¿Queremos ciudadanos informados, cultos y con conciencia cívica? Entonces discutamos una educación cívica crítica que incorpore las demandas de los distintos sectores y movimientos sociales, hablemos de por qué muchos creen que es necesario una asamblea constituyente, hagámonos cargo de los legados y prácticas autoritarias que continúan existiendo y, sobretodo, escuchemos como las nuevas generaciones entienden y perciben la participación política.
Para algunos el supuesto absentismo electoral que afectó a las recientes elecciones municipales se debería en parte a la débil conciencia cívica de nuestros jóvenes y a la falta de educación cívica formal. Asimismo en algunos foros literarios se ha escuchado que sería necesario establecer listas obligatorias de lectura, definiendo más claramente lo que debiera leer la gente en las bibliotecas públicas desde Arica a Magallanes. En otras palabras, imponer una lectura que “culturice” a quienes son percibidos como “incultos”. Ambas opiniones, aunque abarcan temáticas distintas, tienen una matriz común: la creencia de que es necesario imponer una cultura,una forma de pensar, una manera de entender la política a todas y todos los chilenos.Con ello se niega, una vez más, la gran variedad, originalidad y diversidad de tradiciones y saberes que existen no solo a lo largo de todo el país sino dentro de una misma ciudad y comunidad.
¿Más educación cívica? Mi recuerdo de las clases de educación cívica, tanto en la enseñanza media como en la universidad, era la memorización de leyes, la lectura no crítica de una constitución ilegítima y antidemocrática y la celebración de nuestras llamadas instituciones políticas. Los constantes esfuerzos del Ministerio de Educación por eliminar la historia reciente de los contenidos del programa escolar y de cambiar de nombre a los procesos históricos más controvertidos (y con ello oscurecer su real significado) no ayudan en nada a fortalecer la alicaída educación cívica de nuestros jóvenes. Las prácticas represivas contra el movimiento estudiantil, la constante e impune violación de los derechos fundamentales de los pueblos indígenas, las actitudes y diatribas anti-democráticas de algunos ex alcaldes o un padrón electoral que incluye mas muertos que vivos poco ayudan a fortalecer nuestras instituciones cívicas y menos aún a convencer a estudiantes de que estas son las bases de nuestra democracia.
¿Lecturas obligatorias? Tampoco han estado ausentes las opiniones de quienes creen que es necesario llenar nuestras bibliotecas de los llamados clásicos y de la necesidad de estimular la lectura de textos considerados culturalmente superiores. Sin desconocer en modo alguno la riqueza de muchas obras clásicas y la importancia de democratizar el acceso a todo tipo de manifestaciones y expresiones culturales, resulta irónico hablar de lecturas “obligatorias” sin hablar de las bibliotecas que se caen a pedazos en algunos rincones del país, de ferias de libros y encuentros literarios que no salen del centro de Santiago, de salas de lecturas frías y húmedas o de estantes llenos de libros que no responden ni a las inquietudes ni a los intereses de los lectores.
¿Queremos ciudadanos informados, cultos y con conciencia cívica? Entonces discutamos una educación cívica crítica que incorpore las demandas de los distintos sectores y movimientos sociales, hablemos de por qué muchos creen que es necesario una asamblea constituyente, hagámonos cargo de los legados y prácticas autoritarias que continúan existiendo y, sobretodo, escuchemos como las nuevas generaciones entienden y perciben la participación política.
¿Queremos más lectores, más libros, bibliotecas llenas? Mejoremos la infraestructura, democraticemos el acceso y sobre todo respetemos la diversidad cultural de nuestro país. Un sistema político y educacional que continúa imponiendo visiones e interpretaciones de lo que se debe saber, leer y pensar continuara creando y reforzando una ciudadanía que no tiene espacios legítimos para participar ni libros en las bibliotecas que leer.
Comentarios
21 de enero
Pero esto se hace niño a niño, grupo por grupo de estudiantes, escuela por escuela y con amor en el corazón. Amor por educar con libertad para aceptar que más allá de nuestras legítimas aspiraciones de formar o contribuir a formar personas libres y conscientes, están esas personas con sus aspiraciones propias, las cuales, a lo más ayudamos a descubrir.
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