En estas líneas queremos problematizar una de las múltiples aristas tratadas recientemente por los medios en relación a Nicolás tiene dos papás: el derecho de los padres a educar a sus hijos frente a las orientaciones curriculares de la educación pre-básica y las posibles aristas normativas que acompañarían a esta dualidad.
El derecho de los padres sobre la educación de sus hijos ha sido un tema a debatir en la actual reforma educacional impulsada por el gobierno, especialmente en el rol que cumplen los colegios particulares subvencionados y las posibilidades de elección de un proyecto educativo por parte de progenitores y/o tutores. En el caso de Nicolás el argumento podría ser resumido como sigue: los padres al ser poseedores del derecho de educar a sus hijos podrían, eventualmente, objetar la lectura de un libro por su sola voluntad, incluso más allá de los criterios curriculares que sustentarían la decisión de incluirlo dentro de las dinámicas de aula. Si bien el MOVILH ha señalado que su acuerdo con la JUNJI de ningún modo significa que el libro sea leído a los niños sin el consentimiento de sus padres, las aristas del problema brindan interesantes perspectivas tanto para la pedagogía como para la sociología.
Entre sus fines, la literatura aspira a generar un goce en sus lectores, un disfrute de las múltiples formas de observación del mundo. Sumado a lo anterior, la pedagogía utiliza a la literatura infantil como un apoyo en pos del desarrollo de habilidades cognitivas (identificación, comparación, comprensión, etc.) que sirvan de apoyo en la adquisición del proceso lecto-escritor. En este caso, Nicolás tiene dos papás no sería diferente a la multiplicidad de libros que son leídos a diario en los jardines infantiles.
Pero, imagine un Ku Klux Klan para niños, ilustrado por los mejores dibujantes y guionistas que la raza blanca pudo encontrar y que incluye su respectiva cruz de regalo para quemar al terminar su lectura. Si el foco es la generación de habilidades cognitivas, el cuento descrito fungiría de la misma manera que reconocidos relatos infantiles como La sorpresa de Nandi, Niña bonita, El sueño de Lu Schzu o Nicolás tiene dos papás. Todos pueden ser material para identificar, comparar, deducir o descomponer el relato. Pero obviamente las cosas no son tan fáciles, tampoco todos los libros equivalentes. En conjunto a las habilidades a desarrollar, las bases curriculares del MINEDUC para Educación Parvularia y la actualización de sus programas pedagógicos en el Primer y Segundo Nivel de Transición, contemplan autonomía, identidad y convivencia como ejes de sus núcleos de aprendizaje. Así, ¿es equivalente el Ku Klux Klan para niños con Nicolás tiene dos papás como apoyo a los núcleos de aprendizaje y al desarrollo de habilidades cognitivas? La primera pregunta tiene tintes sociológicos, la segunda pedagógicos y normativos.
Si bien el MOVILH ha señalado que su acuerdo con la JUNJI de ningún modo significa que el libro sea leído a los niños sin el consentimiento de sus padres, las aristas del problema brindan interesantes perspectivas tanto para la pedagogía como para la sociología.
El derecho de los padres a educar a sus hijos es reconocido constitucionalmente y tiene una larga historia imposible de reseñar aquí. Carlos Peña en su habitual columna de los días domingo, señalaba la distinción público/privada como límite de lo que corresponde al Estado, en tanto ente generador de líneas curriculares, y lo que las familias podrían considerar como correcto/incorrecto en la enseñanza de sus hijos. Por razones que saltan a la vista, los padres no podrían decidir que sus hijos no aprendan logaritmos o que no se les enseñe el Imperio Romano. Con esto se sostiene que el derecho en cuestión tiene limitaciones. Más todavía: múltiples investigaciones abogan por la inclusión como criterio orientador en la convivencia escolar y un pilar fundamental para una educación que considere a sus alumnos como sujetos del derecho fundamental a educarse, incluso más allá de la discrecionalidad de los padres. Aquí es cuando el cuento de Nicolás, al relatar las dinámicas de una familia homoparental, cumple todos los requisitos descritos: propiciar el desarrollo de habilidades cognitivas, los núcleos de aprendizaje y el horizonte de una educación que no elimine las diversidades, sino que las incluya en su operar ¿podría lograr eso el libro de los tipos de blanco encapuchados? ¿Acaso Nicolás tiene dos papas no se orienta bajo las variables descritas? Si es así, los que se han mostrado contrarios a su lectura y distribución tendrían que lidiar con el complejo problema de demostrarlo. Por el contrario, si esbozan nuevamente el derecho de los padres a elegir qué libros se les leen a sus hijos, bastaría con introducir otro complicado problema normativo: si los niños son sujetos de derechos fundamentales con autonomía relativa pero progresiva ¿hasta dónde negar una educación como la descrita, no los consideraría más bien una propiedad y no sujetos de derechos?
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