Esta noche escuché a un ferviente Ministro de Educación, Joaquín Lavín, defender a brazo partido el lucro en la educación. Confesó al aire haber "invertido en educación y haber recuperado la plata". De la misma manera, señaló que él había corrido un "riesgo" como inversor inicial.
Con semejantes declaraciones de parte de la máxima autoridad de educación, no queda más que pensar que para él la educación es un bien de consumo, se puede transar libremente. Como todo libremercadista.
Veamos grosso modo lo que ha pasado desde el año 1981 (apertura a los privados de la Educación superior); es decir, los inicios de "La Revolución Silenciosa".
Con la nueva legislación se masificó la oferta de educación superior (en muchos casos de precaria calidad). Hubo miles de familias que por primera vez pudieron llevar a uno de sus miembros a la universidad o institutos de formación técnica. A primera vista, esto pareciese bueno, pero esta proliferación conllevó una serie de efectos dañinos como el sobrendedudamiento por el pago de estudios superiores con créditos adquiridos con tasas altísimas, un alto grado de deserción de estudiantes, y todo ello en detrimento de la educación superior estatal. Se afincó así una relación maestro-alumno más parecida a la de un vendedor y un cliente. Por eso, el ministro llamaba en una ocasión a los postulantes, o futuros estudiantes, a “informarse bien acerca de la calidad de cada universidad, ver cuales están acreditadas y cuales no”, antes de matricularse en ellas. Como si esto de educarse fuera como comprar un TV de plasma.
Esto también puede ser extrapolado a la educación básica y media, en particular con la municipalización de la educación heredada del gobierno militar y las facilidades que se dieron para que, a través de la subsidiariedad consagrada en la Constitución del 80, se le diera más facilidades a los privados de establecer colegios a través de subvenciones. Todo esto, nuevamente en perjuicio del Estado.
La educación se ha transformado en un bien de consumo como los televisores, con la diferencia de que si uno compra un televisor malo exige garantía o lo devuelve. Por último se compra otro. Cuando se opta por una alternativa educacional, se opta por un proyecto de vida. Muchas de estas cosas son intangibles, corresponden a los sueños de una familia, y en esto el mercado poco o nada tiene que hacer.
Ministro…¡con la educación no se jode!
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