Siempre he creído en la educación pública. Estudié en una escuela rural, en un liceo y en una universidad pública en mi región. Mi vida profesional ha transcurrido desde la sala de clases a las instancias de diseño e implementación de políticas educativas. He sido parte y testigo de los esfuerzos por dotar de una educación de calidad que permita a los niños y jóvenes más modestos creer en que es posible salir de los círculos de privaciones sociales y no solo soñar con un mundo mejor, sino que también ser protagonistas en la construcción de una sociedad de mayor bienestar social, común para todos. Trayectoria colmada de entusiasmos y satisfacciones, pero también de tensiones y frustraciones.
Sin embargo, estudiar y trabajar en la educación pública me ha permitido darle a lo público un significado más profundo que el eslogan con que se suele investir a la educación en los discursos y ceremoniales a los cuales nos acostumbra nuestro sistema educacional. La educación es pública porque promueve la formación en una concepción democrática cuyo objetivo es el bien común; pero también lo es porque se constituye desde el interés de todos, desde la demanda social que permite el fortalecimiento y desarrollo de las instituciones democráticas. Ni el bien común ni el interés general deben entenderse como la suma de los intereses particulares, sino que desde la aspiración por la igualdad sustantiva que permita tener las mismas oportunidades para contribuir al bienestar general de todos.La educación es pública porque promueve la formación en una concepción democrática cuyo objetivo es el bien común; pero también lo es porque se constituye desde el interés de todos, desde la demanda social que permite el fortalecimiento y desarrollo de las instituciones democráticas
Los discursos del desdén por lo público han afectado a todas las instituciones estatales y las escuelas no han sido la excepción, la denostación por su ineficiencia y mal uso de los recursos que les confían, sobre la ineficacia en el logro de los objetivos que se esperan de ellas, sobre la falta de desafíos que movilicen las fuerzas positivas que se encuentran en su interior como la incapacidad para responder a los retos o demandas de la sociedad moderna, han sido demoledores. Con ello no solo se ha destruido cualquier posibilidad de enfrentar la fragmentación cultural de nuestra nación, sino que ha fortalecido la incapacidad para dotar a la educación pública de un propósito de justicia social, legitimando la opción de que lo público es solo para los necesitados, para quienes no tienen posibilidades de comprar el servicio en el gran mercado educacional. Con ello, se daña la labor de los docentes que de manera insistente les señalan a sus estudiantes y trasmiten en sus comunidades que solo la educación puede construir una sociedad mejor, con mayores niveles de equidad sino de igualdad, pero sobre todo, dañan el ideal democrático de la construcción de una sociedad de iguales donde todos podemos concurrir a la formación de la idea de comunidad nacional.
La prensa los últimos días nos ha traído nuevamente el drama que están sufriendo docentes en diferentes lugares del país al no percibir sus remuneraciones completas o de manera oportuna. Esto que se constituye en una angustia para los docentes, transita ante la indiferencia de la población, ante la desesperanza de los administradores y directivos, y lo que es peor, ante la indolencia de las autoridades. La educación pública no es prioridad, lo público no conmueve ni moviliza lo suficiente como para generar compromisos que aseguren sustentabilidad. Ni soñar con posibilidades de desarrollo profesional en espacios tan deteriorados, pero sobre todo, nos preguntamos ¿cómo se puede aspirar a que las nuevas generaciones de jóvenes que por estos días están egresando de la educación media mediten, coloquen entre sus alternativas y luego opten por estudiar una carrera pedagógica?
Estudiar pedagogía en tiempos depreciados para la educación pública es un reto enorme para nuestro país. Los reiterados anuncios de futuros déficits de docentes para los próximos años y la no existencia de iniciativas políticas para enfrentar este problema, nos hacen preguntarnos ¿podremos imaginar un futuro más esperanzador para la educación pública?
Chile necesita profesores; tenemos que hacer todos los esfuerzos que estén a nuestro alcance hoy, para tener más y mejores profesores mañana. Una nueva arquitectura o institucionalidad es totalmente insuficiente si simultáneamente no se construye entre todos una imagen pública que se ancle en una visión sobre la igualdad social y que sea capaz de desafiar las políticas educativas actuales, las globales y las nacionales signadas por la estandarización, que reducen el currículo, la enseñanza, los aprendizajes, los sueños y la propia educación, pero especialmente, la educación pública.
Comentarios
08 de noviembre
Una reflexión que nos interpela y moviliza si queremos una sociedad más justa y con oportunidades para todos y todas.
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08 de noviembre
Efectivamente, gracias Cecilia
09 de noviembre
Carlos, la educación pública quiso ser exterminada por la dictadura y no lo consiguió. Luego vino el que lucra con la educación y la convirtió en un bien de consumo, y sin embargo la educación pública resilente, resistente y vigente, permanece y permanecerá en Chile. El proceso de su crecimiento es en espiral, siempre elevandose hacia un estadio más alto. Esto no está al alcance del entendimiento del corto placista profitador mercanchifle de la educación.
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09 de noviembre
Gracias por tu comentario Gonzalo. Efectivamente, eso ha ocurrido con la educación pública, pero que hay que colocar un impulso sistémico, que apure el tranco de recuperación y mejorar los factores de asociados, como el reclutamiento, formación y retención de nuevos docentes. o nos quedaremos solos, las escuelas sin docentes.
10 de noviembre
La educación pública, entendida como uniforme, «que aspira a igualdad sustantiva», creadora de una «sociedad de iguales» es una idea antediluviana, pero mantenida actualmente por un grupo político que se nutre de eso.
Pero los ciudadanos, cada vez mas globales, no aspiran a eso por lo que buscan alternativas, al revés, diferenciadoras, pero en el ambito de lo público; es decir, el Estado reconoce que lo intereses son diversos y apoya las iniciativas educacionales diversas. Esto particularmente se ha visto en los paises escandinavos, donde se ha pasado al vilpiendiado-neoliberal subsidio a la demanda. Es decir, una familia que quiere una educación judía, tiene un cheque escolar; si quiere una educación antroposófica, tiene un cheque; etc. Por lo tanto estas sociedades se coinciben a si mismas como tolerantes a las desigualdades formativas, no creando «sociedades de iguales» sino que , en esa diversidad, todos se reconozcan como ciudadanos y contribuyan a la sociedad, con esfuerzos, creatividad, impuestos, etc. En suma, NO hay una rajatabla educacional para todos, sino que una customización de acorde a cada familia y alumno.
En todo caso, no puede pasar que una empresa u organización no pague a tiempo y forma a sus trabajadores; esa es una de las incoherencias del Estado como empleador.
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10 de noviembre
Arturo
La aspiración por la igualdad de oportunidades sería una ilusión si no se aseguran igualdades básicas (incluso para competir) que habiliten para contribuir como iguales a la misma sociedad. La diversidad de proyectos educacionales no es un obstáculo a la aspiración de una igualdad de actores ciudadanos en una sociedad democrática. La opción de la escuela y de la educación pública no es contraria a la diversidad, pero se afirma en la esperanza de reducir la reproducción de la desigualdad, es ajena a la exclusión. Se funda en una larga tradición de intelectuales desde Dewey a Giroux, McIntyre, Beyer, Apple, Schultz, entre otros, de quienes no se pude decir que se nutran ni promuevan una concepción antediluviana de la educación. Teorías del capital humano, que se traslucen de vuestro comentario, no han dado respuesta a las demandas contemporáneas más allá de fortalecer la estrategia de creación de capacidades para un supuesto mercado laboral que tratará a todos por igual, sino que lo peor aún, es que dicha concepción ha deteriorado las instituciones, su desarrollo y la convivencia democrática, el más claro ejemplo es el surgimiento del populismo que se fortalece en la aspiración de la seguridad y el éxito individual, cuna para el caudillismo, peligro para la convivencia humana. Comprar en el mercado la escolaridad y las credenciales profesionales sin un sentido de pertenencia a un destino común, es fortalecer el egoísmo social.
Gracias por tu comentario, saludos
11 de noviembre
Las naciones crecen cuando la primera preocupación del Estado es formar el capital humano que producirá los cambios necesarios para un desarrollo sustentable para el país. La educación publica donde se educa la gran parte del país se desintegra, no hay gobierno que la salve , le de sentido y esperanza de futuro a miles niños y jóvenes . Si pretendemos construir una nación grande y desarrollada no puede estar en el olvido la educación pública .
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01 de agosto
Gracias Carola, en ese sentido hay que trabajar. Los países que lo han entendido, han mejorado su bienestar considerablemente. Saludos
01 de agosto
La educación publica es la única oportunidad de la movilidad social de la clase mas vulnerable . Las familias que provienen de estratos sociales medios y bajos su mejor opción para salir del rezago económico es educar a las siguientes generaciones y la opción es la educación pública . Como nación inteligente educar a nuestras generaciones es un catalizador contra la disminución de la pobreza y un capital social y cultural para mejorar el acceso al trabajo y las oportunidades en la vida.
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01 de agosto
Muy de acuerdo contigo Natalia. Es la mejor herencia para nuestros hijos e hijas, la mejor inversión, la de mayores retornos económicos y beneficios sociales. Gracias por tu comentario.