La “distancia” que existe entre nosotros y otros seres vivos, en términos de complejidad cognitiva, parece ser indiscutible. Ahora bien, esto no debe ser interpretado como mejor o peor, dado que los resultados finales no solo dependen de un solo nodo que constituye una red de interacción bidireccional.
Lo que si es definitivo, es el hecho que como organismos de alta complejidad, el estudio de nuestras propiedades estructurales, funcionales y emergentes hace necesario el remirarnos más allá de lo estructural y funcional. Es decir, debemos mirarnos más allá de lo estático, del fotograma. Los estudios deben centrarse en los procesos de adaptación y, en particular, en la formidable plasticidad del cerebro humano, en lo dinámico y relacional. Así, la investigación actual se debe centrar en la capacidad de generación de cambios adaptativos a partir de los procesos superiores generados gracias a la dinámica de nuestro conectoma, una suerte de mapa de las conexiones neuronales, que intenta describir la estructura cerebral desde un punto de vista dinámico. En este contexto, reconocemos que el conjunto de conexiones neuronales es mucho más que la suma de sus componentes individuales y hoy se sabe que presenta una gran flexibilidad, lo que se refleja en nuestra plasticidad cerebral.
El conectoma posee una cantidad enorme de conexiones y una formidable capacidad evolutiva de transformarse a sí mismo a partir de las interacciones con el entorno (físico, químico y biopsicosocial), por lo que cada experiencia de vida remodela nuestro conectoma. Esta capacidad que tenemos para adaptarnos a condiciones novedosas del entorno, a partir de experiencias anteriores, se debe a una importante propiedad cognitiva, la flexibilidad, que resulta de la interacción dinámica con el entorno.[1] En este sentido, no podemos seguir defendiendo mitos tales como la meritocracia o que solo con desearlo podamos desarrollar aquellas capacidades adaptativas con las que podamos tener éxito o simplemente una percepción de bienestar… De igual forma, debemos tener presente que el aprendizaje surge como una propiedad emergente que permite la adaptación activa las demandas ambientales. El carácter no pasivo del aprendizaje hace referencia a su co-construcción, una inter-relación entre un conectoma plástico y la capacidad, a través de la memoria y experiencias, de generar proyecciones a demandas ambientales futuras.
Por ello, si tenemos mediana claridad y presente la perspectiva evolutiva del aprendizaje, se rompe con el mito que las diferencias cerebrales por si solas marcan el destino de las personas (así como los genes que poseemos tampoco marcar un destino definitivo), dado que si la adaptación es una capacidad primigenia, no depende tan solo del organismo sino también de las relaciones que se establezcan con del entorno, de tal suerte que una persona, dependiendo de cuales fueron sus primeras relaciones ambiómicas, aun cuando pueda presentar trastornos del desarrollo, es posible que bajo condiciones adecuadas de contextos relacionales, sea capaz de adaptarse y finalmente lograr los aprendizajes adaptativos, no solo esperados, sino también generadores de bienestar subjetivo.
Si tenemos mediana claridad y presente la perspectiva evolutiva del aprendizaje, se rompe con el mito que las diferencias cerebrales por si solas marcan el destino de las personas
[1] IONESCU, T. (2011). Exploring the nature of cognitive flexibility. New Ideas in Psychology, 30(2), 190-200.
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anysur
hay personas a las que les duele la palabra proactivo, se ofenden….. y no tienen la voluntad para adaptarse…. realmente inflexibles, tozudos. Ud. , lo ha indicado de una interaccion, pero estaba escuchando una clase zoom de mi pequeña no gritar….estar sentados, una planta, no lo entiendo, el lenguaje no verbal igual es importante y poco se hace en el sistema formal de educación sobre este tema.