Cuenta conmigo, Candelaria Cortés-Monroy, aunque la prensa y el gobierno criminalicen tu bellísimo nombre, Candelaria, como si no supieran cómo acariciamos las letras cuando decimos “Candelaria”, y cómo nos choca decir después “formalización”, “celda”, “antisocial” o “terrorista". Palabras tan feas, tan de noticiario a la hora de la tristeza, tan cómodas en la boca de un Ministro del Interior que cree que un grupo poniendo bombas de ruido son las FARC y el IRA y la ETA juntos. Y entonces, los helicópteros, los punta y codo, las conferencias de prensa patéticas, rodeado de afiches que nada hacen más que utilizar un eslogan como los que a su presidente tanto deslumbran. Porque a la hora de las frases hechas, sordas y vacías, harto se parecen “pongámosle un candado a la puerta giratoria” y “muerte al Estado burgués”.
Cuenta conmigo Candelaria, porque aunque no cruzamos más que un par de palabras, y de eso hace más de diez años, conozco algunas de las cosas que has sufrido, porque la prensa se ensaña, porque Google es rápido, porque parte el alma ver tu cara desencajada, mirando fijo a algún punto que nunca sabremos, con tus ojos oscuros y tu silencio llenecito de preguntas.
Porque estabas empezando de nuevo, renaciendo, intuyendo que estamos condenados a una sola alma pero no a una sola vida. En eso estabas cuando te incomunicaron en una celda de tres por tres durante cinco días, y nadie de los que te apedrean sabe lo que se siente cuando te someten a esa tortura. Nadie de los que te juzga sabe lo que es padecer un allanamiento, y ser el blanco de un fiscal que ha visto demasiadas películas de detectives, a los que les copia la actitud escéptica y violenta y unos abrigos en los que cabe dos veces, porque es chiquitito, igual que tu.
Criminalizan tu nombre bellísimo, Candelaria, y es absurdo, porque no lo consiguen, aunque a lo mejor no me dejen entrar más a Estados Unidos por masticar la musicalidad de tu nombre, y eso que todavía está lejos de producirse una sentencia. Por el contrario: has salido en libertad al final de una audiencia incomprensible, que terminó a las tres de la mañana, a la misma hora en que hace tiempo un hombre te enterró un cuchillo, y hace unos días unos carabineros entrenados te jalaron a un furgón.
Porque hace un par de años fuiste víctima de un criminal en serio, que se decía anarquista, que además era tu pareja, y que te apuñaló varias veces, dejándote en la UTI, y que pocas horas después te inculpó frente a la policía. Y me cuentan que después de eso te habías alejado de ese mundo, y que ahora estudiabas literatura, qué linda carrera, Candelaria, literatura.
Cuenta conmigo, Candelaria, porque hace un par de años alguien te vio vulnerable y receptiva y con ganas de hacer justicia, como están muchos de nuestros mejores jóvenes cuando recién sobrepasan los 20, y entonces te contó que ponerle una bomba a una compraventa de autos vacía de personas podía ser, en algún sentido, un acto generoso.
Cuenta conmigo, Candelaria, porque nunca te has negado a los tribunales de justicia, y porque sabes que si eres culpable vas a tener que cumplir una condena, porque a la democracia no le gustan las bombas, y te deseo de todo corazón un juicio justo y un abogado competente.
Pero cuenta conmigo también para rebelarme contra la pérdida de cordura de una sociedad empeñada en encontrarse de frente con el horror de un grupo terrorista de a de veras, de esos que lesionan, secuestran y atemorizan a personas. Porque, no está demás recordarlo, de todas las bombas instaladas ninguna dañó a alguien, salvo esa que mató a Mauricio Morales, que la estaba instalando, y cuyo cuerpo recién despedazado fue fotografiado, según nos pudimos enterar porque el fiscal Peña mostró esas fotografías a todo color en tu formalización.
Cuenta conmigo Candelaria, porque yo tampoco sé si es peor robar un banco o fundarlo. Por lo mismo, ante la duda, es mejor no dispararle ni al asaltante ni al fundador.
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