El título de reforma que se le asigna al proyecto que el gobierno espera aprobar, está bastante lejano de quienes sentaron precedentes serios, de un cambio radical y positivo en nuestra sociedad (o en otras extranjeras), como fue el caso de Gabriela Mistral, Pedro Aguirre Cerda, Amanda Labarca o Eduardo Frei Montalva, entre otros.
«¿Estamos quitándole algo a alguien? No. Estamos haciendo una tremenda reforma tributaria donde van a pagar más los que más tienen, para inyectar una enorme cantidad de recursos a la educación, tanto a la pública como la particular subvencionada». Esta frase del ministro de Educación, Nicolás Eyzaguirre grafica el actual centro del debate de la «reforma» educacional.
Creo que el debate toma un mal rumbo, si tomamos en cuenta que el debate sobre educación suma cada vez, más actores con gran trayectoria política, y manejo económico, pero rara vez con algún pedagogo.
¿Hasta cuando haremos reformas sin aquellos que sufren los mayores problemas en el aula de clases? Basta ver la presentación expuesta en la Cámara de Diputados, el 2 de junio por el ministro de la cartera, para darse cuenta que el debate se centra solo en inversión, mientras que en lo que respecta a condiciones laborales de los docentes, solo se encuentran escuetas alusiones, y el siempre impreciso «etc» (ver p. 41). Se podrá decir, que esos pasos se verán más adelante, una vez aprobado el «cuerpo» de la «reforma», pero ¿cómo no cuestionará la oposición dicho proyecto, si aparte de atacar a un sector que se ha beneficiado de la educación, el intento de reforma carece de precisión en temáticas claves que ellos han denominado «Política Nacional Docente»?
La «nueva educación pública» que menciona el ministro en la ya mencionada ponencia, no se realizará si en el inicio del proyecto se escribe (cito textual) «El futuro de nuestra economía y cohesión social, así como del desarrollo cultural y democrático de Chile, dependen significativamente de la educación que seamos capaces de darnos y construir».
Podrá parecer a muchos que es puntualizar demasiado, pero el remarcar lo económico y el deseo del orden (para asegurar la inversión extranjera probablemente), nos muestran que seguiremos con el mismo paradigma numérico calculista, que tanto hemos criticado los estudiantes, quienes marchamos el 2011 y quienes siguen marchando hasta hoy.
¿Acaso no es contradecirse tazar en 2 millones cada alumno, para terminar el lucro y comprar establecimientos educacionales, que fueron construidos en su mayoría con recursos del estado?
Una reforma educacional real, es aquella que se preocupa de cuestionar la trágica realidad actual, en la que se subraya lo económico, antes que el desarrollo cultural equitativo y democrático de las personas, en donde haya un currículum diferenciado en el que participen profesores y no predomine la opinión de economistas, sociológos y psicólogos, a los cuales sin desmerecer, y valorando la diversidad de opiniones, no pueden estar por sobre quien se dedica diariamente a la labor de educar en el salón de clases. Desde hace bastante tiempo, que la teoría no coincide con el aula de clases.
El título de reforma que se le asigna al proyecto que el gobierno espera aprobar, está bastante lejano de quienes sentaron precedentes serios, de un cambio radical y positivo en nuestra sociedad (o en otras extranjeras), como fue el caso de Gabriela Mistral, Pedro Aguirre Cerda, Amanda Labarca o Eduardo Frei Montalva, entre otros.
En definitiva, esto no puede ser llamado reforma. ¿Cuál es el real problema?, la formación del profesorado, el bajo nivel de exigencia en el ingreso, la mala remuneración, la falta de apoyo y fortalecimiento al Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (CPEIP) que cada vez pierde más su orientación inicial, y la falta de sintonía entre lo teórico y lo práctico.
¿Puede haber reforma educativa, sino entendemos que sin justicia social, seguirán los «ghettos» educacionales y culturales? ¿se puede seguir midiendo al «Nido de Águilas» y a la escuela de un archipiélago lejano, donde aún no tienen luz eléctrica?
Queda camino por avanzar, queda saber hacia donde queremos dirigir el país, si hacia una mejora y masividad de una educación tecnocrática y poco pensante, o a un modelo de ciudadanos empoderados y capacitados no solo como capital humano, sino también, como hombres y mujeres conscientes de los problemas y disyuntivas sociales.
Por eso, esta es una «reforma» que deforma, el principio usado por los padres de la educación en Chile.
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