El tiempo pasa inexorable y como todo en la vida, lo que comienza, termina.
El período de vacaciones está terminando. Es parte del proceso de contrastes que ocurre de manera permanente.
Día, noche; luz, sombra; silencio, sonido; trabajo, descanso. Y así , cada uno de estos contrastes nos permite disfrutar con intensidad la presencia o ausencia del otro. Este momento del año no es más que eso: terminar con el período de descanso para iniciar el de trabajo. Pero pareciera que nos empeñamos en hacer de esta etapa un período negro, especialmente el inicio del período escolar.
Los medios de comunicación están inundados por notas y reportajes sobre listas de útiles y uniformes, y publicidad en la que nadie quiere que empiece el período de clases.Creo que no sería mala idea, tratar de recobrar el valor real de lo que ocurre (o debería ocurrir) en la escuela: Aprender con alegría.
Sobre las listas, me hago muchas preguntas. También recuerdo haber discutido mucho sobre ellas cuando hacía clases. Me llama la atención que sea obligación que los niños lleguen a las escuelas con los útiles en los primeros días de marzo, con una cantidad y diversidad de materiales, que serán utilizados gradualmente en los próximos nueve meses de clases (aparte de muchas preguntas que me hago acerca de su verdadera utilidad y del valor didáctico de muchos de ellos).
Sobre los uniformes, nada que decir, los niños y las niñas han crecido, y los del año anterior no sirven, pero eso no significa que la renovación se convierta en una competencia de acuerdo a “la última tendencia” en moda escolar.
Lo que quisiera ver, y es posible que sea, como en muchas cosas parte de mis sueños de cambio, es que los medios, y también las personas, pusieran el énfasis en el verdadero significado del período que se inicia.
El nuevo año lectivo es recomenzar con una nueva etapa de crecimiento, experiencias, oportunidades para encontrarse con los compañeros y compañeras para compartir vivencias y emociones, para descubrir cosas nuevas, para conocer nuevas personas, para hacerse nuevas preguntas y, lo mejor encontrar nuevas respuestas, para crear, imaginar, disfrutar.
El nuevo año escolar debería ser la posibilidad de reanudar “la fiesta de aprender”.
La fiesta de aprender en la que hay una comunidad, profesores y estudiantes, que construyen en conjunto nuevos conocimientos, en que los desafíos son las propias metas de superación.
Una fiesta de aprender en la que los profesores y las instituciones educativas debemos estar a la altura de los tiempos y de las necesidades de los alumnos, innovando, generando nuevos espacios y compartiendo profesionalmente.
Una fiesta de aprender a la que todos los que quieran puedan asistir, para pasarlo bien, para disfrutar, como deben ser las fiestas.
No recuerdo desde cuándo, pero parece que hace ya un tiempo largo, este período del año se transforma en una campaña por aterrorizarnos, a los padres, los profesores y los niños, acerca del año escolar que se avecina.
Creo que no sería mala idea, tratar de recobrar el valor real de lo que ocurre (o debería ocurrir) en la escuela: Aprender con alegría.
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