Hace poco más de una semana, el Colegio de Profesores anunció una petición para eliminar la Prueba de Selección Universitaria, argumentando que habría sido un «sistema agotado» y «sumamente clasista», según La Tercera.
Y es cierto hasta cierto punto: el negocio de los preuniversitarios implica pagar a veces el equivalente a un arancel de un colegio privado para poder preparar la prueba. Pero mi intención no es hacer una crítica a la propuesta del magisterio, sino complementarla con algo mucho más fundamental y necesario: revisar nuestros planes y métodos de enseñanza.
Desde la «Revolución Pingüina» de 2006, cuando yo estaba en el colegio, que ya se comentaba el problema del analfabetismo funcional, y me parece que la PSU es un mero adorno dentro de la tragedia que vivimos. Los jóvenes que sacan menos de 500 puntos en la prueba, tienen en promedio 800 palabras en su vocabulario (de acuerdo a las estadísticas del DEMRE 2016, alrededor de 124 mil estudiantes tuvieron menos de 500 puntos en Lenguaje y Comunicación, de un total de 254 mil; mientras que 80 mil estudiantes tuvieron menos de 500 puntos en Historia y Ciencias Sociales, de un total de 150 mil).Si hay algo en lo que deberíamos estar de acuerdo es que, para leer bien, escribir bien y aumentar el vocabulario de las personas, no existe mejor método que la lectura constante.
No vengo a negar que hay colegios que se dedican a preparar a sus alumnos para la prueba (yo estuve hasta 3° medio en uno donde todas las pruebas de enseñanza media tenían hasta hoja de respuestas iguales a las de la PSU). Pero el analfabetismo funcional es un problema más grande. Afecta a todos: los que entraron a una buena universidad o no, a los que se matriculan en centros de formación técnica, a los que ingresan directamente al mundo laboral, a cualquier persona que requiere de la lectura para entender un mensaje.
La lectura no es una cuestión de mera «cultura» o «conocimientos». En resumen, no es una habilidad que demuestra inteligencia, sino algo más fundamental: es un tema de comunicación, un elemento básico de la sociedad, y estamos fallando en eso.
Pienso que es inaceptable que el único ramo en que se destinen horas mensuales de lectura sea en Castellano (a través de controles de lectura similares a los de mediados de siglo XX), que en las pruebas de Historia se hagan preguntas de alternativa, que los textos de estudio de las asignaturas humanistas y de ciencias sociales tengan tantas imágenes, que usen casi la mitad de cada página.
Si hay algo en lo que deberíamos estar de acuerdo es que, para leer bien, escribir bien y aumentar el vocabulario de las personas, no existe mejor método que la lectura constante. ¿Cómo podemos estar tan orgullosos de la enseñanza de la Educación Cívica en nuestros colegios, si los estudiantes no tienen las herramientas para entender lo que dice nuestra Constitución? No podemos permitirnos el lujo de olvidar que la lectura es uno de los primeros pasos para el aprendizaje.
Como país debemos adquirir el compromiso de mejorar los hábitos de lectura, escritura y conversación. Pues, no existe mejor manera de integrar a los individuos en la sociedad, ni hay mejor forma de asegurar su libertad, que dándoles las herramientas para comunicarse.
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