El año pasado asistí a la FLISOL (Festival Latinoamericano de Software Libre) realizado en la Universidad ARCIS en Santiago. Me metí a la ponencia de Educación y Linux: el expositor era Luis Sepúlveda de la UFRO, a quien conozco. Nunca voy a olvidar lo que comentó un profesor: "Me preocupa que no vaya a a ver una nueva versión de la enciclopedia Encarta, pues es básico contar con ella; si no, ¿cómo vamos a hacer clases?".
Yo soy educadora y el comentario me caló muy profundo. Yo le respondí al colega: "El problema no es la enciclopedia, es usted. Un educador no puede comprar la verdad que alguien ha monopolizado. Si de algo sirve el acceso a internet es justamente para recordarnos que el problema ya no es acceder a la información, sino ser capaces de seleccionar la mejor información de acuerdo a lo que requiero".
Cuando estaba en el liceo, en clases de historia, nos pusimos a hablar de la invasión de los españoles de la tierras mapuches. La profe, fiel a nuestro libro, señalaba los grandes aportes para nuestro país gracias a la entrada de los españoles. Yo le rebatí y le dije que todo lo que decía podía ser verdad, pero el costo era alto, porque esa tierra tenía dueño y no eran precisamente los que montaban caballos y usaban armadura. Ella me dijo que tenía razón, pero tenía que aprender lo que ella me decía, pues era eso lo que iba a entrar en la prueba.
¿Quién es el o la dueña de la verdad?
¿Quién escribe la verdad?
¿Quién dice que es cierto o no en la Sociedad de la Información?
¿Qué ganamos con tener tanta información?
¿Liberamos con más información al oprimido, como diría el barbudo Freire?
¿Hay "verdades" que aplastan a "otras verdades" en la Sociedad de la Información?
¿Es cierto que ahora que tenemos acceso a más información, somos más libres, tomamos mejores decisiones y más rápidas? ¿Es eso verdad para todos y todas?
A veces pareciera que quienes nos prometen la panacea al ofrecernos internet, en realidad no están haciendo otra cosa que darnos "espejitos brillantes".
La brecha digital no es otra cosa que el reflejo de las brechas sociales que arrastramos desde siglos; no es algo distinto. El mundo se comenzó a dividir ahora en info-ricos e infopobres, inevitablemente, con la diferencia de que ahora tenemos a mano mucha más herramientas para poder atenuar las diferencias.
¿Entonces qué vamos a hacer?
La foto que acompaña esta nota es de Roberto Bustamante, a quien conocí en Perú. Es la foto de una bella niña peruana que juega con una muñeca rubia y flaca, que en nada se parece a ningún habitante de su pueblo. Ella está en un telecentro, visitando el sitio web de la muñeca. No creo que eso sea malo, ni hago un juicio lapidario al respecto, pero es extraño cómo gracias a la información, aquella información que parece "tan buena", "tan inofensiva", "tan movilizadora", nos empezamos a transformar en personas distintas a las que somos y nuestra "verdad" es aplastada por una más "moderna", más "importante".
Se lo digo yo, hágame caso, "acarrear" a la gente a la Sociedad de la Información , no es una acción neutra. Las personas deben entender que esto sólo va a ser una oportunidad real si la gente no únicamente "pasea" por la "aldea global".
Las políticas públicas en esta línea deben apoyar procesos de "colonización de esta aldea". Es la única forma en que no tendremos permanentemente "emigrantes extranjeros" condenados a consumir la "verdad" que otros preparan para ellos y ellas. De lo contrario, ¿para que tanto esfuerzo? Va a ser lo mismo que seguir viviendo en la Sociedad de la Desinformación.
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