Un jarrón de porcelana china fue subastado en Hong Kong en 21,6 millones de dólares. Es decir, más de 11 mil 448 millones de pesos, lo que lo convierte en el jarrón más caro del mundo.
Según informa el sitio Infobae.com, el jarrón perteneció a la colección imperial de porcelana de la dinastía Ming, formada a lo largo de 50 años por los hermanos suizos Zuellig, y que empezó a ser ofrecida en el mercado asiático en abril.
El nuevo dueño del jarrón se hizo del preciado objeto mediante contacto telefónico con un operador, quien batalló a lo largo de diez minutos hasta llegar a la cifra récord.
Esta noticia, que apareció el 5 Octubre de 2011, me dejo bastante pensativo y me dice que es el terrible reflejo de las grandes desigualdades en la distribución de la riqueza que sufrimos en nuestro planeta. También me dice que algo está mal con nuestra especie: una persona dispone de tal cantidad de dinero, como para gastarlo en un jarrón, que no es más alto que mi antebrazo, mientras hay millones de seres humanos, de todas las edades, que mueren de hambre y que pasan terribles penurias, solo para tener algo tan vital como es el agua, recurso que a todas luces vale mucho más que un insignificante jarrón. Personas a las cuales con solo una fracción del dinero gastado, se les podría mitigar su sufrimiento.
Quizás las protestas que están sucediendo en el mundo, – los estudiantes en nuestro país, los Indignados de Wall Street o en España – implican que el mundo está pidiendo un cambio. Basta del enriquecimiento desmedido de unos pocos a consta de una gran mayoría.
Ya el neo-liberalismo le dio tiraje a la chimenea: Ahora hay que cambiarlo, hay que modificarlo y pasar a ideas un poco más de izquierda. Basta de buscar el crecimiento económico que termina beneficiando solo a unos pocos y destruye a nuestro planeta, hoy debemos pensar en mejorar la distribución.
Este adorno, comprado solo por un interés vanidoso y egoísta, para ponerlo en una repisa, invitar a sus amistades y poder decir, miren lo que tengo, admírenlo: es mío. Y quizás al final, para lo único que sirva, es para que se lo tire su esposa o su amante por la cabeza, durante una pelea.
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