). O sea, sí, es hora que repitan el año. Y que los padres, por fin, eduquen a sus hijos. Así los profesores podrán hacer su labor: instruir. Eso sí sería una novedad.

TAGS: #AñoEscolar #Coronavirus #DesafíosDeLaEducación

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Comentarios

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Felipe Nicolas

23 de julio

Sólo quiero agradecer a la columnista. Es un golpe certero justo en el clavo de lo que es hoy la «educación formal», es decir, el colegio.

26 de agosto

Creo que hay que ser cuidadosos con algunas afirmaciones. Si bien en algunas apreciaciones estoy de acuerdo, en otras hace falta un mayor rigor epistemológico y pedagógico por sobre todo. El acto de promoción o de repitencia no es tan sólo considerar elementos curriculares, evaluativos, de aprendizaje duro y comprobable. Por cierto, estoy de acuerdo con lo del rol de los padres, pero hay un elemento que se debe considerar hoy por hoy; lo inédito de la situación actual para la gran mayoría de nosotros como humanidad (excepto que existan muchas personas de más de 95 años por ahí) El gran porcentaje de la humanidad no ha vivido una situación similar, quizás la segunda guerra cuando niños los de 75 y más. Entonces, no es tan sólo que los chicos no hayan visto tales o cuales contenidos, adquirido ciertos aprendizajes o realizado ciertas tareas, deberes y estos hayan sido evaluados y medido para determinar si fueron asimilados. La promoción no debiera significar retraso, puesto que los contenidos son la excusa y se pueden volver a revisar. La gracia de retomar las clases y de volver a la escuela, debiera estar centrada en cambiar las antiguas prácticas y comenzar a desarrollar habilidades y competencias.

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