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Aprendizajes para el bienestar

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Hace algún tiempo participé como expositor en la XI Jornada Internacional Aprendizaje, Educación y Neurociencias, a la que fui invitado para hablar sobre epigenética y aprendizaje. La invitación a participar nació de la inquietud por mostrar un nuevo modelo que nos permitiese explicar, por algún tiempo, el aprendizaje como una propiedad biológica afectada por estímulos biopsicosociales y con fuertes implicancias evolutivas, y apoyado por un nuevo paradigma, epigenética. La invitación se justificaba, a mi parecer, por el interés de dar a conocer el libro que había publicado: “EPIGENÉTICA (Re)pensar el Aprendizaje y la Educación”.

No puedo negar que participar en la jornada fue una experiencia enriquecedora y, lo más sabroso, llena de aprendizajes. Aprendemos día a día, una propiedad inherente a los seres vivos. ¿Por qué negarnos a ese regalo que nos dio natura? Debo reconocer que aprendí algunas cosas realmente interesantes. Espero que esto no lo sorprenda. Muchas veces pasamos frente a algo sin percatarnos o fijarnos en ello. Es posible que no seamos libres y andemos buscando, pero sin encontrar, eso ya no nos parece extraño. Los hechos aparecen solo cuando alguien nos pregunta si nos hemos fijado en sus detalles. Es ahí donde nuestros sentidos se activan. ¿Por qué tendría que haberme fijado en ello? ¿Tendrá algo especial? Y, abracadabra, ante nuestros ojos se develan respuestas a algunas de nuestras muchas preguntas, entre las que podemos encontrar más de una que nos ha quitado el sueño en más de alguna ocasión. Eso es precisamente lo que ocurrió. Y tiene que ver con genética, epigenética, sinaptogénesis, poda neuronal, memorias, estímulos y aprendizaje. ¡Que cosas!

Entre las preguntas que podemos formularnos están:

  • ¿Por qué motivo generar neuronas y conexiones interneuronales, con un elevadísimo costo energético, si después se eliminarán muchas de ellas?
  • ¿Qué ventaja evolutiva conlleva crear y después podar?

También podemos preguntarnos:

  • ¿Dónde reside la memoria?
  • ¿Cómo la memoria impacta en nuestras emociones y viceversa?

Y si bien en ciencia siempre buscamos lo parecido, también es válido preguntarnos:

  • ¿Qué tan diferentes son en realidad nuestros cerebros?

Esto tiene repercusiones obvias. Es lógico que en una misma sala de clases convivan estudiantes que manejen formas de representación, o de hacer público sus conceptos, igualmente diversas, mediante palabras imágenes, música, matemáticas, danzas, etc. Cuando el sistema educacional selecciona y reduce el currículum, reducen también las formas de representación, lo que afecta en la práctica al grupo de estudiantes que no son fuertes en esa forma de representación, dejándolos en condiciones de desigualdad frente a los que esas aptitudes les resultan innatas.

Y así, las preguntas inundan nuestras mentes buscando respuestas o, mejor dicho, posibles respuestas, modelos y teorías que nos dejen tranquilos por algún tiempo.  Vivimos preguntándonos, tenemos muchas preguntas y pocas respuestas, y esas pocas respuestas no siempre son satisfactorias. Finalmente, todo gracias a nuestra plasticidad cerebral.

Plasticidad…

Antes de iniciar cualquier viaje debemos comprar nuestro pasaje, en este caso, tener una idea general de lo que entendemos por plasticidad del cerebro, neuroplasticidad o re-mapeo cortical, dado que es la manifestación de un proceso más de fondo, que es el acto de aprender.

La neuroplasticidad es un término que se refiere a la capacidad del cerebro para cambiar estructuralmente (en lo macro y en lo micro) y permitir la elaboración de respuestas coherentes con los estímulos que recibimos desde el exterior, nuestro ambioma. Hace referencia a la capacidad para aprender y mejorar nuestras habilidades cognitivas y motoras, como cuando aprendemos a resolver problemas, ejecutar un movimiento determinado o cuando recordamos cualquier detalle o evento.

La plasticidad cerebral es la base de los procesos de memoria y de aprendizaje, además interviene en procesos de compensación de lesiones cerebrales, estableciendo nuevas redes neuronales.

El desarrollo del ser humano es el mayor proceso biológico conocido por su complejidad, plasticidad y vulnerabilidad. Además de complejo el desarrollo del cerebro es multifacético comprendiendo todas las dimensiones humanas. El desarrollo del cerebro es particularmente intenso en los primeros 1.000 días después de la concepción que comprende el período intrauterino y los primeros años después del nacimiento. La estructuración y la organización de las diferentes áreas del cerebro en el período postnatal ocurren en paralelo, de modo no compartimentalizado y en «ondas» correspondientes a diferentes edades o grupos de edad que caracterizan la «ventana temporal» de cada etapa del neurodesarrollo; estas «ondas» establecen curvas de desarrollo cuya extensión y máximo se expresan distintamente según la edad del niño. Es importante señalar que todas estas etapas son sensibles a los estímulos y condiciones del medio intrauterino, así como al ambiente externo después del nacimiento.

En definitiva, la plasticidad cerebral es la capacidad del cerebro para remodelar las conexiones entre sus neuronas, de acuerdo a un programa estructural inicialmente genético, pero que después depende fundamentalmente de las relaciones bidireccionales que se establecen entre estímulos, estructuras y memorias. Es aquí donde la epigenética aparece como una la solución de continuidad, que permite explicar la plasticidad cerebral como una propiedad dinámica, que cambia en virtud de las relaciones biopsicosociales. Es decir, el cerebro cambia por que es capaz de cambiar por sus propios cambios, afectado por el ambioma y el exposoma.

El estilo de vida de la madre y los entornos biopsicosociales a los que se enfrenta día a día, impactan en el desarrollo sináptico del feto, modificando al feto con marcas epigenéticas que se podrían detectar y asociar a determinados ambientes y estímulos.

Unas palabras al pasar

Las neurociencias pueden lo que sus métodos pueden, son limitadas. A pesar de contar con una enorme cantidad de neurocientíficos que escudriñan el cerebro desde factores transcripcionales, neurotransmisores,  hasta la funcionalidad cerebral en términos del consumo de oxigeno o de glucosa, pasando por la actividad eléctrica en dimensiones que van desde los canales iónicos hasta las neuronas, las redes y el órgano como un todo, aún no contamos con un instrumento cuasi milagroso que pueda dar cuenta de lo que sucede en los cerebros de los alumnos y alumnas y del profesor, en el escenario real de una sala de clases.

Como investigadores, lo que hacemos es inferir y la más de las veces especular sobre lo que pueda estar o no pasando en determinada región del cerebro, mientras como docentes/profesores observamos a nuestros alumnos y alumnas atender, divagar, soñar e incluso dormir. Esta sería una de las “cegueras”de las neurociencias que limita su aplicación en el ámbito educativo.

Así, la neuroeducación ocupa un lugar en el aula más como discurso teórico que como práctica. Esta afirmación se fundamenta en una obviedad: El profesor en la sala de clases debe interactuar con la persona como un todo. Allí no solo están la amígdala, el sistema límbico, la corteza prefrontal, el hipocampo, el tálamo y todo el conectoma, sino la persona completa con todos sus prejuicios, saberes, aspiraciones y frustraciones. Eso sí multiplicado por cuarenta o hasta cien, en el caso de la enseñanza universitaria. Un reto inabarcable para las limitaciones metodológicas de las neurociencias contemporáneas.

Más aún, aunque pudiera resultar deseable para algunos, es claro que no existe pues una didáctica para el lóbulo frontal y otra para el temporal. Además, el “descubrimiento” de la importancia de la emoción en el aprendizaje es apenas otra obviedad señalada en muchos momentos a lo largo de la historia de la educación y en ello la neurociencia no aporta mayores herramientas. La vieja duda de cuál es el ambiente más propicio para el aprendizaje sigue estando abierta: ¿conviene la austeridad solemne de un aula escueta y de un profesor igualmente escueto y preciso en la construcción de sus explicaciones o vale la pena intentar competir con la saturación sensorial y emocional de los medios de entretenimiento para competir por el “corazón” de mis alumnos? ¿Silencio o bullicio? ¿Disciplina o agitación? Depende. Depende de qué profesor, qué alumnos en qué contexto. El asunto es en qué medida esas preguntas que son necesarias responder cada día en cada encuentro escolar, pueden estar de verdad fundamentadas en las Neurociencias, al menos en la actual Neurociencias.

Bienestar

El bienestar puede concebirse, desde la ética, como uno de los fines a los que tiende la acción del hombre y la política, por ello se puede hablar de bienestar individual y bienestar colectivo. Siguiendo esta perspectiva, el bienestar se diferenciaría de la felicidad porque no es un momento álgido de emociones agradables sino un estado prolongado de estar bien en las condiciones específicas de vida.

Profundizando en el concepto, el bienestar ha sido conceptualizado desde dos perspectivas diferentes. La primera está en relación con la tradición hedónica e incluye el estudio de lasatisfacción con la vida, del bienestar subjetivo y de las emociones positivas. Desde esta línea una persona feliz es aquella que experimentó mayor frecuencia de emociones positivas que negativas. La segunda perspectiva considera que el bienestar es eudaemónico. En esta orientación elbienestar se alcanza cuando se logran complejas metas vitales con un alto grado de significado personal. A pesar de que muchos estudios han considerado el bienestar desde un abordaje unilateral, o bien hedónico o eudaemónico, la investigación reciente reconoce que ambas perspectivas son distintas y en cierto sentido complementarias. En otras palabras, el bienestar implica no solo sentirse bien (hedónico) sino también funcionar bien(eudaemónico).

De lo anterior, bienestar no solo es sentirse en un determinado momento bien, sino además ser capaz de interactuar con el entorno de una forma que sea percibida por nosotros como adecuada al contexto en el cual se vive. Sin embargo, soy de la idea que el bienestar no cae del cielo, es el resultado de un mecanismo homeostático de larga data. Se remonta a nuestra estadía en el vientre materno, a nuestra primera infancia y a nuestra adolescencia.

La familia primero y la sociedad después se constituyen como los principales sistemas de cuidado, crianza y formación integral de niños y niñas, mediante la búsqueda de un entorno seguro y la proporción de diversas herramientas para que su desarrollo se presente de forma apropiada con base en relaciones adecuadas a nivel socio-emocional.

Lo que se vive y como se vive, en nuestros primeros años, definirá nuestra percepción de nuestra futura vida. Del bienestar subjetivo, eso que nos hace ser felices de cuando en cuando.

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