La pandemia ha originado un sinfín de inquietudes, cuestionamientos respecto la realidad contextual, la realidad política y su derivada, la política educativa. El ánimo de este escrito no es más que plantear una serie de preguntas que instan a la reflexión, a la triste y a veces cruel reflexión del real distanciamiento social al cual nos enfrentamos, tanto familias, como docentes y estudiantes.
Desde los inicios de la pandemia, los profesores y estudiantes, hemos podido observar atónitos y sin opinión u injerencia, que se indiquen medidas para normalizar la situación escolar, que los estudiantes están más seguros en los establecimientos que en las casas, que es menester generar un programa de regreso seguro al aula, pues es riesgoso perder un año lectivo.Este es el real distanciamiento social que estamos viviendo, postpandemia nos enfrentaremos a un grupo de estudiantes que sí contaron con las oportunidades y quienes desafortunadamente no
Insistir en tales necesidades bordea el sin respeto social, pues, ¿qué sabrá la alta dirección pública sobre el creciente desempleo en el sector primario, sobre la falta de recursos básicos del hogar? ¿internet? Claro… aquí nace el supuesto, casi el imperativo categórico, que todos los estudiantes de nuestro país, de norte a sur, de sectores urbanos y rurales, tienen acceso a internet, tienen el espacio físico en sus hogares para desarrollar las clases virtuales, tienen los horarios laxos para procurar cumplir con sus deberes escolares y no así, los deberes del hogar, del cuidado de los/las hermanos/as pequeños/as, si fuese el caso.
Confluyen variadas y extensas reflexiones en torno al derecho a la educación, que según nuestra Constitución obliga al estado a proveer un sistema gratuito, el cual debe resguardar el acceso de todos y todas… ¿de qué acceso hablamos en tiempos de pandemia?, ¿quiénes realmente pueden y tienen las condiciones mínimas para optar a esta alternativa e-learning?, ¿están los establecimientos públicos y sus docentes preparados para modelos tecnopedagógicos? Esto solo refiere a materia educativa, pero ¿qué pasa con la privacidad de quienes ya participamos en esta nueva educación?
¿Sabía usted que el artículo N°12 de la Declaración Universal de Derechos Humanos establece que “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su domicilio…”? Pudiese aquí, argumentarse que somos libres de acogernos a participar o no de esta nueva realidad virtual, pero no olvidemos que nunca se nos consultó, no fue democrático; de nuevo, pudiese decirse que la situación no ameritaba democracia si no acción, pero al pensar así entraríamos en un espiral de argumentos, algunos más o menos válidos.
Ahora bien, hablamos de una modalidad virtual, ante la cual debemos tener claro que no todos pueden acceder, y dicho esto, debemos asumir que tal política viene a marcar una vez más la diferencia de acceso, pues el contexto ya no solo nos da las opciones de la provisión privada a altos costos o la provisión pública gratuita, si no que hoy en día, los estudiantes y sus familias deben luchar por poder ser partícipes de este derecho y no quedar fuera de este nuevo sistema educativo, el cual no solo requiere del estudiante, requiere de sus medios, de su economía íntima para poder sacar adelante el sistema… De esa intimidad y su vulneración hablamos previamente, de la exposición de la vida privada de los hogares, de sus falencias o ventajas.
Hoy se acentúa, como nunca, el privilegio del acceso a la educación, de la falsa creencia en que solo importa el mérito del estudiante y que sobre él se vierte un mar de oportunidades para el tan anhelado ascenso social; anulamos una vez más los factores extra-escolares, y digo, una vez más, pues no es muy diferente a lo que ocurre en el acceso a tal provisión bajo circunstancias normales. Hablamos del sino o el destino educativo. ¿cómo puede entonces el Estado asegurar el derecho a educación? ¿cómo pueden los estudiantes enfrentarse a esta nueva modalidad si no cuentan con los medios “básicos” para acceder a ella?
Pensemos, hipotéticamente, que esta alternativa es viable no solo para unos pocos, pensemos que existe el soporte tecnológico en los distintos hogares de nuestro país y que, en las mejores circunstancias, los estudiantes tienen un espacio óptimo para su desarrollo escolar, ¿existió preparación previa o consciencia tecnológica respecto la modalidad e-learning?
Para responder esto no requerimos ir muy lejos, basta con analizar el discurso colectivo y la valoración que se hace sobre los programas de estudio superior en modalidad a distancia, una ficción desestimada y desacreditada… ¿Por qué? Porque la educación requiere de mediación, tal cual fuese la lectura de un cuento a un pequeño, requiere de mediación pues el pequeño no posee las herramientas para decodificar los lenguajes, algo infiere por imágenes –libro álbum, por ejemplo– pero sí o sí requiere de la guía de alguien experimentado, y ahora… ¿quién es el experimentado? ¿acaso los docentes –de sector público– fuimos o estamos siendo capacitados para trabajar en Zoom o MS.Teams? La respuesta es no.
Así, sistemáticamente, cada semana se va configurando un nuevo espacio de exclusión, el aula que previamente fungía de resguardo ante la violencia intrafamiliar, el establecimiento que proveía alimentación, la red de apoyo de docentes y compañeros frente a diversas realidades y circunstancias que rondaban el hecho educativo… Hoy, ya no existe. Ahora no serán válidos los argumentos que esgrimen sobre el mundo de las oportunidades y el desarrollo meritocrático, pues finalmente, el ingreso al aula está restringido, restringido por la posesión material de recursos, porque el acceso a este derecho depende del ancho de una banda, porque las condiciones mínimas vienen a exponer las vulnerabilidades más íntimas. ¿dónde está la política compensatoria?
Temprano por la mañana, terminando esta columna, leía con asombro como anunciaban la realización del Simce para este 2020, argumentando la importancia para conocer la realidad de los establecimientos, mencionando lo clave que resultaría esta información respecto el impacto tanto educativo como socioemocional producto del encierro. ¿Será online?
Este es el real distanciamiento social que estamos viviendo, postpandemia nos enfrentaremos a un grupo de estudiantes que sí contaron con las oportunidades y quienes desafortunadamente no ¿dependía intrínsecamente de ellos? ¿tienen más mérito unos que otros? He ahí la igualdad y equidad de las políticas educativas.
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