Luego de que la CUT lograra hacer firmar al Gobierno un compromiso que fijará el sueldo mínimo en 250 mil pesos, pareciera que el problema está resuelto. Sin embargo, frente a la desigualdad estructural que vive nuestro país, es difícil asumir como hipótesis que el sueldo mínimo deba ser una medida concreta para, por una parte, solucionar la vida de los trabajadores y, por otra, dejar contento al sector empresarial. Frente al problema de la desigualdad estructural antes señalada, que no significa más que en Chile la brecha entre ricos y pobres es producida y reproducida por el sistema económico, proponemos la creación de una estructura salarial a nivel universal, donde cualquier cargo relevante ya sea en una empresa o en el sector público, no supere en 20 veces el sueldo percibido por el peor remunerado en dicho sector. Como veremos, esta medida no distorsiona el mercado, lo corrige.
En economía se ha discutido largamente si el Estado o los privados deben fijar el salario que debe percibir el trabajador. El salario sería un resultado libre en el cual el oferente determina el pago de factores en función de los rendimientos del capital. Si los beneficios del capital exceden los costos totales, entonces fijar un sueldo mínimo bajo estos beneficios no perjudica a los empresarios; caso contrario, cuando los costos del capital sobrepasan los beneficios percibidos, pagar un sueldo mínimo hará que el emprendimiento sea poco rentable y que, a mediano plazo, el oferente deba cerrar. Similar es el caso de los sueldos máximos, ya que desde argumentos normativos, un sueldo máximo evita las desigualdades propias del capitalismo. Desde nuestro análisis, si las ganancias del capital sobrepasan los costos totales determinados por el precio de equilibrio el salario máximo será irrelevante; caso contrario, si el salario máximo está bajo el precio de equilibrio, se generará el mismo efecto que pagar un sueldo mínimo mayor que los costos de producción: las remuneraciones para el pago de factores se vacía y el negocio a mediano plazo debe salir del mercado.Si bien los salarios se condicen con los años de experiencia como de capital humano (estudios) de los trabajadores, los salarios suben mínimamente en relación a las ganancias de las empresas.
Desde una visión meramente de libre mercado, el precio de equilibrio es el que guía los salarios. Por ello la oposición de los empresarios al salario mínimo proviene que los sueldos mínimos están sobre el salario promedio cercano a los 260 mil pesos: el mercado por sí mismo ha dado mejores condiciones a los trabajadores que la legislación sobre el sueldo mínimo. Sin embargo, esta visión no toma en cuenta la distribución de los salarios bien remunerados, es decir, cómo los salarios se distribuyen entre los trabajadores. Acorde a los datos de la Fundación SOL, para el año 2013, menos del 10% de los trabajadores perciben un salario líquido superior a los 700 mil pesos líquidos; cerca del 20% de la población gana el salario mínimo; el 1% de la población acumula el 40% de las riquezas del país. Esto significa que, si eligiéramos al azar a un trabajador chileno, este percibiría un sueldo no superior a los 350 mil pesos. Si bien los salarios se condicen con los años de experiencia como de capital humano (estudios) de los trabajadores, los salarios suben mínimamente en relación a las ganancias de las empresas. Al ser el sector menos dinámico de la economía quien paga la mayor parte de los salarios (sector PYME paga cerca del 50% de los salarios), es totalmente explicable que en Chile los salarios no crezcan a la misma velocidad que el crecimiento del PIB o de las ganancias del capital.
¿Cómo corregir esta desigualdad estructural producida endógenamente por nuestra economía? Una buena medida para acortar la brecha entre ricos y pobres es, precisamente, regulando esta brecha. Desde una mirada monetarista, bastaría asignar subsidios a los más desposeídos para así focalizar los recursos a quienes más los necesitan.
La medida propuesta al comenzar esta columna, no distorsiona el mercado ya que no crea un techo salarial al más ambicioso, ni da una remuneración injustificada al peor remunerado. Esta medida hace subir los salarios de los más pobres en una proporción mayor que lo que sube actualmente la remuneración del peor remunerado en relación al crecimiento o a las ganancias del capital. A mediano plazo, los salarios subirán más, obligando a los empresarios a sólo pagar un poco mejor a los peor remunerados, quienes no pueden negociar sus salarios ya sea por no estar sindicalizados o por no poseer las competencias suficientes. De esta forma, los salarios crecen en función de los mejor remunerados, no así de un proceso más político que económico como lo es el crecimiento marginal y no representativo del salario mínimo. Que los que ganan más, paguen más, ya sin la excusa de que se coarta su libertad para emprender. Usemos el mercado a nuestro favor.
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