Escolares y micreros no se llevan bien, lo sabemos. Ello ocurre desde tiempos inmemoriales y estamos seguros que no hay chileno o chilena que haya vestido uniforme escolar y utilizado el transporte público, que no haya tenido su encontronazo con el chofer. Podríamos decir que son como perros y gatos; o mejor aún, como gatos y ratones.
La rivalidad tenía su explicación lógica, racional, en la forma en que los choferes ganaban (y aún ganan en las regiones) su jornal: un porcentaje por boleto cortado y obviamente un porcentaje de boleto escolar es muy poco. Y si la micro se llenaba de escolares, el chofer perdía (aún pierde en regiones), los apetecidos boletos adultos.
Pues bien, hoy por hoy, en el Transantiago que desterró el porcentaje de boletos vendidos como forma de financiar el sueldo de los chóferes, la rivalidad se mantiene. Los choferes mantienen su guerra contra los escolares y los casos de agresión verbal, e incluso física, van en aumento. Por ambos lados, porque el escolar de hoy no se queda callado. Y además maneja diestramente su cámara del celular y puede hacer denuncias ciudadanas.
Una explicación sencilla a la persistencia del fenómeno podría ser "es parte de la cultura urbana" y cuando derivamos explicaciones a "la cultura" normalmente suponemos que hay una explicación que nosotros no entendemos pero que alguien, los antropólogos por ejemplo, conocen perfectamente. Echar la explicación al saco de la "cultura" es tranquilizante. Pero no resuelve el problema y éste se mantiene, literalmente, por generaciones. Tal vez sea tiempo de buscar explicaciones en otra parte; explicaciones que abran las posibilidades de -a lo menos- visualizar un cambio.
Personalmente me gusta la explicación derivada de Maturana-Varela-Flores-Echeverría (la llamada Escuela Santiago) que a su vez conecta con dominios de la biología y la filosofía de largo alcance. La explicación (mía) al fenómeno "escolares y micreros" desde una mirada de la Escuela Santiago es esta: cuando un estudiante sube a una micro, y conecta la mirada con el micrero, emerge un estado de ánimo. El estado de ánimo de enojo, irritación o bronca. Y temor de parte de las estudiantes.
Comprender esto es muy sencillo, basta suspender cualquier creencia en que los seres humanos somos "seres racionales", gobernados por una "mente", que nos comunicamos "emitiendo información" en forma de "mensajes" para vernos descarnadamente como entidades de cuerpo-emoción-lenguaje y poco más. Es desde allí que emerge y se conforma colectivamente eso que llamamos "mente"; y es desde allí, en las interacciones con los demás que emergen eso que llamamos "emociones". Como todos y todas habrán experimentado, las emociones nos ocurren en el cuerpo, en cambios de la adrenalina, de cambios en el pulso, de rubores, de cosquilleos en la guata, de arrugamiento en las bolas, de tragar saliva, etc. etc. Algunas de las emociones, esas que nos gustan como los cosquilleos en la panza o humedades y elevamientos, las juzgamos "positivas" (con el lenguaje, obviamente); mientras que las que no nos gustan las juzgamos "negativas".
Los "estados de ánimo" son estados emocionales recurrentes que surgen de juicios que emergen en conversaciones recurrentes. Es decir, cuando el estudiante sube a la micro, sube diciéndose un juicio ("este tal por cual me está mirando feo"), mientras que el micrero que lo ve se dice a sí mismo "otro c… de su m… más. ¡Hasta cuando!" o cualquier cosa por el estilo. Esos juicios hacen surgir emociones, porque en los humanos las emociones surgen también con/desde el lenguaje. Las emociones que surgen, en este caso, son de enojo, de miedo, de ganas de pegarle al otro. Y, ¿dónde habitan esos juicios? En las conversaciones recurrente que sostienen los micreros entre sí, a propósito de los estudiantes, y viceversa. Allí perviven los juicios. En las historias que se cuentan, o los comentarios a lo que se vio en la televisión.
¿Cómo se puede salir de este ciclo, aparentemente sin fin? Cambiando los juicios. Vistiendo a los micreros de uniforme azul y haciéndoles vivir nuevamente como estudiantes; y haciendo que los estudiantes vayan sentados en el asiento del ayudante del conductor doce horas, a pleno sol, y soportando a toda clase de chilenas y chilenos, entre otros, los estudiantes. Produciendo otra comprensión del fenómeno. Un cambio cultural.
Esto que vale para micreros y estudiantes, vale para muchos otros temas de nuestra "cultura". Si seguimos siendo los mismos, en verdad, como sociedad no llegaremos muy lejos.
————-
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad
Comenta este artículo
2 Comentarios
mrmobitec
Usted anda en micro actualmente? El trato estudiante-conductor cambió radicalmente con Transantiago, por los factores que menciona en su texto al inicio. El tema es que los jóvenes de ahora están mucho más rebeldes y nadie les pone reglas, por lo cual en el transporte público se portan pésimo. Jugando con los timbres, colgándose de los fierros (haciendo flexiones de brazos con los pilares), gritoneando a conductores exigiendo detenciones en paradas no autorizadas, y siendo un nuevo factor de evasión, ya que muchos pasan pidiendo permiso sin portar sus pases escolares, los que en muchos casos están en poder de sus padres, teniendo bastantes usuarios que pagan $180 o $0 sin merecerlo.
Como sociedad estamos enfermos, pero dejar a los escolares de básica y media como unas blancas palomas, es ser iluso.