Cuando se postula a una universidad, una variable de aceptación crucial para los planteles es que el futuro estudiante podrá pagarles. ¿Adivina quién podrá acreditar eso y quién no? ¿Quién tendrá más chances de ser aceptado y quién no? ¿Quién se ganará una Beca Chile y quién no?
Mi primera aclaración: soy actual becario de Becas Chile en los estudios de magíster que realizo en la Universidad de California, San Diego. La segunda aclaración: Becas Chile acaba de otorgarme una nueva beca, ahora para mis estudios de doctorado.
El sistema anterior a Becas Chile era un colosal enredo y discriminaba a favor de académicos y funcionarios públicos recientemente graduados. La ex subsecretaria de Hacienda María Olivia Recart lideró la reforma a ese sistema y propuso con éxito que la nueva Becas Chile se abriera a todos los profesionales. El ex senador Carlos Ominami pidió aumentar el monto de los estipendios para los becarios y sus familias con cargo a los excedentes del cobre: Becas Chile se financia con la rentabilidad asociada al Fondo Bicentenario derivado de los ahorros del cobre. Hay muchos más artífices de ese esfuerzo, y los nombro como un ejercicio recordatorio de que eso llamado “políticas públicas” se gestan y nacen en alguna parte. Y la forma que adquiere en un sector no es la misma que en otro.
Los cambios que el nuevo gobierno le introducirá al sistema desarmarán una política pública perfectible y la convertirán, me temo, en una política privada rentable.
De partida, el gobierno anunció que sólo podrán postular a Becas Chile aquellos candidatos que ya estén aceptados por la universidad extranjera. Hasta ahora la postulación a Becas Chile incluía a aquellos aceptados en un plantel, a aquellos en proceso de postulación e incluso a quienes aún no iniciaban trámites de ingreso. El cambio parece adecuado, pues asegurará que la beca no sólo sea efectivamente usada, sino que el candidato habrá demostrado su “excelencia” (qué manoseada palabra) al haber pasado por el cedazo de selección de las universidades. Perfecto, salvo por al menos dos detalles que nos llevan derechitos al incómodo despeñadero de las diferencias sociales. 1) Para ser aceptado en una universidad de habla inglesa, el candidato debe saber inglés, lo que debe ser acreditado por exámenes internacionales. 2) El candidato debe demostrar su capacidad financiera para pagar sus estudios y estadía en el país.
El actual sistema de Becas Chile considera un mecanismo de nivelación idiomática de ser necesario. El gobierno propone convertirlo en una beca aparte. Esta iniciativa tendrá serios problemas de aplicación: ¿Cómo asegurar que postulen a ella sólo aquellos reales interesados en cursar un posgrado en el extranjero? ¿Serán tan numerosas como las actuales? ¿Los candidatos deberán postular a esta beca y, si todo resulta bien y quedan aceptados en una universidad, tendrán que volver a presentarse al concurso “regular” de Becas Chile? ¿Qué hará un estudiante que sea aceptado en una universidad en forma condicional a su mejoramiento del idioma; deberá diferir (si acaso no renunciar a) su ingreso? Con todo lo engorroso que puede ser el mecanismo hoy en práctica, está mejor dirigido al segmento específico al cual pretende atender.
Lo más preocupante se relaciona con la capacidad financiera. Cuando se postula a una universidad, una variable de aceptación crucial para los planteles es que el futuro estudiante podrá pagarles. ¿Adivina quién podrá acreditar eso y quién no? ¿Quién tendrá más chances de ser aceptado y quién no? ¿Quién se ganará una Beca Chile y quién no? Algunos dirán: para eso están los créditos bancarios de posgrado. Cierto. Y temo que estas propuestas están empujando a los futuros soñadores a ese callejón. Pero perdón por mencionar otro detalle: los bancos, incluso el BancoEstado, son empresas con fines de lucro, y para este tipo de préstamos solicitan que haya un aval. ¿Adivina quién lo tendrá y quién no? ¿Adivina el resto de la historia?
Mis compañeros de otras latitudes me felicitan con visceral envidia cuando se enteran de los beneficios de Becas Chile. También se sorprenden positivamente de que haya habido 1.500 becarios adjudicados en 2009; Chile, en ese solo año, completó la mitad de beneficiarios para estudios de posgrado en el extranjero que el programa estrella de Colombia, Colfuturo (www.colfuturo.org), tardó 18 años en lograr. En 2010, sin embargo, el gobierno de Sebastián Piñera redujo el número de beneficiarios a 764. ¿Hacia dónde va el sistema? ¿Será el modelo colombiano? Colfuturo, me faltó decir, es una fundación público-privada y lo que entrega son llamados “créditos-becas”: financia un máximo de US$25.000 anuales (no alcanzaría para estudiar en Harvard, Princeton ni Columbia, para aquellos que tanto hablan de “excelencia”), la parte de “beca” cubre sólo una parte del capital prestado, y el beneficiario debe presentar dos avales que respondan con su patrimonio por el total del financiamiento.
Lo mío es un lamento. Estamos asistiendo, y ojalá me equivoque, al cambio desde Becas Chile a Créditos Chile. Yo no nací en cuna de oro, pero me siento cada vez más parte de los privilegiados.
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Foto: Estudiando – Júbilo Haku / Licencia CC
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