La vida en sociedad se funda, entre otras cosas, en el supuesto del entendimiento, es decir, en reconocer al otro como un otro válido. Las sociedades van generando ideas sobre cómo debemos actuar y sobre qué debemos esperar de las acciones de los demás. La sociedad chilena está mutilada en ese sentido, y esa llaga la arrastra desde la Dictadura. La herencia autoritaria que nos legara ha normalizado la idea del atropello mutuo: en el Chile neoliberal se siente que los objetivos individuales están por sobre los del conjunto de la sociedad. Todo esto no puede continuar así.
Como secundarios nos sentimos interpelados a pensar ideas de futuro y a largo plazo que subsanen esta situación. Hemos llegado a la conclusión de que es necesario un nuevo pacto de convivencia social, que podrá tomar diversas formas. Para algunos tomará la forma de cambios institucionales, para otros, las de profundas transformaciones económicas. Personalmente creo que es todo eso y mucho más. Pero la verdad sea dicha, nada reemplazará la profundidad de un cambio cultural que renueve nuestra forma de vivir y de encontrarnos en una comunidad democrática.La Nación toda debe sentirse interpelada ante el desafío de construir un nuevo entendimiento social para las generaciones venideras. En ese esfuerzo los estudiantes no nos quedaremos atrás, y empujeramos las discusiones con valentía y entusiasmo.
Los militares no sólo nos arrebataron de las salas de clase a compañeros, profesores y apoderados. De las salas de clase de todo Chile nos robaron la formación de valores y las buenas prácticas democráticas. La Educación Cívica se sacó de cuajo de nuestras aulas, y hoy sólo los más acomodados tienen acceso a ella. Pero los destinos del país no pueden depender de la determinación soberana de unos pocos. El porvenir de nuestra democracia se juega en que todos y todas seamos formados democráticamente. Y este desafío no puede estar concretado solamente en una asignatura aislada, sino que durante todo el proceso de formación de las personas debe impulsarse el ejercicio del diálogo crítico, el pluralismo y el laicismo, la capacidad de aceptar los disensos, y la fortaleza de llegar a los correctos acuerdos.
La Presidenta Bachelet anuncia el retorno de la educación cívica, pero no debemos engañarnos: sólo de un profundo debate sobre su contenido, debate en que todos participemos, saldrá una propuesta legítima. La Nación toda debe sentirse interpelada ante el desafío de construir un nuevo entendimiento social para las generaciones venideras. En ese esfuerzo los estudiantes no nos quedaremos atrás, y empujeramos las discusiones con valentía y entusiasmo. Así como en Dictadura se desmanteló nuestra educación y nuestra cohesión cívica sin la participación de nadie, hoy debemos construir más y mejor democracia en un proceso que incorpore la participación de todos.
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