Que la educación está en crisis es un hecho, aunque algunos lo nieguen apelando al alto nivel de cobertura del sistema. El modelo educacional en todo sentido, y desde sus bases, está quebrantado y genera fracturas. Esto no es nuevo, pero los efectos se hacen notar cada vez más. La olla esta hirviendo. Lo peor: está siendo un atentado con lo razonable de la sociedad.
Una sociedad razonable se define como “un sistema de cooperación justa” donde los individuos –racionales- establecen términos justos –previa discusión de tales términos- que todos aceptan de manera reciproca e imparcial –en base al altruismo y la ventaja mutua- a favor de beneficiarse en conjunto. Esta idea, que plantea Rawls, se hace relevante al analizar la crisis educacional chilena en todos sus niveles.
Nuestro sistema educacional ha tendido a crear individuos racionales pero no necesariamente razonables –aquellos que tienen en cuenta las consecuencias de sus actos para el bien de los demás-. Desde los primeros años de educación, ha tendido a desvalorizar lo razonable como eje esencial, para llevar a cabo lo racional de cada individuo. Y eso se refleja en diversos niveles, desde la violencia escolar, la prepotencia al volante, la intolerancia y la falta de diálogo.
En otras palabras, el modelo educacional ha ido sistemática e históricamente en contra de la idea de “cooperación social justa” (fair), y con ello ha pasado a llevar lo que se podría considerar como los cimientos básicos que permiten lo razonable en una sociedad, entendido como reciprocidad (que no es necesariamente altruismo ni egoísmo, sino ambos).
A partir del sistema educacional, los fines propios de cada individuo –racionales- se encuentran en medio de una casi total ausencia de términos justos, que harían razonable el sistema en su conjunto. Nadie confía en nadie ni en la escuela ni fuera de ella.
El sistema educacional –tanto público como privado- ha suspendido lo que Rawls llamaba el “universo público establecido” –donde se supone puedo identificar los términos justos que todos respetan, para así respetarlos individualmente-. Eso se refleja claramente en otros ámbitos sociales, con episodios cada vez más frecuentes de falta de ética pública y privada por parte de diversos individuos, sin depender de ningún tipo de distinción, tenga o no corbata.
Si la educación, mediante la cual se pretende instruir a los individuos, parte por destruir tal idea de lo razonable desde los primeros años de aprendizaje, no es raro ver que tal noción no exista en otros ámbitos, como la política, el actuar corporativo, o las formas de expresar descontento.
Lo interesante de aplicar este análisis al plano educativo, es que lo anterior también se ve reflejado en los actores en pugna en torno al problema educativo; tanto en quienes parecen oponerse a corregir las fallas, como en aquellos que dicen querer hacerlo.
Los diversos actores o sectores, más bien parecen maximizar aspectos racionales –por su propio bien- y no necesariamente razonables –tomando en cuenta efectos en otros en base a términos justos-. Ninguno está siendo razonable en términos estrictos.
En otras palabras, parecen estar dispuestos a “participar en determinados esquemas cooperativos pero no están dispuestos a respetar, o siquiera a proponer —salvo como un pretexto necesario a nivel público—, ningún principio o criterio general para especificar los términos justos (fair) de cooperación. Y están prestos a violar dichos términos en función de sus intereses, cuando las circunstancias lo permitan” (Rawls). Este fue claramente el actuar de la clase política y otros representantes, en su conjunto, ante la primera “revolución pingüina”. En ningún caso fueron razonables.
Ante la crisis educacional, lo razonable sería apuntar directamente a corregir la Educación en su globalidad, es decir, desde los primeros años de escolaridad. Porque es ahí, en el sistema educacional básico y medio donde se rompe lo que podríamos llamar el primer consenso sobrepuesto –traducido en igualdad de oportunidades sin depender de la cuna o el capital social- y que finalmente termina con un sistema de educación superior de claro carácter segregado y elitista, financiado por los menos favorecidos.
Eso sería lo razonable, sobre todo si tomamos en cuenta que según los propios dirigentes de universidades regionales, “los quintiles socioeconómicos más altos, terminan por recibir mayor cantidad de Aporte Fiscal Directo y altos ingresos por el Aporte Fiscal Indirecto (AFI)”.
Porque siguiendo la idea de Rawls, “ni lo racional ni lo razonable pueden subsistir el uno sin el otro”.
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Comentarios
05 de julio
A los que niegan la crisis argumentando con el aumento de la cobertura:
El aumento de la cobertura social de la educación superior se discute como un criterio que mejora la desigualdad de oportunidades. Este aumento se comienza a relativizar si discuto las oportunidades que abre hoy la primera educación superior en relación al valor social del primer titulo académico hace 50 años. Aparentemente (esto habría que calificarlo con estudios empíricos) hoy los postgrados en universidades prestigiosas del mundo son las que abren las puertas a los puestos mas relevantes del mundo del trabajo de profesionales universitarios.
Finalmente el aumento de cobertura social de la educación superior no mejora siempre la desigualdad de las oportunidades. Muchas veces sólo disfraza la desigualdad, le da una nueva cara. Esto no implica que no deba mejorar. El problema de la desigualdad de oportunidades va más allá de la cobertura.
Coincido plenamente en la línea argumentativa sobre una sociedad razonable (mi “consejo de sabios” pretendía ser sólo una analogía de lo razonable):
“Un sistema de cooperación justa”.
Aquí el bienestar propio se subordina al bienestar social (mi felicidad es la felicidad del otro también). El altruismo suena como la eliminación del bien propio. Insisto en definir bienestar propio en torno a dos necesidades estructurantes: el cobijo social y la “ganancia” individual. Lo razonable es la subordinación del beneficio individual al beneficio social en armonía. La desarmonía conduce en su perpetuación a una creciente pérdida de la paz social.
La desarmonía se desarrolla en dos niveles contextuales diferentes del desarrollo de la sociedad. La desigualdad económica como un momento interno y el momento externo de nuestra relación como sociedad en el mundo; el medio ambiente.
La irracionalidad de ambas desarmonías conduce a una agudización de las contradicciones amenazando la paz social. La irracionalidad de la concentración económica creciente y/o la irracionalidad de nuestra relación con el medio ambiente (calentamiento global, la capa de ozono, y etc.) se convertirán en algún momento en un factor económico central.
Ahí tendrá que imponerse lo razonable. La razón se impondrá a la luz de las consecuencias de las desarmonías. En algún momento se vera amenazado el bienestar propio de todos. La madre de todas las desigualdades es la de los ingresos, la económica. En la educación se replica esta desigualdad a pesar de las políticas sociales desarrolladas. Toda medida dirigida a mejorar la educación tendrá como limite la desigualdad económica.
Ambos procesos en forma simultánea es el único camino razonable. La “cooperación social justa” como idea desaparece de la discusión no sólo en lo educacional, es uno de los temas mas ideologizado de toda la discusión actual.
“Los “individuos razonables” son aquellos que tienen en cuenta las consecuencias de sus actos para el bien de los demás.”
El sistema educacional produce individuos que sólo saben de su ciencia. No contextualizan lo que saben como parte de un todo. Por eso no “tienen en cuenta” las consecuencias de la propia ciencia (Recordando a Bertolt Brecht: El cientista que sólo sabe de su ciencia no sabe nada).
“Ante la crisis educacional, lo razonable sería apuntar directamente a corregir la Educación en su globalidad”
Lo razonable es apuntar directamente a corregir el desarrollo desigual en su globalidad y en ese contexto también la educación. Los niños se educan primero en el entorno social desigual de sus cunas. La reproducción de la cultura de la desigualdad comienza ahí. Focalizar sólo la educación abstrayéndose de la desigualdad económica no es razonable.
Los términos justos que todos respetan no han sido suspendido. Jamás se han logrado desarrollar. Tienen que corresponder con una sociedad justa. La historia de la humanidad es la historia de la injusticia. El “modelo” económico actual no fue establecido (ninguno hasta ahora) por los individuos previa discusión. Nadie lo eligió. Es la resultante de la voluntad humana individual. Lo razonable es la voluntad colectiva produciendo armonía.
Quizás nos estamos acercando ahora globalmente (trascendiendo lo nacional), por primera vez en la historia de la humanidad, a la posibilidad de organizar lo económico en forma razonable. Con eso terminaría la prehistoria humana. La cooperación humana favoreciendo ahora un desarrollo en armonía. La “Lucha de Clases” es un concepto económico. A la luz de los problemas actuales necesitamos en lo político la “cooperación de clases”, el desarrollo de una voluntad colectiva global.
Saludos
Andrés Zöllner Sánchez
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