Escucho parte de lo que, según el gobierno, será la reforma educacional “de la década”. A partir de quinto básico, los estudiantes tendrán más horas de Lenguaje y Matemáticas. ¡Suena fantástico! Pero la trampa es simple. En un país que según sostienen todos debe jugarse por la educación, la mayor cantidad de horas se obtendrá de ¡quitarle horas a Ciencias Sociales!
Pero eso no es malo, argumentan. Es posible utilizar “horas de libre disposición” para que los profesores desarrollen el contenido de ciencias sociales que dejará de ser impartido o dediquen ese tiempo a la educación cívica, la filosofía o la investigación que se extraña. Y lo más notable es que lo afirman “expertos” de parte importante del arco político.
No nos dejemos engañar. ¿Alguien en su sano juicio creerá que efectivamente en nuestras escuelas públicas, así como en la mayoría de las subvencionadas, existen “horas de libre disposición” que puedan utilizarse como espacio adicional de enseñanza al existente hoy? Eso no es cierto. Las debilidades pedagógicas, la pobreza de recursos, la ausencia de incentivos adecuados hacen que en nuestras escuelas sólo se lleve a cabo el mínimo formal del proceso educativo. Cuando éste se alcanza. No existen “horas de libre disposición” reales.
Por otro lado, si el desafío es fortalecer el lenguaje, ¿no son las ciencias sociales un espacio ideal para hacerlo? ¿O nuestros expertos educacionales piensan que éstas constituyen sólo un proceso de repetición y memoria en el que no existen destrezas, habilidades ni conocimientos relevantes que desarrollar? Es obvio que una buena clase de ciencias sociales estimula la capacidad de análisis, las destrezas lectoras y de comprensión de lectura, las habilidades de expresión oral, ello sin considerar que además contribuye a la formación de ciudadanía.
¿Entonces? Sabemos que esas clases no se están produciendo, sustituyámoslas por matemáticas y lenguaje dicen los ideólogos de la reforma. Esa es la falacia. Al rebajar los estándares que nos desafían y por los que nos juzgamos, perdemos todos. No existen razones para creer que las clases de lenguaje serán mejores, mientras en paralelo enviamos una señal clara: el estudio de nuestra historia, la comprensión de la forma en que los seres humanos nos relacionamos en sociedad, el aprendizaje y la práctica del diálogo cívico, son habilidades y competencias innecesarias en una sociedad de consumidores incapaces de agregar valor a sus vidas y a las de los demás.
Este desafiante panorama sólo se enriquece con el anuncio del Colegio de Profesores de un paro en los establecimientos municipales. Un paro que, por supuesto, poco tiene que ver con los desafíos de la educación y mucho con la defensa corporativa. Notable paso que se suma, casi de manera coordinada, a los anuncios reiterados por parte de las autoridades de que muchos establecimientos municipales se cerrarán por falta de alumnos. O sea, el MINEDUC y el Colegio de Profesores unidos, jamás serán vencidos. Aún cuando sólo sea para poner la lápida a la educación pública en Chile.
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Foto: Paro de estudiantes, Liceo 7 de Providencia – Cati Kaoe / Licencia CC
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