La descentralización de la educación pública durante la dictadura pinochetista nos llevó al abrupto debilitamiento de la calidad educativa; no obstante, desde el advenimiento de la democracia no hemos hecho más que hablar y seguir hablando. Hablamos de calidad educativa, pero pocos apuestan a dar un salto exponencial; hablamos de escuela pública, pero seguimos manteniendo «sostenedores»; hablamos de reforma, pero siguen escaseando los recursos para implementarla; hablamos de currículo, pero el vigente no da respuestas a las reales necesidades educativas del Chile de hoy.
Muchos opinan, pero pocos piensan en la centralidad del rol docente, que siempre queda afuera; nadie ha puesto en el núcleo del debate la idea elemental que nos indica que para reposicionar nuestra alicaída educación es urgente involucrar e integrar a los que están a diario en las escuelas, frente a sus alumnos, en las aulas, enseñando a aprender, enseñando a pensar, enseñando a ser ciudadanos, enseñando a ser mejores personas. Esos son los profesores, los enseñantes de nuestras escuelas de Chile; los maestros, gremio sufrido y postergado si lo hay.Mientras otras instituciones desaparecen, la escuela sigue abierta a la comunidad; continúa siendo hoy la institución que congrega, que iguala, que integra e incluye.
Si queremos logros urgentes e importantes en educación hagamos las cosas distintas, planteémonos un cambio transformador, pensemos que los sostenedores son personas que buscan hacer negocio para beneficio personal y seguir lucrando con un derecho humano consagrado en la Constitución. No les interesa más que la obtención de jugosos dividendos.
En mi proyecto de país, en mi proyecto de sociedad y en mi proyecto de sistema educacional, además del diario «enseñar a aprender», siempre pienso al docente como un profesional de la educación, un intelectual, investigador y productor de conocimiento científico; sin embargo, el siglo XXI con su vertiginosidad trae aparejadas nuevas decisiones, exigencias y responsabilidades hacia el rol de enseñante, ampliando las redes de acción hacia la gestión educativa y la administración de la educación. Nunca es tarde para modificar, ejercer e innovar con las nuevas funciones en el desempeño del rol cotidiano del profesor, pero hay que brindarle los espacios para efectivizar estos nuevos roles.
Bajo esta mirada ampliada del rol docente, necesitamos ofrecer diversas alternativas para promover, favorecer y fortalecer los cambios en educación, entendiendo que el profesor no es un simple actor de reparto en la realidad educativa nacional; por lo tanto, siempre son ellos quienes deben tener la última palabra y no la patronal con su proyecto mercantilista. Son ellos, los maestros, quienes se han formado para ejercer la profesión de enseñantes, quienes saben y conocen de establecimientos educacionales, son los únicos que pueden hoy avanzar hacia una escuela inclusiva.
No podemos quedarnos estancados, atados a un modelo impuesto que sólo sirve a unos pocos, un modelo expulsivo, clasista, segregador y ramplón. Es necesario posicionar al docente como un sujeto clave para el crecimiento del país. La nueva revolución es del conocimiento. Este cambio cualitativo en las relaciones de poder fomentaría un nuevo compromiso del maestro hacia y con la sociedad del conocimiento y de la información, ¿qué mayor compromiso con el contrato pedagógico? Los cambios deben fundarse con los docentes adentro, validando su acción, opinión, conocimiento y pensamiento.
Pensemos que si las escuelas que hoy son subsidiadas por el Estado fueran cooperativas de docentes, conformadas únicamente entre ellos y administradas por ellos -condición sine qua non-, con un proyecto educativo en común, con objetivos y propósitos claros y puntuales, con metas en el corto, mediano y largo plazo, hoy no estaríamos lamentando el fracaso escolar. Pues los docentes, como comunidad educacional, trabajando como un colectivo organizado, atacando las problemáticas detectadas desde adentro, fortalecerían un sistema donde ellos son parte fundamental del andamiaje, se sentirían valorados y más involucrados con su profesión, pues no estaría de por medio el negocio y sí estaría la pertenencia por sobre todas las otras realidades.
Generar los cambios que necesitamos para seguir avanzando como país y como sociedad es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros. Mientras otras instituciones desaparecen, la escuela sigue abierta a la comunidad; continúa siendo hoy la institución que congrega, que iguala, que integra e incluye. Que adentro de ella sigan sucediendo cosas importantes, tan necesarias como es la distribución igualitaria del conocimiento y de la información, sigue siendo tarea de nuestros docentes, ¿qué mejor que ellos tengan sus propias escuelas? Promovamos la creación de cooperativas de docentes.
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