Dignidad y larga vida al Liceo Experimental Artístico

En estos días ha salido a la luz pública la decadente situación en la que se encuentran, luego del 27F, las instalaciones del Liceo Experimental Artístico que acogió a cientos de hoy artistas visuales, músicos, bailarines, folkloristas, actores y otros profesionales ligados al arte y la cultura. Si bien ha sido doloroso para nosotros enterarnos, sin duda es peor y más triste la situación que por cinco años han tenido que soportar los actuales Leanos, que como nosotros, han incubado un amor por el arte promovido por este antiguo proyecto. Esto tampoco ha dejado inconmovible a nadie en el mundo de las artes, pues este semillero de artistas e intelectuales es conocido como el alma mater de muchos que hoy en día destacan en sus disciplinas.

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Larga vida al Liceo Experimental Artístico, pero no larga en soledad, sino que este modelo educativo sea replicado, pues más arte, más cultura, más comunidad hace personas íntegras, capaces de producir tanto y con mayor creatividad que aquéllos que fueron entrenados para completar pruebas de selección y que han demostrado robarse hasta las molestias de Chile.

Como ex-alumna del LEA quisiera contar mi experiencia, la que he contrastado con otros amigos y colegas provenientes del variopinto espectro educacional que ingresa a la Universidad de Chile: desde particulares (los más), particulares-subvencionados de medio pelo, particulares-subvencionados de mejor pelo, emblemáticos, hasta municipales a secas (los menos). En el Liceo Experimental Artístico de Quinta Normal vivimos inmersos en una hermosa burbuja llena de libertad, diversidad y arte, en la que nuestras capacidades eran desarrolladas al máximo por los mejores y más generosos profesores de este país. Disfrutábamos de las clases de connotados artistas nacionales que sólo por la «Educación por el Arte» y el cariño por nosotros, sus niños, lo daban todo en sus clases. Querido era nuestro profesor de Educación Física, quién salía de vez en cuando de gira y en sus tiempos libres enseñaba instrumental andino a quién quisiera explorar. En el LEA no se nos obligaba a nada, todos lo hacíamos con gusto, mejorábamos por amor al arte, íbamos sin uniforme, se trabajaba en comunidad en los talleres en los que compartíamos todos (grandes y chicos), se cultivaba la autodisciplina, nunca hubo diferencias de edad ni de género y las obligaciones de las escuelas tradicionales no existieron jamás.

Este modelo educativo puede parecer escandaloso para algunos, sin embargo, luego de la distancia del tiempo puedo dar fe de la excelencia y valores con que se nos ha forjado. Sólo por dar algunos datos de esos que les gustan a los tecnócratas (seguramente las cifras nos acompañan), la mayor parte de mis compañeros de generación tienen una profesión u oficio a través del que están ligados arte y/o son un aporte al mundo de la cultura. Desde el artista Papas Fritas, el dibujante y animador en 2D y 3D Pedro Egaña, el artista visual Esteban Córdoba, el cineasta y documentalista Jorge Zapata, las diseñadoras teatrales Marcela Gueny y Paloma Molina, entre los músicos muchos de los ‘Mariachis’ que salen en televisión, trompetistas de ‘Los Vasquez’, integrantes del grupo ‘Café con Leche’ (ex Mekano) y de Illapu. Y tantos más de esta familia extensa que no tengo la fortuna de conocer, como los destacados Alejandro “Mono” González, escenógrafo, y Jorge Carreño, bailarín titular del Ballet Nacional Chileno y dos veces ganador del Altazor.

En la actual situación en que se encuentra la educación chilena, la que lleva ya varias décadas en decadencia, el LEA era, es y será un oasis de diversidad. En sus aulas nos reuníamos niños de Pudahuel, Cerro Navia, La Granja, Puente Alto, La Reina, Las Condes, Ñuñoa. Tuvimos la oportunidad de compartir con hijos y nietos de importantes artistas nacionales, como Carmen Silva, cosa que pocos pueden decir si no están en la creme. Nuestros profesores nos dieron herramientas, aunque nos iba como las huifas en el SIMCE, la PAA, la PSU, y otras medidas del mercado aprendimos a ser humanos, a ser mejores humanos en comunidad, y desde ahí ser un aporte a las disciplinas y las vidas que finalmente elegimos. Por eso larga vida al LEA, pero no larga en soledad, sino que este modelo educativo sea replicado, pues más arte, más cultura, más comunidad hace personas íntegras, capaces de producir tanto y con mayor creatividad que aquéllos que fueron entrenados para completar pruebas de selección y que han demostrado robarse hasta las molestias de Chile. Lo digo por experiencia propia, estudie en el LEA y arqueología, una de las carreras con mayor puntaje de corte en la Universidad de Chile.

Fuerza Leanos. ¡Saldremos todos juntos adelante!