En términos muy breves, el proceso educativo consta de tres elementos fundamentales: enseñanza, aprendizaje y evaluación.
Lo primero que se evalúa es el aprendizaje, pero la evaluación permite justipreciar varias cosas:
a) Que tan bien han adquirido los estudiantes las nuevas habilidades que se les pretende enseñar (aprendizaje).
b) Que tan efectiva ha sido la secuencia de actividades didácticas que el programa incluye y que el profesor ha puesto en práctica, para lograr las habilidades deseadas.
c) Que tan adecuado es el nivel de exigencias que se ha establecido en las pruebas teóricas, prácticas, de investigación y otras, para aprobar a los estudiantes. Es decir, se evalúa incluso la propia evaluación.
d) Si los objetivos didácticos del curso responden a lo que se desea y están actualizados a lo que los estudiantes van a necesitar en su vida al egresar, es decir, en el futuro.
e) Si los profesores están capacitados y actualizados para impartir las asignaturas respectivas, o si necesitan continuar su formación, etc.
f) Si las actividades académicas de la Institución se corresponden con el proyecto educativo institucional y con la cultura y valores de la misma. Por ejemplo, cultura humanista.
También tenemos que evaluar la malla curricular, el prestigio del establecimiento, etc. Pero lo primero que se evalúa es el aprendizaje.
Afirmar que el aprendizaje no se puede medir es una falsa disyuntiva (¿se puede o no se puede medir el aprendizaje?) por cuanto los educadores y profesores en general nunca pretenden "medir" el aprendizaje. Tampoco los tests de selección o de aptitud. Lo que hacen es evaluar procesos educativos anteriores.
Creo, por el contrario, en el trabajo de los educadores, profesores y maestros que hacen su mejor esfuerzo, salvo excepciones, para evaluar justamente a sus colegas y a los estudiantes. Un proceso educativo sin evaluación para mi es inconcebible.
* Sobre este mismo tema, te invitamos a leer la entrada de Iván Salinas, “¿Por qué el aprendizaje no se puede medir?”
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Foto: Chile ayuda a Chile / Licencia CC
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oldbeaver
Iván Salinas,
Gracias por los positivos comentarios. En efecto, estamos de acuerdo en que hay que evaluar. Sin embargo, no siempre es fácil medir habilidades.
Pero creo que das en el clavo al decir que hay que hacer las precisiones de léxico necesarias, para hablar de la misma cosa.
Mi opinión es que las cosas que se pretende evaluar (habilidades adquiridas) no siempre son fáciles de medir.
Por ejemplo, evaluar la capacidad física de un estudiante podría ser a través de un test de esfuerzo, o de una performance atlética.
Para ingresar como estudiante a una universidad norteamericana se exigen dos tests: el GRE (Graduate Record Examination) parecido a la PAA chilena y el TOEFL (Test of English as a Foreign Language). Estas pruebas son las mismas para todos los estudiantes del mundo que postulan. Incluye la audición de una cinta grabada.
Pero para evaluar tu capacidad de redacción en inglés, el examen es disertar por escrito en ese idioma, un tema libre de dos páginas.
Al contrario de lo que puedas temer, un test de evaluación lo que busca establecer es una forma objetiva e igual para todos de evaluar. Es decir, que no dependa del criterio, estado de ánimo o parecer del evaluador de turno.
Así, creo que es indudable que quienes hacen los tests de evaluación son en su mayoría, si no todos, profesores, pero con especialización en evaluación.
De manera, que en mi opinión, los tests de evaluación, como muchas otras cosas, no son democráticos en el sentido de preguntarle a todos como desean ser evaluados y si desean ser evaluados. Pero son la garantía de que todos sean evaluados de la misma forma y en forma objetiva. Es decir, son garantía de derechos democráticos. Si tu demuestras tu habilidad en esos tests, seas de la raza, religión, condición social, origen nacional, ideas religiosas, género o lo que sea, serás justamente evaluado, igual que todos los demás. Y tu admisión o no admisión a una casa de estudios superiores se basará en criterios objetivos.
Mi opinión es que la actual PSU es un retroceso respecto de la PAA antigua, pero es un criterio igual para todos. Y si tu apruebas con buen puntaje, entras a la U, seas quien seas. Eso es objetividad y es democracia.
Respecto de la evaluación docente, de lo que se trata es justamente evitar que sean evaluados por un juicio sin base objetiva. Se trata de establecer si en su condición presente cumplen con el perfil necesario para formar los ciudadanos y profesionales de mañana que Chile necesita y va a necesitar, o si necesitan ulterior perfeccionamiento.
Puedes tener un edificio pobre, puedes tener equipamiento incompleto, pocos recursos financieros, y aún así, generar buena educación. Pero es imposible generar educación de calidad sin profesores de calidad. Por eso es que es la prioridad número uno.
Pero no es sólo la formación técnica de los profesores la clave. Lo es también su vocación de enseñar, su pasión por formar a los jóvenes bajo ciertos valores y hacer una diferencia. Y esa actitud especial debe facilitarla sino provocarla la Dirección del Establecimiento. No podemos exigir a los profesores hacerse cargo de todo.
Pero convengamos que aún con una excelente gestión en un colegio, instituto profesional o universidad la educación no sería de calidad sin profesores de calidad. La calidad se da finalmente en el aula.
En mi opinión, los profesores tienen que recuperar el sitial que les corresponde en la Sociedad, no negándose a ser evaluados sino que perfeccionándose, que enseñar bien no es fácil y requiere trabajo, requiere esfuerzo y requiere vocación.
Para evaluar si un postulante tenía vocación se requerirá probablemente varios años de ejercer como profesor.
vasilia
Tras la preciosa Ley de Carrera docente [ironic mode on] el panorama educativo es terrorífico. Nada por lo que se ha luchado en materia de educación aparece en esa ley, al contrario, se fomenta y se aumenta la tontería de las evaluaciones «a-b-todas las anteriores», que son precisamente el tema del artículo de Iván.
¿Que pasa con el problema que tenemos de a qué tipo de profesores se están formando? Porque voy a ser cruel: admitir en una carrera de pedagogía a alguien que ha obtenido 500 puntos en la PSU es un absurdo. Que cualquier profesional con una carrera de mas de 8 semestres pueda ejercer como docente es otro absurdo, ya que reduce el ser profesor a ser el que recita algo frente a unos críos, olvidando todo lo «pedagógico» del asunto. Tener 45 alumnos por sala es criminal, y cualquiera que haya dictado clases sabe que es criminal…. Cualquier profesor sabe que hay que evaluar, es algo básico, pero ¿hacerlo a 45 alumnos? Y no a 45, sino a mas de 90 ya que un profesor hace clases a mas de dos cursos es demasiado.
Los profesores están luchando para recuperar su sitial contra una pared política ignorante, más obsesionada con responder a la OCDE que a la sociedad chilena. Y estamos pagando muy caro la ignorancia supina de nuestros «representantes» [ironic mode too] No importa lo que digan los profesores, mientras tengamos la clase politica que tenemos en donde unos cuantos ni siquiera tienen su educacion básica terminada, vamos a empeorar
iedusal
Estimado Eugenio,
Sin querer ser defensor del postmodernismo ultrarelativista, creo que existe un problema con la idea de que todo es objetivizable, en particular los aprendizajes.
Tu ejemplo de las pruebas GRE y TOEFL, por cierto, no es tan preciso, pues si existen revisores de las producciones escritas. Obviamente los revisores tienen una guía o modelo de revisión, pero es posible augurar cierta subjetividad en la revisión de los ensayos.
Ahora, me gustaría precisar que mi crítica a la falta de democracia es más profunda que el diseño de las pruebas en sí mismo. De hecho, no es una crítica a quienes diseñan las pruebas, sino que al propósito de las pruebas. La crítica va en el sentido que no ha existido una discusión democrática sobre los sentidos de la educación, que es finalmente lo que debiera guiar el diseño de cualquier prueba. Las innovaciones técnicas no pueden sobreponerse a las innovaciones sociales, y por lo tanto no podemos dejar que los expertos decidan sobre propósitos políticos que exceden sus áreas de expertise. Los expertos si deben supeditar su trabajo al consenso social.
Dicho eso, aún una prueba no es una garantía de objetividad. Hace ya muchísimo tiempo que las pruebas estandarizadas son criticadas porque sí tienen prejuicios de base: discriminan por género, raza, clase social y acervo cultural. Lo evidente es que esos prejuicios se arrastran con el exceso de academicismo, al cual el acceso está normado mediante pruebas de selección que justamente depuran a grupos por clase, generando un círculo vicioso altamente efectivo como discurso homogeneizante.
Mi opinión es que no se debe buscar una evaluación única y objetiva, pues es una empresa imposible. Pero tampoco se trata de eliminar las evaluaciones. Hay que apuntar a diversificarlas como elementos de juicio para quien aprende y no solo para el diseño de la enseñanza. Por cierto, si se quiere asegurar la calidad, ¿por qué no diseñar pruebas de vocación que vayan en conjunto con las pruebas academicistas? Es mucho más desafiante hacer eso, y los diseñadores de política no buscan desafíos serios, buscan acumular poder. En ese sentido, será difícil que la nueva carrera docente tenga algo de impacto en la calidad de la docencia.
Saludos.
iedusal
Buena columna. Dado que se refiere a algo que yo escribí, ofrezco algunas precisiones.
Lo primero es que la crítica que menciono a la intención de «medir» los aprendizajes no está presente tanto en los profesores como sí en los diseñadores de política educativa. En ese sentido, difiero con que sea una disyuntiva falsa o artificial. En el centro de las políticas educativas de los últimos años está la intención, equivocada en mi perspectiva, de atribuirle al aprendizaje un consenso teórico y una realidad práctica «medible.»
Lo segundo que quiero señalar es que «medir» no es lo mismo que «evaluar». La carga semántica que cada término arrastra genera una similitud artificial. Medir, como lo explico en mi columna, tiene que ver con un proceso de comparación referencial y material. Evaluar es un proceso de juicio crítico (abstracto) respecto a objetivos también abstractos. Al hablar de abstracciones, requerimos una cierta indicación de cumplimiento sobre la cuál hacer inferencias. Pero medir en estricto sentido no es posible.
Lo tercero, estoy completamente de acuerdo que un proceso educativo sin evaluación es inconcebible. La evaluación no está en discusión en la disyuntiva. Pero el diseño de política pública basado exclusivamente en supuestas «mediciones» del aprendizaje crea una visión equivocada sobre los juicios de valor que se emiten al evaluar. Allí está la disyuntiva ¿queremos que las supuestas mediciones (y no evaluaciones) sean el juicio de valor sobre el aprendizaje y la calidad de los docentes? Mi posición es que esos instrumentos no han sido construídos en consenso democrático, sino impuestos mediante reglas del juego que cuestionan y reducen el juicio humano tras los procesos educativos. Eso es peligroso y dañino para el proceso educativo como tu lo describes.
Saludos!