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Nuevamente el SIMCE

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Un nuevo resultado del SIMCE y la prensa hace su trabajo, en línea con las autoridades, para instalar en la opinión pública que la calidad de una escuela está amarrada inexorablemente a sus puntajes. Los semáforos se encienden nuevamente y algunos rojos pasan a amarillo, algunos amarillos pasan a verde y algunos pocos verdes se mantienen verde. Aunque el panorama nacional sigue siendo rojo amarillo, hay una tenue modificación  en la relación entre los colores.

 
Esta divulgación exagerada de los resultados es un festín (o un funeral, según sea el caso) para quienes apuestan todas sus cartas en estas mediciones. Pero en esta apuesta hay grandes olvidos. Para comenzar, el gran olvido que significa que se educa a las nuevas generaciones para algo más que lo que estas necesarias mediciones se proponen. La misma prensa lo señala todos los días y le reclama al sistema educativo y, especialmente, a los profesores, demandas que complejizan cada día más la labor de las escuelas y, para qué decir, de los profesores. Los apoderados levantan expectativas sobre las escuelas que, en algunos casos, más parecen transferencias de sus propias responsabilidades a las escuelas. El mundo del trabajo le recuerda a la escuela que debe estar al servicio de formar a sus estudiantes según un perfil de persona en el que el conjunto de las inteligencias humanas estén presentes. Y suma y sigue…
 
Se olvida, además, que el día del SIMCE todo se viste de manera especial. El día a día de la escuela es “como si” no existiera tal medición ya que se lleva adelante, regularmente,  la programación anual. Sin embargo, el SIMCE está esperando en algún recodo del año y el impacto de su presencia debe ser preparado. Ignoro si hay algún estudio sobre el efecto negativo que este hito anual genera en las dinámicas regulares de las escuelas y de los profesores. De los comentarios que uno recoge en las escuelas percibe que este acto de control evaluativo deja a muy pocos indiferentes. Y digo “efecto negativo” por cuanto los tiempos son limitados y los aprendizajes son múltiples de modo que la ecuación se hace difícil. El desenlace es conocido. Los profesores (en su gran mayoría) y los sostenedores (en algunos casos) lo han hecho notar una y otra vez: se corta por lo más delgado y se opta, preferentemente, por los aprendizajes vinculables a esta medición. 
 
Se olvida, por último, al estudiante con sus intereses. El derecho a una educación integral y para la vida laboral y ciudadana pareciera ser un requerimiento que debe estar permanentemente defendido y revalorado. Sus propias expectativas se van formateando de acuerdo a la valoración social que constata en los medios y en los debates periodísticos. Se incorpora progresivamente una comprensión de que solo vale la pena aprender lo que se valora socialmente a través de los medios de comunicación.
 
Cuidemos nuestra educación. Valoremos la complejidad de esta tarea y evitemos reducirla a indicadores de calidad que no se hacen cargo de lo mucho que esperamos de ella.
 
* Patricio Donoso es Director de Área Educación, Arte y Cultura de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
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Patricio Donoso

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jinzunza

jinzunza

Estimado Patricio, efectivamente tu intuición va en el sentido de lo que muestran las escuelas, el SIMCE no sólo afecta la rutina, sino que ha cambiado prácticas concretas. Sólo un ejemplo cuando la Jornada Escolar Completa se instaló en su largo proceso de incorporación de escuelas y liceos, se sostuvo que el bajo el slogan de «más tiempo para parayores aprendizajes» significaría que se podría ampliar la diversificación curricular, pudiéndose incorporar formalmente talleres (como ya lo había intentado ACLES, Actividades Curriculares de LLibre Elección). El problema se suscitó cuando se comenzo a aumentar la presión por el SIMCE, presión que ha ido en aumento hasta nuestros días, y las escuelas estratégicamente han preferido dar «más tiempo» al aprendizaje de matemáticas y lenguaje, asfixiando las otras áreas curriculares. Un buen puntaje SIMCE no asegura una formación integral en nuestras escuelas. Esto es lo que nuestros estudiantes secundarios denunciaron una y otra vez en las movilizaciones del 2006, y poco se les escuchó. Saludos y muchas gracias por tu columna.

iedusal

iedusal

Acabo de asistir a una conferencia internacional de educación donde investigadores de la Universidad Católica presentaron un trabajo sobre los usos y efectos negativos y positivos de la evaluación docente en las escuelas públicas. La presentación estaba limitada a las percepciones de directores y jefes de UTP, pero los investigadores señalaron que pronto habrán resultados con las percepciones de los profesores. Se hablan de efectos positivos y negativos. Entre los negativos están sentimientos de ansiedad y estres, y sobrecarga de trabajo debido al proceso de evaluación. Los efectos positivos incluyen un incremento de la colaboración entre los profesores, y reflexión interna en las escuelas en base a los resultados de la evaluación. Supongo que el ambiente escolar se ve influenciado igualmente por el SIMCE, aunque quizás el estrés esta vez también recae en los estudiantes.
Creo que por lógica uno debiese esperar que el curriculum se transforme en algo limitado a lo que es el SIMCE, perdiendo de vista los otros procesos importantes que ocurren en las escuelas.
Saludos.

oinotna

Para mi gusto el SIMCE es un elemento deformador del proceso educativo.

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