La urgencia de estos cambios radica en que mientras debatimos cómo formar a los profesores del mañana, estudiantes están entrando al sistema con los profesores de ahora.
Los resultados de la Prueba Inicia son desastrosos. A pesar de ser un instrumento estandarizado de medición mucho más completo que el SIMCE y la PSU, sigue siendo deficiente para medir la calidad de un docente. Incluso con ello, resulta preocupante que los egresados no estén sabiendo lo mínimo sobre sus asignaturas como para poder impartir sus clases. Algo huele mal en la pedagogía.
A estas alturas nadie niega que tener un buen profesor hace una gran diferencia en el proceso de aprendizaje. Condiciones de infraestructura, recursos, apoyo paradocente y material didáctico son importantes, pero el primer paso es el pedagogo. Con todo ello, desde las reformas que hizo la dictadura a la educación hasta ahora los más perjudicados han sido los profesores, sus condiciones de trabajo, estudio, perfeccionamiento y selección. La carrera docente en este momento se encuentra destruida.
Aunque el instituto Libertad y Desarrollo diga lo contrario siendo hijo de una profesora puedo decir que los profesores no se encuentran dentro de los más ricos de Chile. En parte por el lucro en la educación escolar, y en parte por la falta de presupuesto (de más estaría decir que la Ley General de Educación aprobada y apoyada por Michelle Bachelet consolida el modelo basado en la competencia mercantil y en el lucro en la educación escolar).
El sistema de sostenedores impide que muchos profesores puedan desempeñarse cómodamente. La Fundación Belén Educa, estrella de la libertad de enseñanza, tuvo problemas sindicales en el colegio Cardenal Raúl Silva Henríquez, desde donde varios profesores salieron despedidos (varios de ellos, profesores de mi infancia, excelentes docentes con ganas de hacer que sus estudiantes aprendieran). Problemas como ese se repiten constantemente en colegios particulares subvencionados, que valoran más profesores que mantengan su silencio cuando arreglan la asistencia para obtener más dinero, o tener un cuerpo docente que sea cómplice de la falta de reinversión.
Sin embargo, si mejoramos las condiciones de trabajo de los profesores y solucionamos fallas estructurales del sistema escolar de enseñanza, nos sigue quedando la educación superior: no hay normativa en torno a la enseñanza de la docencia. Prácticamente todas las universidades enseñan alguna pedagogía, muchas de ellas tienen puntajes de corte bajísimos, o no los tienen, siendo estudiar pedagogía una segunda opción para muchos que no lograron entrar a la carrera que querían.
Resulta imperioso que, junto con mejorar los salarios y la estructura del sistema educativo con financiamiento estatal, pongamos más reglas para la impartición de carreras universitarias, particularmente las pedagogías. Los profesores no sólo deben saber los contenidos que enseñarán (que es lo que mide la prueba Inicia), sino que también deben tener un abanico de conocimientos en neurociencias, psicología del aprendizaje, inclusión, deben saber cómo motivar el estudio y cómo tratar con estudiantes en situación de riesgo.
Todo eso no se logrará con la beca vocación de profesor, sino con más restricciones a las universidades, tener la capacidad de cerrar el ingreso de estudiantes a ciertas facultades que no cumplan con los requerimientos de currículum, recursos y selección que acuerde el MINEDUC. Las universidades deben ser autónomas, pero la docencia debe ser mejor normada. ¿Cómo se concibe que hayan profesores de inglés que no sepan inglés? ¿O educadores diferenciales que no conozcan sobre métodos para incentivar la lectoescritura?
La urgencia de estos cambios radica en que mientras debatimos cómo formar a los profesores del mañana, estudiantes están entrando al sistema con los profesores de ahora. Complementario a ello, programas de perfeccionamiento obligatorio deben ser impulsados en todos los colegios con financiamiento estatal, para que ningún profesor tampoco se quede atrás.
Si la educación no es un bien de consumo es porque un estudiante que tuvo un mal profesor, que estuvo inmerso en un mal sistema durante su enseñanza escolar, no puede presentar la boleta y cambiar el producto, solicitar la devolución de su dinero o de los años en los que fue perjudicado. Cuando hablamos de educación hablamos de las vidas de personas, de sus potencialidades y de las herramientas que les entregamos para ser felices, y no podemos esperar a que el 100% de los profesores rinda una prueba estandarizada para solucionar el problema que ya todos conocemos.
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