#Educación

¿Qué pasó con la agenda de los estudiantes?

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A tres años de iniciado el histórico movimiento estudiantil que remeció a Chile, el panorama nacional y local llama a la autocrítica. Durante este año, el primero del gobierno de la Nueva Mayoría, hemos podido darnos cuenta, de forma lamentable, cómo las conducciones tanto de las vocerías de la CONFECH como de la presidencia de la Universidad de Santiago (USACH), han perdido claridad política, su capacidad de iniciativa y de articulación. En un proceso que desde fines del año 2011 ha mantenido al movimiento estudiantil resistiendo a partir de los frutos de lo sembrado ese mismo año, no hemos sido capaces de generar nuevos procesos de acumulación, ante un evidente repliegue y desgaste del mismo. Este año, en particular, se ha avanzado sin una política clara y manteniendo una posición ambigua ante el gobierno y la ciudadanía, siendo incapaces de sintetizar las demandas del movimiento en un proyecto educativo claro.

De forma contraria a la radicalidad y apelación a las bases, sustancia principal desprendida de los discursos de aquellos dirigentes electos hoy como representantes, resulta lamentable el hecho de que esa lectura de la realidad no se haya traducido en acciones que generaran masividad en las asambleas o aportaran en el enriquecimiento del debate político de nuestros compañeros, si no que más bien se haya desarrollado una suerte de aislamiento y marginalidad política. Los grandes diagnósticos que acusaban a las conducciones anteriores de los errores del movimiento estudiantil y los proyectos sobre el poder estudiantil perfilados como la única solución para sacarnos de la despolitización, han quedado en nada al constatar, luego de otro año, la realidad de una inmovilidad política, una baja participación y un desentendimiento por parte de los estudiantes del debate nacional sobre educación, todo esto en un momento donde nuestra participación e incidencia se hace absolutamente necesaria y donde existe la voluntad de parte de otros actores por conformar  referentes que impulsen reformas a favor de lo que los movimientos sociales han planteado, como es el presente caso de la Mesa Social por la Educación.

En esta dirección resulta una necesidad que como estudiantes veamos por dónde han avanzado otros actores en función de darle dinamismo a sus demandas y al movimiento mismo. El caso de la Agenda Corta del Colegio de Profesores,  la que involucró un importante  proceso de participación y agitación, es un elemento que deberíamos evaluar. Una iniciativa democrática que intentó generar soluciones en lo inmediato a algunas demandas históricas y otras urgentes, pero que en ningún caso significaba abandonar una disputa que resulta más compleja y que no le pertenece sólo a los profesores, sino que más bien a todos. Volviendo a nuestro caso, el de los estudiantes, el hecho de comprometer a los distintos sectores políticos en materializar demandas relevantes en lo inmediato, como el congelamiento de aranceles, el cambio de los estatutos orgánicos, entre otras demandas, nos permitiría reanimar el debate y el interés de nuestros compañeros en esta coyuntura, necesidad frente a los desafíos que acompañan este segundo semestre, momento en que necesariamente se plantea la necesidad de una mejor conducción.

Sobre este último aspecto, el debate al interior de la CONFECH durante este año se ha estancado en responder a los aspectos administrativos que el gobierno ha dejado entrever sobre la reforma, de manera reactiva y no propositiva o lectiva.  No ha sido capaz de concretar propuestas para un modelo de educación superior que se centre en la calidad y en la recuperación y fortalecimiento de la educación pública. En este escenario puede resultar complejo el hecho de que algunos sectores crean que la Reforma ya está ganada o es un hecho que va a cursar, faltando sólo una radicalización en las propuestas que en ella se encuentran. El problema de esta pasividad y postura de expectación, es que ha dado espacio a la irrupción de la maquinaria de la derecha, quien no sólo ha estado disputando dentro de los espacios de la política tradicional, sino que hoy da cuenta de una capacidad de movilizar familias; muchas de ellas que seguramente hace tres años el día 4 de agosto caceroleaban en apoyo a las demandas del movimiento estudiantil, hoy marchan a favor de los colegios subvencionados. La derecha está intentando calar con una campaña del terror a partir de falsedades, con un discurso clasista que sólo genera mayor desigualdad. Sin embargo, el terror logró atemorizar a padres y madres. Los estudiantes debemos acercarnos a ellos, a las casas, a las calles, los estudiantes debemos sentir la responsabilidad de no sólo convocarnos a nosotros mismos, sino que a todos quienes afecta el hecho de que no se logre avanzar en materia de educación.

En el caso de las conducciones hacia el interior del movimiento resulta preocupante evidenciar el abandono del debate que se produce. Mientras este año se discutieron temáticas tan relevantes como el fin al subcontrato, las asambleas no lograron convocar a gente para desarrollar las discusiones. Asimismo, espacios como los Ampliados o Plenos de las federaciones se han realizado con un mínimo de carreras que no logran acercarse a los números de hace algunos años.

La participación se construye, no se espera. Pero ella se construye en base a una planificación política seria y aterrizada, no una que esté ahí por cumplir y repetir. Un movimiento masivo y cohesionado es un movimiento más empoderado, porque se nutre de fuerza, respaldo y certeza.

En el ámbito local, las Federaciones y conducciones que vienen tendrán la tarea de devolverle a las universidades su rol como actor de relevancia nacional, pero más importante aún deberán ser capaces de potenciar la discusión dentro de las mismas, unificando actores y sobre todo haciendo parte a todos los estudiantes del debate de la Reforma Educacional, a través de instancias participativas y donde logremos elevar el debate, darle más contenido, más peso. De esta forma, el énfasis más que en la retórica y el discurso que se ha hecho tan característico este último tiempo a través de los mismos medios que señalan con odiosidad, el discurso debe ir acompañado de acciones que materialicen para nuestros compañeros, nuestras familias y la ciudadanía en general, un movimiento vivo que anhela lo que es justo y legítimo, una educación que entregue conocimiento, oportunidades, libertad. Debemos recuperar al movimiento estudiantil como un actor empapado de los intereses del estudiantado, un actor ampliamente participativo y, junto con ello, romper con la anomia de quedarse sentado esperando que llegue la participación. La participación  se construye, no se espera. Pero ella se construye en base a una planificación política seria y aterrizada, no una que esté ahí por cumplir y repetir. Un movimiento masivo y cohesionado es un movimiento más empoderado, porque se nutre de fuerza, respaldo y certeza.

Debemos comenzar a evaluar los errores que hemos cometido a partir de una crítica constructiva. Esto nos permitirá comenzar a plantear los desafíos que como actores de la educación debemos entender. Debemos estar a la altura de los escenarios que se aproximan, los desafíos venideros tienen una importancia mayúscula. Esto significa asumir una responsabilidad mayor y estar preparados para enfrentar con altura de miras lo que se proyecta a partir de ahora, ya que lo que en este momento se discuta, así como el rol que asumamos como movimiento, afectará a  las próximas generaciones por mucho tiempo. Lo que se encuentra en juego ahora tiene que ver con  la posibilidad de cambiar los pilares fundamentales de un modelo del que ya hemos entendido es incapaz de asegurar niveles de justicia mínimos, así como la felicidad de todos. Hoy más que nunca se tiene el deber de dignificar la lucha estudiantil, tensionar la reforma educacional y aportar en la construcción de una nueva educación para todas y todos, para nuestro pueblo.

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Marcial Lara Flores

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Luis Santibañez

Hace pocas semanas un concejal comunista realizó la misma crítica pero centrado en la Fech. Tenía razón, no obstante no se puede medir un reflujo o no es un indicador apropiado para hacerlo una coyuntura, porque el estado de desarticulación del movimiento estudiantil responde a las condiciones del periodo en tanto desorganización, despolitización y debilidad ideológica, las que afectan a la propia izquierda. Cuando las JJCC encabezaron decenas de federaciones en Chile las universidades no estaban más activas, salvo una que otra agregación episódica y descontinuada. Por último, es al menos discutible afirmar que las tareas de los estudiantes son las de influir en el debate y diseño de las políticas públicas y aunque entiendo que sea esa la línea del PC (que la respeto pero no la comparto) hay que mirar lo que pasa con el Colegio de Profesores, donde la representación formal históricamente la han tenido los comunistas y aun asi, incluso siendo parte del gobierno, no les alcanzó para tendenciar una votación favorable a la agenda corta. Queda claro que los argumentos legalistas sobre quien detenta la representación para explicar el comportamiento del movimiento de masas, son insuficientes cuando se piensa en conducir y construir y no solo conformarse con dirigir a través de los procesos electorales, que ha sido el gran error de buena parte de la izquierda chilena.

emunozin

emunozin

Hoy más que nunca se tiene el deber de dignificar la lucha estudiantil, tensionar la reforma educacional y aportar en la construcción de una nueva educación para todas y todos, para nuestro pueblo.

Alberto Varas

El movimiento estudiantil lleva al menos 8 años de movilizaciones constantes y como cualquier otro movimiento social experimenta un desgaste (mas aun cuando no existe mov obrero organizado u otro sector que le sirva para «pasar la posta»). Pensar que un movimiento asi pueda estar eternamente marchando y en tomas hasta conquistar el socialismo esta fuera de la realidad. El momento para dar el salto lo tuvieron en las elecciones presidenciales, haber ocupado esa fuerza en potenciar una candidatura por fuera del duopolio politico era, en mi opinion, la mejor alternativa, sin embargo no supieron o no pudieron hacerlo. La actual situacion no creo que se deba a un problema de conduccion, la falta de participacion esta demostrando claramente que el movmiento enfrenta un reflujo, lo que es connatural a cualquier lucha social prolongada,lo importante es que no han sido derrotados En esta etapa lo central es no terminar quemando la maquina y saber ocupar el contingente de activistas que se ha destacado en esta etapa para fortalecer la organizacion

Alfredo A. Repetto Saieg

Estoy de acuerdo con muchos estudiantes en el sentido que piensan la educación como un derecho social. Incluso me atrevería a ir más allá para reafirmar que es un derecho humano fundamental porque la capacitación y la posibilidad de educarnos nos da una alternativa real para mejorar nuestra calidad de vida. Dicho lo anterior, quiero insistir en otro tema del que poco se habla cuando se alude a nuestro sistema educativo: me refiero a los cientos de jóvenes que emigran a Buenos Aires, a La Plata o a cualquier otra ciudad de Argentina para obtener el ansiado título universitario que Chile les niega. Lo comento porque todo el tiempo veo con horror como cada vez son más los chilenos que cruzan los Andes con ese propósito.

Yo lo hice el año 1993 y estudié Licenciatura en Ciencias Políticas. Fue una experiencia extraordinaria pero la Argentina, tierra de la que guardo los mejores recuerdos, no me regaló nada; menos en esa época menemista en que arreciaba el neoliberalismo y el país trasandino era el mejor alumno del FMI. Y me tocó dormir en la calle, también pasar hambre aunque felizmente fue solo unos días. También aprendí lo que significa ser un obrero, levantarse a las cuatro de la mañana para ir a una fábrica y después, a la tardecita, partir a la Universidad. Y si bien hoy lo cuento como una anécdota, de la que incluso siento orgullo porque al final pude salir adelante, no me gustaría que nuestros jóvenes, ninguno de ellos, tenga que pasar por la misma situación. Espero entonces que el problema educativo no sea parcializado, que se consideren todos los temas, que reafirmemos la convicción de que a esos estudiantes les reconocerán sus materias aprobadas y sus títulos universitarios el día de mañana, cuando de nuevo estén en Chile para constribuir a un país realmente democrático, popular, socialmente inclusivo y principalmente respetuoso de los derechos humanos.

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Marcial Lara Flores

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