Es tentador pensar que aquel punto siempre coincidirá con la mitad de la distancia, pero no es el caso. Siempre habrá viento, ya sea a favor o en contra de la nave. Y, desde luego, en un eventual retorno, aquel viento que tuvimos a favor en el vuelo hacia el destino, actuará en contra nuestra durante un eventual regreso. De manera que, considerando estos factores, el fatídico punto puede estar antes o después de la mitad del trayecto geográfico, lo que nos obligará a una extrema prolijidad en dicho cálculo. Un error puede llegar a ser incorregible.
En el “vuelo” que han iniciado hace ya cuatro meses los estudiantes, la situación es bastante semejante, a primera vista. El movimiento se inicia y adquiere dinámica propia que acelera el vuelo con un saludable viento de cola. Probablemente y si somos honestos, todo el mundo subestimó la energía que demostró el fenómeno. Pero ahí terminan las semejanzas. Quienes miramos el desarrollo de las manifestaciones con simpatía temíamos que ese brío inicial se fuera desgastando y que en algún momento, la cercanía de un punto de no retorno se traduciría en un decrecimiento de asistentes, cansancio y temor de perder un año de estudio. Como había ocurrido en ocasiones anteriores. Yo, al menos, confieso esa angustia.
El gobierno, partiendo de una premisa similar, actuó en consecuencia. Trató de “hacer tiempo”, y sólo en la medida que la magnitud de las marchas se hizo evidente, produjo algunas tímidas respuestas que destacaron más por lo ridículo de su acróstico que por su contenido real.Si alguien pensó que realmente se estaba avanzando en la solución de los problemas, estaba profundamente errado. Así fue como cayó un ministro, en el marco de una tembladera general de todas las estanterías ministeriales y una crisis de gabinete que ni el más fanático de los adherentes al régimen intentó disimular.
Un nuevo ministro se hizo cargo del problema. Una persona capaz y de merecido prestigio profesional. Pero su profesión es la de abogado y no, la de educador. Cabe además preguntarse si en algún momento tuvo el necesario margen de maniobras que la difícil situación de nuestra educación exige. Lo cierto es que las propuestas que siguieron eran algo menos mezquinas, el diálogo, luego de tropiezos iniciales, se hizo posible y a algunos optimistas de gobierno se les advertía una cara menos tensa. Pensaban, tal vez, que el tiempo que iba transcurriendo, era el equivalente al viento en contra.
Pero ocurrió otra cosa inesperada. Una súbita brisa inesperada hacía avanzar la nave con más ímpetu. Las condiciones se presentaban cada día más favorables. El apoyo se hizo general en la ciudadanía y alcanzó un sólido ochenta por ciento. Tres de cada cuatro ciudadanos están con los estudiantes. Se suman los profesores, se funden en las marchas los que se sienten estafados, ya sea por el retail, la salud, el ambiente. Los apoderados, normalmente renuentes a las huelgas y las tomas, comprenden que la causa es también de ellos. La CUT, ante la indignación del gobierno, llama a un paro nacional que los estudiantes sienten como propio.
Las iras del gobierno no se hacen esperar. Una reciente senadora dice no comprender la causa del paro. Al parecer ignora que para la clase trabajadora -lo que la manía eufemística del pueblo chileno denomina las clases menos privilegiadas y que antes se llamaban sencillamente los pobres- la educación de sus hijos representa una onerosa carga. Un esfuerzo que en la mayoría de los casos termina en una seria frustración por la pobre calidad que reciben a cambio de sus esfuerzos. Años de sacrificio terminan en una cesantía algo más ilustrada pero igualmente improductiva. Ante esa perspectiva, la decisión de asumir el riesgo y perder un año, se hace relativamente fácil.
Aproximamos ahora este temido punto de decisión. El diálogo largamente esperado tuvo lugar. No hubo sorpresas. El gobierno, atrincherado en el lucro, ofrece algunas soluciones de orden monetario. Accede a bajar los intereses. De 6% a 2% se dirá que es a la tercera parte y suena incluso generoso. Pero una segunda mirada deja en claro que el avance ha sido nulo.
Enfrentamos, en este azaroso vuelo, problemas que no tienen solución fácil. El mero concepto de los bancos y algunos empresarios lucrando de la manera en que lo hacen, con la educación es absolutamente inaceptable para los estudiantes. Aunque bajen los intereses a 0%. A nivel de universidades privadas , que tienen el lucro formalmente prohibido, ocurre que se ha roto la ley sin escrúpulos. Es verdad, no es de este gobierno la responsabilidad, pero también lo es que , dentro del mismo gobierno, hay ministros que participan de esta ilegalidad. La situación es tan grave que se constituyó sin más, en la causa principal de la caída del anterior ministro. El costo para el gobierno, en términos de credibilidad y confianza, se ha hecho impagable. Dicho de otra manera, el inesperado viento de cola ha lanzado a la nave más allá de cualquier punto de no retorno.
La principal diferencia que existe con el fenómeno aeronáutico es que, en este caso, el clima no es fortuito. El clima que se encontrará al arribo será fruto de la inteligencia y la racionalidad de los ciudadanos. El viento, la visibilidad y el estado del tiempo no serán arbitrarios, sino el fruto de una serena reflexión republicana y democrática de los ciudadanos. Y éstos, en una significativa mayoría, han decidido cambiar de rumbo.
No queremos que algunos inescrupulosos sigan enriqueciéndose más allá de todo lo razonable a costa de quienes buscan una mejor educación para sus hijos. No queremos que suceda lo del retail, las farmacias, las Isapres y las AFP. En todo el país resuena un estruendoso NO MÁS.
Queremos que la ciudadanía reciba una garantía expresa de calidad de la educación brindada, y que ella esté al alcance de todos por igual. Que no siga siendo un factor creador de desigualdades, que ricos y pobres se encuentren y reconozcan como hijos de la misma tierra. Que se siente en el mismo banco el muchacho que vive en La Pintana con el que vive en la Dehesa. Que se conozcan, que se descubran, que se hagan amigos.
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Foto: Carolonline / Licencia CC
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