Es hora de admitir que ya ni los estudiantes confían en el movimiento estudiantil al 100%. Todos teníamos la convicción de que esto podía transformar el modelo educacional en Chile, pero las fuerzas políticas ahogaron el objetivo.
Creo que es lógico sentirse decepcionados después de llevar tres años movilizados, y ver que no hay logros en educación, pero sí una gran ambición política por parte de los dirigentes y sus respectivos grupos políticos. Todos quieren ser un Gabriel Boric o una Camila Vallejo, no importa el costo, no importa si para ello tienen que pasar a llevar a las mismas personas que dicen representar.
Hoy las asambleas están compuestas mayoritariamente por los representantes de los grupos políticos, las marchas son menos multitudinarias y algunos estudiantes ni siquiera saben lo que es el copago, tal vez sea porque el movimiento estudiantil perdió seriedad, perdió peso y pasó de ser un problema que todos debíamos resolver, a un instrumento, un arma para los discursos de dirigentes estudiantiles y los mismos políticos de la «vieja escuela» que tanto repudiaban algunos.
Si nos desmotivamos y aburrimos, es quizás porque vemos cómo las cabezas del movimiento estudiantil están replicando perfectamente esa imagen del político que “no querían ser”. Llegar a la Federación pareciera sólo ser alimento para el ego, además de una pelea entre colectivos y partidos.
Lamentablemente no hemos conseguido lo que todos esperábamos: una discusión real en cuanto a educación, desigualdad y segregación, con sus respectivas soluciones. Pero aun con ello, creo que no perdimos nada, es decir, en educación quedamos igual a como estábamos antes de 2011. Quizás nos dieron más becas, pero nadie las pidió. Nuestros objetivos eran claros y profundos, apuntando a la gratuidad, calidad e igualdad que nunca llegaron.
En materia social fuimos un hito en la mentalidad del chileno. Demostramos que sí se puede exigir que todos tengamos acceso a los mismos derechos, porque no es malo, es lo que corresponde. Dejamos claro que educarse no es un privilegio, y abrimos paso a nuevas discusiones, como por ejemplo, la de la salud. Demostramos que sí podemos salir a las calles a exhibir la realidad de Chile, porque no: no vivimos en ese país desarrollado que muchas veces nos pintan desde el Gobierno de turno. El desarrollo aquí pareciera estar sólo desde Plaza Italia hacia arriba. Esa es la verdad.
Es cosa de retomar el objetivo y dejar de mirar como buitres un puesto en el Congreso o en la Federación, centrarnos en la meta y seguir adelante hasta alcanzarla, juntos, en las calles, en las asambleas, con la gente, con el verdadero pueblo.
Sin embargo, a pesar de que tengo una visión fúnebre del movimiento estudiantil, debo decir que me encantó vivirlo desde sus entrañas, me gustó ser parte de ello porque me abrió la mirada a que quizás en un mañana no tan lejano, sí podamos ser verdadero factor de cambio. Por lo mismo, doy las gracias a todos los que marcharon, a todos los que se organizaron, los que levantaron la mirada y dijeron «estamos aburridos de esto y haremos algo al respecto». Fuimos un ejemplo a seguir, despertamos a nuestras regiones y estuvimos en la mirada de todo el mundo (literalmente).
En lo personal, no me cierro a que podamos resucitar esto, pero sé que eso sólo podrá pasar cuando dejemos de lado la lucha de egos entre los dirigentes y grupos políticos al interior de nuestras casas de estudio, porque finalmente, una vez más fue la pelea por el poder la que destruyó algo que pudo ser perfecto.
Estoy decepcionada de las dirigencias, pero no desesperanzada del movimiento. Sé que podemos dar vida nuevamente a ésto, porque por las masas revolucionarias vivió el movimiento estudiantil, no por sus “líderes”. Es cosa de retomar el objetivo y dejar de mirar como buitres un puesto en el Congreso o en la Federación, centrarnos en la meta y seguir adelante hasta alcanzarla, juntos, en las calles, en las asambleas, con la gente, con el verdadero pueblo.
Nuestra generación vivió el placer del poder social, hicimos temblar a los más poderosos, fuimos historia, y seguimos aquí. Podemos ser el cambio.
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad
Sebastián Rivera
Muy buen análisis del momento que vive el movimiento estudiantil. Claro ejemplo de esto fue haber cerrado el año de movilizaciones del Confech si aún haberse votado la primera parte de la reforma en la Cámara, y ¿para qué? para no perder las dirigencias en las cuales se atornillaron. Caso aparte mi triste UTA, una Federación «apartidista» que «se la jugaba por los estudiantes» y que «no le debía favores a nadie» y que hoy a más de un año de ser electos siguen retrasando el recambio y manteniendo la inactividad del movimiento en Arica. Sólo queda pedirles a estos chiquillos tan «revolucionarios» que se avispen y tengan consciencia de que por sus egos personales burgueses están vendiendo LA GRAN oportunidad que hemos tenido para derribar algo de lo que nos dejó Pinocho y su dictadura.
Alfredo A. Repetto Saieg
El carisma sirve para ganar elecciones, lo prueba el caso de Bachelet. También es muy efetivo si va acompañado de la manipulación de la realidad. Es así: el engaño es una excelente herramienta de la que se valen los neoliberales para hacerse con el poder. Además recurren al uso y abuso de las campañas del terror o a la mentira que son todas manifestaciones de violencia para lograr sus propios fines de dominio social, político, económico y cultural.
Es importante recalcar que el falso discurso del «progresismo» es un buen instrumento para someternos; sin embargo, al apelar a la igualdad, a la educación y a la salud como un derecho para todos, a la democracia y demás, también es un gran peligro para la élite. De hecho, a través de éste los sectores populares tomamos conciencia de nuestras carencias y eventualmente nos organizamos para resolverlas. Es lo que hoy pasa en Chile donde trabajadores y estudiantes a través del movimiento social intentamos protagonizar una real democratización de nuestro país. Considerando lo anterior tendríamos que combatir ese carisma weberiano y los egos de ciertos dirigentes políticos y estudiantiles que atentan contra la democracia popular al favorecer el culto a la personalidad y a vanguardias de diversa índole.