Si bien podemos afirmar que el cerebro se desarrolló durante la etapa embrionaria y fetal bajo la dirección de ciertos programas genéticos, continúa construyendo y reconstruyendo su connectoma durante toda la vida. Es decir, el mapa de las conexiones multidimensionales neuronales, sigue evolucionando a lo largo de toda la vida de las personas, fundamentalmente gracias a su capacidad para establecer nuevas conexiones neuronales (plasticidad en el establecimiento de relaciones inter-neuronales y neuronas-gliales). La plasticidad neuronal es la base celular que subyace al aprendizaje.
Sin embargo, a pesar de la existencia de influencias genéticas en la mayoría, si no en todas las funciones cognitivas asociadas al aprendizaje, no hay duda de que en los aspectos relacionados con la vida mental, ciertos factores hacen muy difícil la identificación exacta y la influencia particular de cada gen específico y de cada alelo particular en los muchos aspectos relacionados con el aprendizaje. Por ejemplo, se han identificado docenas de genes diferentes que influyen en la capacidades cognitivas que solemos asociar con la inteligencia según la medición del coeficiente intelectual (sea lo que sea eso llamado inteligencia). Sin embargo, ninguno de ellos parece contribuir en más de un 1% a esta característica. En consecuencia, los datos más informativos, desde la perspectiva educativa, provienen de la llamada heredabilidad. Ésta es una visión estadística que, como se interpreta comúnmente, capta cuánta de la variación de un rasgo se debe a diferencias genéticas; sin embargo, debemos estar conscientes que no capta exactamente cuántos genes o qué variables alélicas están implicados, o qué parte del rasgo depende exclusivamente del genoma. Por ello, la heredabilidad no puede ser considerada como una prueba absoluta, sino más bien una hipótesis que requiere más evidencia para corroborarla o matizarla con otras variables más complejas tales como las relaciones biopsicosociales y los impactos epigenéticos que se incrustan durante nuestro desarrollo.A pesar de que la mayoría, si no todos, los rasgos asociados a la capacidad de aprendizaje muestran una alta heredabilidad, los factores ambientales también son significativos.
Ahora bien, las evidencias que actualmente poseemos apuntan a que las variables genéticas y epigenéticas ponen de relieve el papel crucial que pueden desempeñar los profesores y en general todos profesionales que participan en los procesos educativos, así como también las familias y la sociedad en general en la educación de niñas, niños y adolescentes. Estas influencias pueden contribuir a maximizar las habilidades que los estudiantes tienen a su disposición para enfrentarse a un mundo extremadamente cambiante y por ende incierto (creo que esto ya lo hemos aprendido). Y es aquí, donde la ciencia puede contribuir entregando información respecto del funcionamiento del cerebro, el que se sustenta en un sustrato genético en grado moderado o alto y en la plasticidad de la estructura y actividad cerebral. Esta plasticidad hace de la actividad cerebral sensible a los diferentes estímulos que recibe la niña o el niño en su desarrollo, siendo moldeada por la educación y las experiencias cotidianas. Por lo tanto, las funciones cognitivas también son afectadas por aspectos epigenéticos en grado variado. Como otros han indicado y yo también lo he hecho en muchas oportunidades, las niñas y los niños no son ciertamente una tabula rasa (nacen como un papel en blanco), en la que incluso un rasgo con alta heredabilidad puede de ser algún modo modificado por el entorno que actúa directamente sobre la maleabilidad del cerebro a través de diferentes modificaciones epigenéticas. A todo lo anterior debemos agregar la herencia epigenética inter o transgeneracional que potenciará determinados desenlaces en el desarrollo futuro de niñas y niños. Sin embargo, hay que señalar que con los datos actuales, todavía no es posible señalar con un nivel de confianza suficiente qué rasgos pueden mejorarse más fácilmente o cuáles son más difíciles de cambiar. Podríamos señalar que algunas características de base genética (susceptibilidades) podrían mejorarse generando condiciones adecuadas para el desarrollo de la niña o del niño, sin dejar de perder de vista que no todos los rasgos son igualmente susceptibles de un cambio significativo mediante intervenciones educativas, y esto claramente depende de diversos factores. Por último, los datos actuales apuntarían a otro factor importante en la ecuación educacional: el aprendizaje surge cuando la niña o el niño percibe que dicho aprendizaje permite la aparición de alguna cualidad ventajosa y de carácter adaptable, generando nuevas opacidades de relación interconectómica en el cerebro, resultado en una plasticidad inter-neuronal que subyace a una plasticidad epigenética dependiente de estímulos percibidos como positivos.
Para resumir, a pesar de que la mayoría, si no todos, los rasgos asociados a la capacidad de aprendizaje (incluidos el temperamento y la personalidad, así como la capacidad de controlar el comportamiento hacia objetivos autodirigidos) muestran una alta heredabilidad, los factores ambientales también son significativos. Siempre hay que tener en cuenta que la heredabilidad refleja cuánta de la varianza puede atribuirse a las diferencias genéticas dentro de una población, pero no mide cuán sensible es un rasgo a un cambio en el medio ambiente
Por lo anterior, en mi humilde opinión, el estilo de enseñanza así como otras variables contextuales (alimentación, ambientes físicos, factores estresores, etc.) podrían constituirse como variables cruciales para que se produzca la percepción correcta en el proceso de aprendizaje por parte de la niña y del niño.
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