Ya fue el turno de 2, 4º, 6º y 8º Básico de rendir el SIMCE. Pronto será turno de la Enseñanza Media, aquella prueba que intranquiliza a las escuelas y a miles de niños y niñas continúa. Este instrumento no cambia sus intencionalidades, pese a las críticas que sistemáticamente se levantan desde comunidades educativas, organizaciones pedagógicas-políticas y cientos de familias.
Estamos frente a dinámicas abusivas a las que son expuestos niños y niñas por meses antes de rendir esta evaluación, niños “problemas” obligados a no asistir a clases el día del SIMCE, pues esto implica una baja en el ranking de la escuela; éstas tan solo algunas situaciones que trae consigo esta “evaluación”. Asimismo, recordarnos una y otra vez que esta educación no es nuestra, sino de otros. De los denominados poderosos, esos quienes controlan la educación, la escuela y nuestros sueños.
Quienes rinden este tipo de evaluaciones, quienes somos parte de este sistema educativo y quienes continúan perpetuándolo, desconocen o muchas veces suprimen, que esta prueba exige contestar preguntas que los educando no se hacen, sino que otros se las hacen por ellos; que plantean contenidos que, muchas veces, no son pertinentes o no responden a las verdaderas necesidades de los territorios y de un sinfín de escuelas.
En este marco, es necesario dar una vuelta a una deuda que el movimiento estudiantil tiene con miles de comunidades educativas que a gritos exigen no más evaluaciones de estas características y que solicitan más allá de un apoyo discursivo. Este movimiento no ha sido capaz de golpear la mesa en torno a esta temática, aun cuando se reconoce profundamente las consecuencias emocionales, pedagógicas y educativas que esta prueba trae a estudiantes, profesores y miles de familias.Estamos frente a dinámicas abusivas a las que son expuestos niños y niñas por meses antes de rendir esta evaluación, niños “problemas” obligados a no asistir a clases el día del SIMCE, pues esto implica una baja en el ranking de la escuela; éstas tan solo algunas situaciones que trae consigo esta “evaluación”
Dentro del movimiento estudiantil y su posición en torno a la construcción de un nuevo sistema educativo, no se ha generado una discusión programática en miras de poner freno a este tipo de prácticas, que afectan directamente al desafío que nos hemos propuesto, es decir, de construir nuestra educación y pensarla desde abajo, de quienes principalmente la vivimos. En este salto, desde pedir gratuidad a exigir la construcción de nuestra educación, es importante tomar postura en torno a lo contraproducente que es continuar perpetuando este sistema de evaluación estandarizado y hablar de construir la educación que queremos.
La necesidad de poner freno a estas prácticas verticales de evaluación, deja de ser antojadizo, y se vuelca imperioso, pues reconocemos algo: esta evaluación no tiene nada de democrática ni de pertinente. Resulta imprescindible avanzar no solo en nuestras reivindicaciones políticas, sino también hacernos cargo de una realidad que vivimos a diario y que limita la capacidad de pensar, (re) pensar y soñar nuestra educación. Pues, mientras algunos soñamos en la receta para poder construir lo que se nos ha negado, existen miles de actores que son reprimidos tan solo por decidir educarse. Por lo tanto, ya basta de ambigüedades: Construcción de proyecto educativo al servicio de las necesidades del pueblo, se escribe y se construye sin la palabra SIMCE.
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