Los niños conocen, en su gran generalidad, solo realidades similares a las de su entorno, se crían junto a niños de sus mismo estrato socio económico, valórico y social, entendiendo esa como única realidad, como un universo, haciendo de esta una sociedad menos tolerante y solidaria por simplemente no conocer otras realidades que suceden fuera de las paredes de su escuela.
Dentro de los primeros alcances de la Reforma Educacional que poco a poco se van develando, está el tema de la selección, que ha motivado y seguirá motivando un extenso debate ya que es en este punto donde yace el alma del modelo educadional chileno y, aún más allá, el alma de la sociedad chilena altamente segregadora.
Cuando hablamos de la educación como un derecho garantizado, en primer lugar, debemos dejar fuera la selección de alumnos, por cuanto, los derechos son sin distinción de raza, credo, genero, condición sexual, etc. Por ello, si entramos en este debate, debemos en primer lugar fijar que si la educación es un derecho garantizado para todos, no pueden estos ser seleccionados arbitrariamente por el sistema educacional.
Sin embargo, esto conlleva ciertos razonamientos prácticos y sociales que pueden ir en contra de esa entrega garantizada de educación. Por ejemplo, las capacidades físicas y logísticas de los colegios para entregar educación a una cierta cantidad de alumnos, así, podrían, una vez aprobada e implementada la reforma, llegar todos los alumnos al Instituto Nacional por ejemplo, el cual, claramente no sería capaz de albergar dicha demanda, o bien, en términos geográficos, no todas las comunas podrían disponer de la capacidad para dar educación a los habitantes de su comuna (probablemente, Santiago como comuna, tiene más estudiantes en su comuna que habitantes en edad escolar).
Hacerse cargo de este tema, es altamente necesario, pues las escuelas deben ser consideradas como centros sociales en toda su amplitud y no sólo como un centro de formación. Debe generar espacios de esparcimiento, deporte, conocimiento y cultura para su entorno, asimismo, permitiría abordar problemas de traslados dentro y desde el sector donde se emplaza y generaría arraigo de la comunidad. Esta se enmarca, también, en una larga lucha, que ha intentado incluir a los padres como aliados del proceso educativo, pero difícilmente lo hará, si estos no sienten la escuela o colegio de su hijo como parte vital de la vida familiar y no como un servicio que se compra.
En otro sentido, más amplio, la selección no es garante de una mejor educación, es más, si consideramos como educación la formación de personas, la selección ha perpetuado un sistema perverso donde hemos escondido la diversidad como un factor clave en la formación. Así, los niños conocen, en su gran generalidad, solo realidades similares a las de su entorno, se crían junto a niños de sus mismo estrato socio económico, valórico y social, entendiendo esa como única realidad, como un universo, haciendo de esta una sociedad menos tolerante y solidaria por simplemente no conocer otras realidades que suceden fuera de las paredes de su escuela.
Por otra parte, la selección parte de la base de niños más o menos capaces, con el conocimiento que gran parte de las capacidades medidas están fuertemente alineadas con las condiciones de crianza de esos niños y no con sus reales capacidades, potencialidades o talentos. Así, un niño hijo de padres universitarios, maneja un mayor número de palabras que un niño de padres sin estudios universitarios y los colegios toman este factor como de «mayor capacidad», siendo este sistema injusto pues no mide con la misma vara capacidades, sino preparación (tal cual lo hacen las pruebas estandarizadas hoy como el SIMCE).
Existen muchos más casos o ejemplos que explican porqué la selección es perjudicial para nuestros hijos e hijas, pero baste mencionar que acá, como se ha propuesto, debemos empujar los límites, refundar, repensar nuestro sistema y eso requiere un cambio de paradigma, mirar el sistema escolar con un valor social y no como un producto mejor o peor de acuerdo a la capacidad del bolsillo familiar.
Por esto, la vía correcta es pasar de una educación en función de logros de puntajes SIMCE o PSU a uno de formación de personas que puedan aportar a la sociedad desde el conocimiento, pero también desde lo humano y lo social. Y para eso debemos dejar de enseñar a competir y comenzar a inculcar la cooperación, la colaboración y la construcción de conocimiento.
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Foto: OREALC/Unesco Santiago / Licencia CC
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