El reduccionismo economicista desnaturaliza la educación al limitar su función a transmitir conocimientos a los estudiantes para que posteriormente se inserten en el mundo laboral. Los contenidos sugeridos por los planes y programas de estudio están subordinados, tal vez de forma inconsciente, a los objetivos formulados por el aparato empresarial, es decir, a formar trabajadores y consumidores que se ubicaran de forma adecuada como engranajes en la aceitada máquina capitalista.
Esta simplificación de las instituciones educacionales deja afuera un cúmulo significativo de temas en la formación de un ser humano.
Podemos citar algunos ejemplos.
Los niños y adolescentes construyen en el espacio educativo una visión exclusiva del mundo, es decir, se constituyen como generación. Observan e interpretan la realidad desde una mirada común, de este modo, articulan un discurso propio, distinto a la generación que ostenta el poder. Cada generación hace su aporte al desarrollo de la sociedad y la identidad generacional se estructura principalmente en el devenir de una escuelaLa capacidad de reflexionar, dar significado y sentido a las experiencias vitales que vive cada sujeto, debería ser potenciada en el proceso escolar
El aprendizaje de los procesos emocionales, que en lo fundamental se trata de conocer y controlar los sentimientos, es posible en el convivir con otros, en ese sentido las salas de clases, los laboratorios, los comedores y los patios se transforman en talleres de relaciones interpersonales donde los estudiantes experimentan la tristeza, alegría, frustraciones y el amor resolviendo los conflictos que son propios de la vida comunitaria. Allí sintetizan los aprendizajes centrales en el existir humano.
Otro aspecto esencial en la formación de un estudiante es la construcción de ciudadanía, en efecto, la conciencia de la polis, obedece a un conjunto de factores que oscilan entre las asignaturas que abordan los sistemas democráticos y la participación efectiva en la solución de los problemas que surgen en las comunidades educativas. Los centros de alumnos, consejos de curso, el consejo escolar y las organizaciones de estudiantes local y nacional, son instancias de formación ciudadana que pertenecen exclusivamente a las culturas escolares.
En el contexto de la pandemia, salieron a la superficie todas precariedades de un sistema inequitativo, viviendas inapropiadas para que vivan grupos humanos, alto porcentaje trabajo informal y escasos recursos tecnológicos en los hogares de escasos recursos necesarios para las clases remotas.
Sin embargo, no solamente los aspectos negativos han salido a flote en esta suerte de naufragio del sistema socioeconómico imperante. Sobre el tapete está puesta la revalorización de instituciones denostadas sistemáticamente por los defensores del capitalismo salvaje, veamos: la necesidad de Estados bien organizados con sistemas de salud y educación fuertes, comunidades científicas que orientan la toma de decisiones de los líderes políticos para frenar las propagación de la enfermedad, son algunos ejemplos positivos que surge entre tanto desastre.
En ese sentido, las instituciones educacionales, también están recuperando en la sociedad el status que les corresponde, organizaciones insustituibles en la trasmisión de la cultura humana. Es otro aspecto positivo en el contexto del desastre que estamos viviendo.
La capacidad de reflexionar, dar significado y sentido a las experiencias vitales que vive cada sujeto, debería ser potenciada en el proceso escolar. Estas competencias no están desarrolladas en forma óptima en el sistema educacional y es necesario que se aborden con profundidad.
Las vivencias de la pandemia experimentada en estos meses por los estudiantes serán hitos en sus biografías. El sistema escolar, por consiguiente, debe ayudar a la integración mental de estos sucesos. No ir a la escuela durante estos meses no es perder el año. Es un periodo diferente. Es prolegómeno de un cambio sustantivo de la humanidad.
Comentarios
08 de julio
A esta altura, es evidente que el discurso ideologizado sobre la acción del profesor en el aula escolarizada logra entrar derechamente en el mercadeo de la educación: parece generar demanda y producir oferta. Creo que ambos no lo soportamos –el mercadeo de la educación, digo.
Para hacerlo breve e intentando la reducción fenomenológica correspondiente, creo que el asunto central aquí es la acción del profesor en el aula escolarizada. La falta histórica de desarrollo profesional-académico ha generado una inconmensurable distancia, una sima (no natural, por cierto), entre el discurso ideologizado sobre la educación y la acción del profesor en el aula.
Para apuntar a la solución de estos problemas -que también quisiera enfrentar-, necesitamos hacer diferencia entre educación y escolaridad.
Utilizando la construcción de “modelos causales de los problemas educacionales” y proponer soluciones a lo que debiera ocurrir en la escolaridad, las posibilidades de solución se ven cercanas y posibles, básicamente porque nosotros, los profesores somos parte evidente y central de las soluciones.
Los insumos los aporta la ciencia, principalmente la filosofía, y orientados por la férrea creencia en nuestros alumnos (donde también están nuestros hijos), la utopía de que una nueva pedagogía profesional -altamente especializada en lo escolar es posible. También necesitamos creer en nosotros mismos, sin los auxiliares que nos ahogaron en las consecuencias de nuestra propia acción. Animo.
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