Yo no sabía qué hacía Educación 2020. De oídas me caían bien, eran una fundación y trabajaban para fortalecer la Educación Pública. Dos razones suficientes para postular a un puesto de periodista. Después de un año trabajando aquí, no sólo he aprendido a qué se dedican –a qué nos dedicamos– sino que se me abrió la cabeza con ideas sobre participación y ciudadanía en las escuelas, convicciones muy propias de quienes trabajan aquí. Convicciones que no hubiera aprendido en otra parte.
Antes de llegar a Educación 2020, para mí, lo político eran las “grandes luchas”, los ideales defendidos por el Che Guevara y aquello que nos arrebató la dictadura. La democracia era esa organización nacional que nos empuja a escucharnos y convivir para no eliminarnos a mordiscos. Como mucho, eran las asambleas universitarias exigiendo la educación como derecho. Nunca se me pasó por la cabeza hacer el cruce entre democracia y escuelas, entre participación y escolares. Y no estoy hablando de la Cones, de la política desde los colegios hacia la Alameda, hablo de lo que pasa al interior de los colegios.La próxima vez que se acerque a un niño, niña o adolescente, no le trate como si fuera un adulto recortado, trátele como lo que es: parte de la ciudadanía, aunque no vote, aunque nuestra constitución tozuda y adultocéntrica insista en señalarnos lo contrario.
Es triste y peligroso pensar que política es sólo lo que se publica en esa sección de los diarios. Reducir la política a los dimes y diretes entre la UDI y el PC nos despoja de cuestionar otros aspectos de nuestra realidad. Las escuelas son espacios acotados, sí, pero donde hay personas organizadas. Qué horribles son esos colegios donde el director o directora toma todas las decisiones y no le consulta a nadie. Qué pobres son esas salas de clases donde los profes se paran adelante y “pasan materia” sin hacer partícipes a sus estudiantes. Qué bonitos son esos colegios en los que toda la comunidad construye su proyecto educativo, incluyendo a mamás, papás, docentes, asistentes, directivos y jóvenes, que se escuchan y dicen cuál es el colegio en el que sueñan crecer. Eso es política, es formación de ciudadanía crítica y participativa, es democracia del día a día.
Eso fue lo primero que aprendí en la fundación: no hay que esperar que la democracia nos caiga del cielo, hay que construirla ahora, sea donde sea que estemos de pie. En especial, en las escuelas. El primer lugar donde aprendemos a ser.
Lo segundo que aprendí fue una tensión. Yo traía un par de intuiciones: el mundo tiene conflictos, en variables de naciones, géneros o clases sociales. Lo que nunca se me había pasado por la mente era la variable generacional. Pienso, si es conflictivo para una mamá entender los códigos de sus hijas jóvenes, cómo no va a ser difícil esa relación al interior de un colegio, donde también se replica una estructura en la que el mundo adulto prevalece por sobre el universo infantil. Aprendí eso: hay una tensión entre las generaciones adultas y juveniles en las escuelas. Es maravilloso lo que pasa cuando ese conflicto se visibiliza y se aborda, cuando se reconoce a los niños y niñas como sujetos de derechos, como actores que pueden participar de su propia formación, sin desmerecerles únicamente porque tienen quince o cuatro años.
En el marco del aniversario de El Quinto Poder –este blog ciudadano que se construye dándole voz a quien necesite decir algo– sólo quiero compartir esto que no sabemos o que olvidamos, y que yo aprendí aquí en Educación 2020: hay que romper el imaginario de que lo político vive únicamente en el Congreso y La Moneda. Por eso en la fundación trabajamos en distintos flancos: un área piensa la política educativa, otra trabaja directamente en los colegios y acompaña el pulso, la urgencia, de que la Nueva Educación Pública se concrete pronto, porque afecta a personas, no a números. Otra área se vincula con ONG educativas a nivel latinoamericano y en la mía, donde ejerzo de periodista, nos preocupamos de informar a diario sobre noticias de educación, de mostrar las buenas nuevas que ocurren en los colegios públicos, de resolver dudas de la ciudadanía respecto de este monstruo de mil cabezas que es el escenario educativo chileno.
En el aniversario del blog ciudadano por excelencia, simplemente, no olvidar: todas nuestras relaciones humanas son políticas. La próxima vez que piense en la noción de política, que lo que acontece al interior de los colegios no se le quede en el tintero. La próxima vez que se acerque a un niño, niña o adolescente, no le trate como si fuera un adulto recortado, trátele como lo que es: parte de la ciudadanía, aunque no vote, aunque nuestra constitución tozuda y adultocéntrica insista en señalarnos lo contrario.
Por Arelis Uribe, periodista de Educación 2020.
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