La reiterada disminución de las postulaciones a las carreras de pedagogía de los últimos años es una voz de alarma que debe ser escuchada y analizada por todo y todas quienes trabajan en educación y se interesan por ella.
Al revisar las publicaciones de la prensa y de las redes, los primeros comentarios que aparecen se van por el lado de las remuneraciones. Que los sueldos de los y las docentes son bajos, que no se acercan a los de otros profesionales, que el “sacrificio que significa ejercer la docencia” no se recompensa con las actuales remuneraciones.
Puede ser, y es entendible, que siempre se espere que las remuneraciones sean más de lo que son, que se sienta que no son suficientes, que no se comparan con otras. Pero lo objetivo, es que, en los últimos años, especialmente a partir de la Ley que crea el Sistema de Desarrollo Profesional Docente, las remuneraciones se han mejorado considerablemente, no solo porque han logrado aumento en los sueldos sino porque también ha logrado ingresar al sistema a todos los y las docentes por igual, desde la educación parvularia hasta la enseñanza media. Estamos hablando de docentes, no de directores (que están a la espera de una normativa especialmente para ellos) ni de otros técnicos y/o profesionales que trabajan en educación.
Luego empiezan otros cuestionamientos que, a mi parecer se van aproximando a explicar en parte las razones por las cuales cada vez menos jóvenes se interesan por la pedagogía.
Los comentarios refieren a la pérdida del prestigio de la profesión y la falta de reconocimiento del rol de los docentes. Lo que indudablemente es la punta del iceberg del problema completo.
Vamos por cada uno de los puntos, pero no es simple ni unicausal.
La pérdida del prestigio de la profesión tiene que ver con el desarrollo mismo de la sociedad. Ya no somos, y hace mucho tiempo, los poseedores del conocimiento. Desde hace bastante tiempo, mucho de lo que enseñamos no está encerrado en una enciclopedia que aprendemos de memoria para recitar año tras año de la misma manera. Y sobre esto hay un punto importante, seguimos teniendo, los docentes, las familias, las escuelas, incluso la sociedad, esa idea romántica de los docentes que saben todo y tienen todas las respuestas. Por supuesto que eso choca con la realidad, el acceso al conocimiento está en todas partes y entonces ¿Cuál es el rol que debemos desempeñar los docentes? Esa es una pregunta que intentamos responder hace mucho tiempo, pero no tenemos acuerdo sobre ello, ya no somos aquellos poseedores del saber y estamos en búsqueda de cómo nos relacionamos con ese saber y cómo lo conectamos con las experiencias de los y las estudiantes, pero aún no damos con la respuesta concreta que se traduzca en didácticas de enseñanza y recursos metodológicos que nos convenzan a todos.
El rol de los docentes y el de la escuela o mejor dicho de los centros educativos por lo mismo anterior combinado con otros elementos, está difuso.
Antiguamente a la escuela (o cualquier espacio educativo formal) no llegaba a todos y todas, sino que sólo a aquellos que, por diferentes motivos, estaban más cerca de la educación formal: los más pudientes, los más privilegiados, los mejores, los seleccionados, es decir, una elite que tenía claro por qué y para qué se educaba y tenía asegurado el camino a recorrer.
Con los años esto cambió, la educación adquirió un valor mayor y se garantizó como un derecho que abrió las puertas a todos y todas. Las aulas cambiaron, se hicieron más diversas; las necesidades educativas fueron múltiples, los caminos se abrieron y los y las docentes tenían las mismas herramientas con las que se habían formado para las elites.
La sociedad también cambió, el valor de la educación si bien se sigue poniendo como una posibilidad de movilidad social no siempre se refleja en la realidad. Porque no es solo la educación lo que es capaz de producir esos cambios.
Es el momento de responder esas preguntas que hace tantos años venimos haciéndonos, ¿Cuál es el rol de la escuela y de los docentes? Y por tanto ¿Cómo se formarán los docentes del futuro?
Y mientras tanto, los y las docentes se siguen formando en la idea romántica del poseedor del conocimiento y que la escuela como el único lugar donde se aprende.
Y para agregarle un ingrediente más ¿Qué ha pasado en estos dos años de pandemia? Los niños, las niñas, los jóvenes, las familias se dieron cuenta que si bien los profesores son indispensables hay otras formas de aprender, mucho más allá de la escuela. Estos dos años pusieron a prueba la creatividad, la resistencia, el dominio de otras áreas del desarrollo que no habían estado presentes y es posible que el entusiasmo haya disminuido haciéndose preguntas como: ¿Cuál será mi rol? ¿Cómo va a seguir funcionando la escuela en situaciones como estas? ¿Qué herramientas debemos aprender a usar? ¿Cómo voy a aprender a ser docente? ¿Qué tipo de docentes se requerirán de aquí en adelante? ¿Cómo van a trabajar los docentes en el futuro?
La disminución no es solo desde los años de pandemia, pero se agudizó. Lo que paso con la escuela, con el sistema escolar, con las universidades, con todas las formas tradicionales de aprender pusieron en jaque a la enseñanza.
Es el momento, tarde igual, pero es el momento de responder esas preguntas que hace tantos años venimos haciéndonos, ¿Cuál es el rol de la escuela y de los docentes? Y por tanto ¿Cómo se formarán los docentes del futuro?
Es aún más perentorio responderlas ahora porque corremos nuevamente le riesgo de que la escuela intente seguir con la estructura actual que está visto que no sirve y esa es la experiencia que han vivido los jóvenes que hoy no quieren estudiar pedagogía.
Es urgente repensar la escuela y repensar como formar a los y las docentes.
Las experiencias educativas de los jóvenes deben permitirles comprender que el rol de los docentes y la escuela es fundamental para el crecimiento y desarrollo de las personas a lo largo de la vida, pero no la escuela encerrada en el aula, ni con organizaciones rígidas, sino que con aprendizaje en colaboración, proyectos dinámicos y vinculada con la realidad, abierta al mundo.
Y para eso, los docentes siempre serán fundamentales…
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