No se trata de instrumentalizar a los jóvenes para movilizarlos a una posición política determinada. Todo lo contrario. Se trata de que nosotros nos hagamos cargo de la responsabilidad de enseñar a los jóvenes la posibilidad de construir libre, pacífica y democráticamente un mejor país en el futuro.
Hoy más que nunca necesitamos, en cuanto sociedad democrática, discutir sobre los mecanismos de formación ciudadana y educación cívica de que disponemos en función de tres situaciones —entre muchas otras— que nos obligan con urgencia a rescatar este tema del olvido: 1) la voluntariedad del voto y sus funestos resultados en la participación, lo cual da cuenta, al menos en un análisis somero, de la incapacidad de la oferta política de cautivar al electorado; 2) la existencia de un nuevo dispositivo para la configuración del panorama de una campaña determinada: las primarias, las cuales implican un esfuerzo para los candidatos en convocar desde tempranoa sus potenciales votantes; y 3) la elección de los consejeros regionales, cuya función está, como dice su nombre, en íntima relación con los asuntos territoriales.
Si bien la formación ciudadana, encarnada teóricamente en la educación cívica en los contenidos curriculares, comprende un conjunto amplio deconocimientos y aptitudes que pueden abarcar desde la protección y cultura de los derechos humanos, hasta la importancia de la nacionalidad (dependiendo, claro, del gobierno de turno y el pacto social que se viva en el país), quisiera concentrar esta opinión en la importancia que tiene para la valoración de la democracia electoral, considerando el punto expuesto en el párrafo anterior.
El momento por el que está pasando la sociedad chilena, especialmente sus estudiantes, es un caldo de cultivo perfecto para laconstrucción de un pensamiento crítico que permita desarrollar, conforme a las tres situaciones expuestas anteriormente, una valoración del ejercicio del voto, una propensión a la comprensión del proceso de campaña que permita exigira sus candidatos asuntos relacionados con su entorno inmediato y su visión de país, y una relación con el territorio que amilane los intentos siempre centralistas de nuestra política local.
En Chile, el sistema educativo se aleja bastante del objetivo de la conformación de un ciudadano reflexivo y comprometido con la participación democrática. Eso se puede ver en tres fenómenos: la existencia de la institución del consejo de curso, que en muchos casos se remite solamente a asuntos triviales del grupo de alumnos y no reflexiona sobre las dinámicas locales y nacionales, con el objetivo de ayudar a los estudiantes a formarse una opinión; la clase de Historia y Ciencias Sociales, que también tiene la potencia teórica de formular un espacio de construcción social de la realidad política, muchas veces es mellada por la preeminencia de elementos que prefieren dar el énfasis en lo meramente descriptivo, esto es, en la consecución de datos y fechas, y abandonando la naturaleza crítica del estudio de la historia reciente; y la débil comunicación institucional entre los estudiantes y la construcción del espacio escolar, lo que les quita la posibilidad de ejercitar el proceso de consenso y negociación tan propio de la participación democrática.
Esta columna no pretende imponer una visión, sino comenzaruna discusión. No se trata de instrumentalizar a los jóvenes para movilizarlos a una posición política determinada. Todo lo contrario. Se trata de que nosotros nos hagamos cargo de la responsabilidad de enseñar a los jóvenes la posibilidad de construir libre, pacífica y democráticamente un mejor país en el futuro.
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