Cuando las propuestas empiezan a caer de frentón, y sin mucha participación, hay que empezar a meter los temas que nos preocupan, la desmunicipalización es algo fundamental que suma en la tarea del Gobierno de lograr a futuro una Educación de calidad y con equidad, pero el fortalecimiento de la Carrera Docente es algo que no dejó muy contentos a todos y esperamos que pueda mejorar en su diálogo.
Hoy nos adelantamos al escenario y nos preguntamos ¿Qué ocurrirá con la revisión de los contenidos curriculares de los que carece nuestro sistema en temas de ciudadanía y Educación Cívica? La verdad que poco se hace y hay valores como el laicismo, la diversidad y la tolerancia que son fundamental para construir nuevos ciudadanos, los mismos que están individualizados, despreocupados e inmerso en un país aún muy desigual.
Somos varias las organizaciones, instituciones y también profesores, que esperan que vuelvan las clases de Educación Cívica, pero el eje, su contenido y contexto no es el mismo, ni siquiera discutiremos si deben o no llevar ese nombre, aún no es el momento, pero esas clases estaban en los 90 para explicar cómo se hacía una Ley, qué función tenía el Congreso que volvía a funcionar después de años de cese democrático y qué rol tenían nuestros parlamentarios. Se imaginan la difícil tarea de explicar positivamente lo que hace un senador en Valdivia o Puerto Montt, teniendo a sus referentes metidos en problemas de financiamiento, o en un colegio de la Región Metropolitana donde más de la mitad de las comunas tienen problemas de calidad, y eso incluye el camino para llegar a clases.
Por qué explicamos el descontexto que tienen las antiguas clases de Educación Cívica, porque mientras antes se enseñaba a votar, hoy se debe enseñar a votar más y mejor, cuando antes Chile estaba alejado de la globalización, hoy nuestras ciudades cuentan con una población migrante que llegó para quedarse, porque ayer la diversidad sexual se escondía, ahora de a poco comenzó a ser considerada, y así como vemos estos cambios, también la política se acomodó y se acostumbró a los vicios que no queríamos ver; la corrupción, la información privilegiada y el aporte ilegal a campañas políticas, es algo que nos baja la moral cuando vemos nuestras planillas de sueldo y el esfuerzo que hacemos para lograrla, pero ¿de qué modo le afectará a los estudiantes que compondrán el nuevo padrón electoral?, ¿vendrá de ellos el voto de castigo?, yo creo que no.
Ante todo, nuestra educación necesita por obligación formar ciudadanos que sepan de la separación real entre Estado e Iglesia para construir sus leyes y no diluirlas en el tiempo por prejuicios morales como ocurrió con el divorcio, que también sean capacez de co responsabilizarse de las instituciones, que conozcan no sólo la Ley, sino que las herramientas de Participación Ciudadana y de Transparencia, para que fiscalicen y sean capaz de hacer ese pequeño temblor para que todo se mueva y los de arriba caigan y no vuelvan. Si la Ley no es buena, pedir mejorarla, que exista el plebiscito vinculante y el llamado a Asamblea Constituyente sea cada más evidente pero con ciudadanos formados para ellos, no con los mismos políticos.
Si existe un poder, este se hace mediante la escuela, algo que nos falta para el tan manoseado desarrollo que se acerca pero se aleja a pasos agigantados.
Desde el mundo laico y educacional, nos gusta citar y recordar a Pedro Aguirre Cerda con su “Gobernar es Educar”, con ese lema no hay mejor presidente que no se preocupe de educar a su país, pero hoy nos renovamos y creemos que “gobernar laico, sí es educar”, ya que como hábito ciudadano hay una serie de contenidos valóricos, separados de la ideología individual, que están ausentes en los colegios públicos y que debe rescatar el educador para promover la formación de personas esenciales para la sociedad. El laicismo no es sólo la defensa de la democracia ante cualquier dogma, sino que también es la promoción de los cambios sociales mediantes las ideas, de modo participativo y sin acumulación arbitraria de poder, ya que esto afecta en nuestras vidas.
Si existe un poder, este se hace mediante la escuela, algo que nos falta para el tan manoseado desarrollo que se acerca pero se aleja a pasos agigantados. No hay otro modo de generar costumbre, sino es ampliando las reglas democráticas, y estas no se limitan al voto, sino que a la participación efectiva ciudadana, la misma que critica el poder, la imposición y la tiranía, la misma que nos hace más desarrollados en la igualdad y la equidad.
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Octavio Morales Rojas
Lo entretenido y varorable del laicismo, como movimiento y sentido de vida, es que se agradecen los distintos puntos de vista que tienen las personas, por más ambiguos que sean -aunque a veces caen en lo ofensivo- ya que al hablar de Educación Pública, hablamos de una que está alejada de los congregaciones y órdenes, por más buen sentido que tengan, ya que la educación religiosa cae en la de administración privada, aunque actualmente muchas de ellas están en condición de subvencionada.
La idea de esta columna es despejar y agregar elementos que deben volver a ser considerados, aunque fue escrita un día antes del mensaje presidencial donde se anuncia la vuelta de la Educación Cívica, creemos que está debe ser fortalecida con otros componentes ciudadanos, entre ellos los valores de diversidad y respeto, además de otras responsabilidades, como aprender a usar las herramientas de participación ciudadana (muchas que hoy aún no son efectivas aúnque la Ley 20.500 lo indica) más la de fiscalización a autoridades, mediante transparencia y lo que corresponda.
Si Ud como ateo cree que la principal fuente de valores se aprende en la iglesia, tiene una gran problema ecléctico que muchos no comprenderíamos. El laicismo no ataca religiones, promueve el respeto entre esas instituciones y también entre las distintas creencias, y está compuesto por ateos, agnósticos y creyentes, es el valor del libre examen, individual y teniendo todas las oportunidades de aprender el que te da elegir una convicción.
La Educación Pública y con contenidos laicos, ofrece esa integración, algo que permite una convivencia sana, respetuosa y de escucha activa a las necesidades que necesita la constucción de un nuevo ciudadano, más comprometido en lo social, por la democracia, sus procesos y la buena gobernabilidad, si ser de izquierda es preocuparse de eso, ya sabemos quienes son los conservadores de siempre.
Me despido respetuosamente.
Con un abrazo fraterno y laico.
Lisandro Burgos
Ceterum censeo, ¡que se vayan todos los actuales políticos!
Lisandro Burgos
Saludos: Esto sí que es raro, es una de esas paradojas de la vida en sociedad dignas de análisis. Pone usted, estimado, énfasis en el laicismo y lo cataloga de «valor». Empieza con eso, y solo después aborda el problema de la corrupción. ¿Tiene los cables cruzados?, ¿le gusta darse cabezazos con las piedras?, ¿se le hace difícil ordenar sus prioridades? Considerando el actual estado de cosas en el país, con la corruptela cebándose, el laicismo no tiene ninguna importancia, ninguna prioridad, ni siquiera es un valor, y peor todavía, implica un deseo de prescindir de la principal fuente de valores morales. LO QUE MÁS NECESITA CHILE EN ESTE MOMENTO SON VALORES Y LA PRINCIPAL, CASI MONOPÓLICA FUENTE DE VALORES, ES LA RELIGIÓN. Y simplemente porque sí, por mero dogmatismo ideológico, por una tirria absurda contra la religiosidad, la abomina. Valores es lo que necesita la sociedad, valores. ¿Los conoce? Honradez, señor. Eso es un valor, no el laicismo. Y siendo yo ateo, lo digo sin ninguna dificultad: Los colegios religiosos enseñan valores con particular énfasis. Honradez, disciplina, compasión, trabajo, esfuerzo, carácter. ¿De veras le interesa combatir la corrupción o solo lo menciona porque es el tema de moda y como gancho para promocionar su preocupación por el laicismo? Me da la impresión de que es esto último lo suyo.
Usted y buena parte de la gente de izquierda no piensa políticamente, no ven los agentes sociales como lo que son, herramientas, no usan la lógica. No son verdaderos políticos, son demagogos. Esta es una paradoja: Le tienen sarpullido a la religiosidad, pero se conducen dogmáticamente. Les falta el enfoque frío y analítico del sociólogo, del hombre de ciencia.