#Educación

La rebelión contra las tareas para la casa

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Se habla tanto de educación y hablan tantos del tema que cabe preguntarse ¿De qué hablamos cuando hablamos de educación? Naturalmente que nos referimos a la enseñanza y los diferentes recursos metodológicos con los cuales se experimenta la docencia. También de alcanzar aprendizajes significativos para que el niño relacione la información recibida con la que ya posee, todo ello sobre la base de contenidos seleccionados arbitrariamente por el profesor y que son extraídos de los planes de estudio aprobados por el Estado.

Lo que no visibilizan quienes opinan sobre los temas educativos es que todo este proceso lo lidera un profesional preparado para diseñar, ejecutar y evaluar procesos de aprendizaje que serán más o menos exitosos en la medida que sean respaldados por la comunidad escolar. Por tanto, es el profesor quien puede prescribir el trabajo adicional que el niño necesita realizar en su casa con el apoyo de sus padres, es el propio docente quien sugerirá el tipo de lectura, ejercicio lógico matemático o actividad complementaria que el niño requiere para mejorar sus aprendizajes.

Desde la profesión docente llamamos a tener cuidado con quienes pretenden dictar al profesor, sin conocimiento alguno de los procesos pedagógicos, lo que éste debe hacer. Éste ya no es un obediente funcionario del estado ni un técnico que aplicará sumisamente las recetas que se promueven desde el mercado de la asistencia técnica. Por ello, resulta inútil la discusión si se deben dar tareas para la casa o no, sobre todo cuando se intenta dirigir la disciplina pedagógica con argumentos superficiales, apelando a un supuesto estrés escolar que en opinión de algunos “expertos” sería provocado más bien por el temor al fracaso inducido por sus mayores, que por el exceso de deberes exigidos por el profesor.

Queda pendiente una decisión que nos involucra a todos: definir el tiempo diario que los alumnos y sus padres podrían dedicar a simplificar las exigencias escolares, lo que significa abrir variadas formas de comunicar los temas al interior de la familia. Aquí le cabe un importante rol a la escuela en su labor de orientar la forma como las familias se deben involucrar en el avance escolar de sus niños. Más que ayudarles en las tareas, su rol es preocuparse que tengan los espacios adecuados para hacerlas, que los niños destinen un tiempo diario al estudio, superando sus padres la compasión sobre ellos de cuan agotados pueden venir de la jornada escolar y celebrar cada uno de sus logros por pequeños que sean.

No se trata de implantar el sistema coreano que obliga a los niños a matricularse en una tercera jornada para alcanzar los estándares de eficiencia producto de la transformación de Corea del Sur en una gran potencia, basada en multiplicar la potencia de sus «recursos humanos» a través de la educación, tema que agobia a los niños, pero que los padres no saben cómo resistir. El triunfo de este paradigma educativo no se ha establecido desde la premisa de que sea el mejor posible, sino desde la premisa de que es el único posible. En este sistema existen padres que preferirían aliviar la presión sobre sus hijos, pero, entonces, ¿cuál sería su futuro? ¿Y no es esa paradoja la de muchos padres en este sistema escolar competitivo que han implantado en nuestros países?

Resulta inaceptable que la resistencia a las tareas sirva de excusa para eludir la responsabilidad de los padres en elevar las expectativas sobre el éxito escolar de sus hijos y ayudar al mejoramiento de sus aprendizajes.

Por otra parte, los países de la OCDE con los cuales nos medimos a través de la prueba PISA, los alumnos destinan un promedio de 4,8 horas semanales para realizar los deberes escolares en casa, mientras España está en un promedio de 6.5 horas. Ello significa que las horas de estudio complementarias no están cuestionadas al momento de medirnos en los rankings internacionales y que podemos cambiar nuestro paradigma desde concebir la educación como bien de consumo hasta transformarla en un bien social, sin abandonar nuestra apuesta por la eficiencia y el mejoramiento de los logros escolares.

Lo que no nos puede ocurrir es que los padres ante su fracaso de no poder imponer disciplina en los estudios terminen plegándose a la resistencia natural de sus hijos como en España.  Eso sí, resulta inaceptable que la resistencia a las tareas por las tareas sirva de excusa para eludir la responsabilidad de los padres en elevar las expectativas sobre el éxito escolar de sus hijos y ayudar al mejoramiento de sus aprendizajes.

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7 Comentarios

domingo espinola

EN MI PAÍS POR LAS DIFERENCIAS SOCIALES QUE EXISTEN ENTRE

Igor Alvarado

Mi hijo q va en tercero medio va de 8:15 a 17 hrs al colegio y sigue en casa estudiando deade las 18 o 19 unas dos o tres horas mas. ¡apenas le alcanza el tiempo sólo para el estudio! Estoy en pleno desacuerdo con un sistema asi.

Eduardo Vallejos

Que arrogante: somos muchos los que tenemos conocimiento de sus endiosados «procesos pedagógicos» los criticamos las tareas para la casa. Que Fatuo: «obedientes funcionarios del estado» sabemos que no lo son (aunque la mayoría de los trabajadores debemos ser obedientes a nuestros empleadores), pero decir que no aplicarán las recetas del estado…si en su mayoría no son capaces de crear nuevas, ¿como enseñarán entonces?. Que Soberbio: No se puede disentir con ellos (discusión inútil). Que despreciativo: pasar tiempo de calidad (y cantidad) con mis hijos no es un «argumento superficial». Hacer un trabajo de «recopilación de información» (no existe investigación en 2° básico) o un collage o una maqueta no califica como tiempo de calidad con ellos. ¿»Supuesto estrés escolar»? Querer tapar el sol con un dedo. El «distrés» escolar es real y no es causado exclusivamente por las tareas para la casa, pero ayudan bastante. ¿»Temor al fracaso inducido por sus mayores»?, muchas veces no hemos podido hacer todas las tareas que les han mandado y claramente eso es un fracaso, ¿inducido por los mayores?…propiciado por los mayores, los profesores. Increíble: lo que hago con el tiempo de «mis hijos» en «mi casa» nos involucra a todos. Y más encima es el tiempo que debo dedicar a «simplificar las exigencias escolares», traducido al español, como le hago más fácil el trabajo al profesor. Que despiadado: «espacios adecuados»; silla, mesa, ¿arréglatelas como puedas? ¿cansado? que me importa.

Eduardo Vallejos

«Vamos hijo, tu puedes. Solo te levantaste a las 6 de la mañana y saliste del colegio a las 5 de la tarde. Estuviste solo…1,2,3…solo 9 horas en el colegio, como no vas a poder hacer tareas por 3 horas mas. Vamos tu puedes !!!, es un pequeño logro, pero yo lo valoro». ¿La educación Surcoreana un ejemplo?: la tasa de suicidios entre menores de 24 años es la más alta del mundo, las obligaciones escolares apenas les dejan tiempo para dormir, por lo que socializar se considera una pérdida de tiempo. En las escuelas, la disciplina es férrea. Ser impuntual o no hacer los deberes se considera una falta grave, y puede comportar incluso un castigo físico. Los profesores explican a toda velocidad. Lo importante es que los alumnos adquieran conocimientos. Cuantos más, mejor. Solo acceden a las escuelas de Magisterio los mejores alumnos de cada promoción, un 5 % de los aspirantes, y a lo largo de la docencia se someten a evaluaciones anuales. ¿4,8 horas «semanales»? ¿menos de 1 hora al día? Solo el libro de la evaluación mensual de comprensión de lectura le toma a un alumno de 30 a 60 minutos «diarios» de dedicación, ¿y las tareas del resto de las asignaturas (7 más aprox.) u otras tareas del mismo «lenguaje y comunicación»? Saque sus cuentas.

Eduardo Vallejos

Resulta ofensivo que asevere que el reclamo en contra de las «tareas para la casa» es debido a la imposibilidad de aplicar disciplina a nuestros hijos, además, ofensivo para con ellos al decir que tienen una «resistencia natural» a hacer tareas, es decir, son flojos por naturaleza. La resistencia a «las tareas por las tareas» no es una excusa para eludir ninguna responsabilidad, es solo por el hecho de querer tener una vida de familia en la casa y que no sea una segunda escuela. Hay una escuela y hay un hogar, lugares distintos, funciones distintas; en la escuela tienen la inducción (a cargo de sofistas) y en la casa tienen educación, diversión, contención, etc. (a cargo de su madre y/o padre). Si lo que pretende es que además la inducción esté a cargo de los padres, mejor olvidémonos de los colegios y tengamos la educación libre que tanto pregonan algunos, pero olvidémonos en serio: el estado entrega los libros y toma los exámenes. No escuelas, no profesores, no vacaciones de 2 meses al año para algunos y de 15 días para otros, no paros de 2 meses, etc. Sería un gran ahorro para el estado que podría destinarlo a mejores cosas. Y para finalizar, mis expectativas sobre el éxito escolar de mis hijos no son excesivamente altas, pero que creo que no van a tener que llegar a estudiar pedagogía para tener un título universitario.

escuelas1

escuelas1

Más que criterios de eficiencia de las tareas desde nuestro punto de vista el asunto es la desproporcionada cantidad de horas de trabajo a que se somete a los niños. ¿Por qué? Porque en una escuela que no entusiasma ni motiva cuesta mucho aprender y la repetición se convierte en la única forma posible. Desde nuestro punto de vista las tareas intentan parchar el fracaso del modelo de educación bancaria que impera en las escuelas: un estudiante sentado que anota en un cuaderno lo que dice el maestro o maestra.

Cambiar este modelo de educación bancaria a través de las metodologías activas, por ejemplo el aprendizaje servicio, aprendizaje basado en proyectos, redes de tutoría, puede ser parte de la solución. En nuestra opinión estas metodologías crean más implicación, aprendizajes significativo, motivación, autonomía, desarrolla estrategias metacognitivas y compromiso social.

Horacio Larrain

Supongo que el profesional docente tiene claro cuál es el propósito de la enseñanza en Chile. De esta manera podrá decidir, como lo asegura el columnista, «el tipo de lectura, ejercicio lógico matemático o actividad complementaria que el niño requiere para mejorar sus aprendizajes». Ello en el supuesto de que todos los niños de un curso posean los mismos talentos, vocaciones o madurez a una edad dada y que todos los padres estén de acuerdo en las metas de largo plazo que se persiguen. Sin embargo, la realidad no es así. La educación cuantitativa de la larga jornada escolar y la carga de tareas caseras, nos tiene posicionado como uno de los países de peores resultados en las pruebas globalizadas. Para mi que la real motivación está en el negocio multimillonario de los caros textos escolares que inventan cualquier lenguaje absurdo y complicado para llenar 100 páginas de texto. Y los malos docentes se guían por ellos.