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Educación y cultura, dos revoluciones que deben ir de la mano

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Las reformas a la educación en Chile están de moda. Desde todos los puntos de vista vemos posturas coincidentes en cuanto la necesidad de reformas. Sin embargo, son pocas las posibilidades de reales cambios percibidas por la ciudadanía. A la hora de preguntarnos el porqué de esta realidad, muchas veces caemos en la discusión totalizante del financiamiento, como si el problema de la educación fueran netamente los millones más, los millones menos.

El Jueves 15 de abril se llevó a cabo la inauguración de un proyecto social impulsado por distintos Centros de Estudiantes de la PUC, que consta básicamente de un reforzamiento escolar en colegios vulnerables, específicamente en la comuna de La Pintana. Este proyecto nació con el afán de ir más allá de un mero reforzamiento, con la idea de llegar a la familia, al entorno social y cultural de los niños. Fue justamente ahí cuando me vi en una amena conversación con uno de los profesores jefes de los cursos intervenidos, quien me decía que el gran problema es que aquellos que están “arriba” idean reformas magistrales en su intelectualidad, pero que fallan en lo más práctico, en aquello que va más allá de la capacidad del ideólogo: el conocimiento real y empírico de la realidad de los colegios vulnerables de Chile, ese conocimiento que lleva a darse cuenta que hay niños en 4º básico que no saben leer, que lleva a constatar la vulnerabilidad en su más pura expresión. Es en ese punto entonces en que uno se pregunta ¿qué tanto incide la mayor o menor cantidad de dinero en infraestructura y demases en el real progreso del sistema educativo chileno?

La inyección estatal de dineros es importantísima, e incluso imperativa, pero no es el punto de inflexión, ni mucho menos será lo que nos llevará hacia una mejor educación. Tampoco es correcto guiarse por los resultados en las pruebas estandarizadas para medir la calidad de ésta. El tema entonces es qué entendemos por educación. ¿Educación es sólo aquello que se da entre las cuatro paredes de un aula?

Tenemos un gran problema en el acceso a la cultura. Se ha convertido en un signo de estatus social que no hace más que confirmar el arribismo que nos caracteriza (sí, el mismo al que aludo en cuanto a la educación técnico profesional), y que impide la apertura y socialización de lo que constituye lo más importante para el desarrollo de una sociedad, de un país: la cultura.

Hay proyectos de acercamiento a la lectura. Sin embargo, sigue siendo muy difícil acceder a ella de forma independiente. Para acceder a la música, a la lectura, al teatro o a cualquier situación cultural se debe tener cierto poder adquisitivo que relega a gran parte de los chilenos a no contar con ella, a no interesarse, porque más que un bien eso les causaría un daño, al no poder optar hacia ella. Sin embargo, después son muchos los que se llenan la boca afirmando que Chile es un país inculto, que hablamos mal, que somos desinteresados.

Apuesto que el Chileno no es intrínsecamente desinteresado por la cultura; simplemente no la tiene a mano, no forma parte de su diario vivir, de su inventario, por lo que termina siendo algo propio de las élites, de aquellos que manejan el país muchas veces sin pensar en el bien común. Un bien de aquellos que probablemente son los responsables de la monopolización de la cultura, con afán de mantener bajo resguardo su posición, por miedo a que un pueblo informado y culto pueda poner en duda su posición, su estatus. Son estos mismos los que después lanzan proyectos de apoyo a la educación, a la lectura, pero no pasa de eso: buenas intenciones, pero pocas acciones reales.

El desarrollo de un pensamiento crítico es primordial para cada integrante de una sociedad, y más aún, para cada integrante de una democracia representativa.Toda organización social, estudiantil, política o cualquiera que sea capaz, debería lanzar un proyecto real, que persiga un cambio a largo plazo y duradero.

En cada kiosco debería haber libros de bolsillo de bajo costo, así como música de calidad. Cada chileno debe poder acceder a la cultura, y si los de “arriba” no se hacen cargo de esta necesidad, tendremos que ser nosotros mismos quienes impulsemos cambios, ejerzamos presión, pues sin esto nunca dejaremos de ser una nación “en vías de desarrollo”, hablando no del desarrollo económico poco equitativo, sino del desarrollo de una sociedad, de la calidad de vida y de la ciudadanía.

 

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Foto: En espera – Álex Lanz / Licencia CC

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1 Comentario

Gerardo Figueroa A.

Se hace muy cercana a mi pensamiento tu reflexión… envíame a mi correo tus datos para publicarla como una base de idea para un trabajo en Valparaíso…

gracias y que bueno que hayan más pensando así…