Cualquiera de nosotros podría imaginarse que, en este siglo, al tener múltiples acceso fuentes de información, los seres llamados mesías o seres que sufren del síndrome de Jerusalén, deberían estar en extinción. Mas, no es así, puesto que el conocimiento como se va modificando, actualizando y cambiando, de manera cada vez más rápido e imperceptible, no hay tiempo para subir a un observatorio para mirar el horizonte. Y las instituciones, las más sólidas, las más creíbles, por una parte se hacen “humo” o se hacen agua y por otra parte, reproducen los viejos mitos envolviéndolos con verdades aparentes.
Hasta ayer teníamos la creencia que el origen de las cosas eran sólo divinas. Hoy la partícula Higgs es una realidad inobjetable. Y medio mundo sigue mirando para el cielo o para el Este, buscando las razones de las sinrazones. Y el otro medio mundo se debate en una lucha fratricida, entre sunitas y chiitas. En educación hablamos de la calidad y sólo nos remitimos, en este país, a medir de manera homogénea y uniforme lo que acontece a los niños y jóvenes desde Visviri hasta la Antártida de la misma manera: SIMCE ¿Y cuánto sabemos de cómo el cerebro aprende? ¿Cuánto incide el contexto en lo que aprendemos? ¿Cuándo vamos a empezar a diseñar el curriculum conectándolo con el cerebro de cada niño y niña?
Mas, por eso y por todas la razones y emociones, se hace imprescindible construir comunidades para enfrentar las incertidumbres de la vida que afortunadamente nos ha tocado vivir. Hoy más que nunca se hace necesario que empecemos a dibujar un nuevo paisaje en el horizonte, desapegados de las amarras de un modelo impuesto por la fuerza, y dejando de lado, las miradas de pasajeros que hemos adquiridos en estos cuarenta años.
Pero esto nos obliga tener una actitud primaria y básica que debemos replicar y multiplicar: la empatía. Poner en común nuestra diversidad no es tarea de colocar a los seres a rendir pruebas nacionales para uniformarlos tratando absurdamente de homogenizar el conocimiento que “supuestamente debiéramos poseer».
Para desplegar esta nueva actitud, no debemos olvidar que el curriculum de las escuelas primarias, secundarias y terciarias son atacados por un rotavirus que pone el acento en la adquisición individual de los conocimientos tratando que estos principalmente se entronicen en el disco duro, con el martilleo de la memoria que se alimenta con anfetaminas para dar respuestas a las distintas pruebas que el sistema nos tiene consagrado para “saber” que somos aptos para vivir este siglo.
No debemos olvidar que el curriculum de las escuelas primarias, secundarias y terciarias son atacados por un rotavirus que pone el acento en la adquisición individual de los conocimientos tratando que estos principalmente se entronicen en el disco duro, con el martilleo de la memoria que se alimenta con anfetaminas para dar respuestas a las distintas pruebas que el sistema nos tiene consagrado para “saber” que somos aptos para vivir este siglo.
Por lo tanto, llegó la hora, de entender que todos y cada uno de nosotros, somos importantes para construir un nuevo diseño de país. Llegó la hora de articular el comportamiento social en torno a la empatía. Llegó la hora de superar el asignaturismo y de liberar el curriculum de las pruebas nacionales: SIMCE y la PSU. Llegó la hora de mirar el aprendizaje desde la neurociencia.
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Foto: r0Kk / Licencia CC
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Henry Rivas Weber
Jorge, llegó la hora….
Llegó la hora
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