Los impuestos por definición tienen como objetivo principal recaudar dinero para el Estado. Los tributos en este sentido no son cosa contemporánea, sino que sin probablemente uno de los instrumentos económicos más antiguos del mundo.
El gobierno de Sebastián Piñera ha planteado una reforma tributaria que busca según ellos, revitalizar la economía de nuestro país, principalmente favoreciendo la inversión que consecutivamente de acuerdo a su hipótesis trae empleo y prosperidad para las familias de nuestro país. Pero ¿Desde dónde se sostiene la reforma tributaria?, ¿Qué hay detrás de su propuesta?, ¿Cuáles son las ideas de país y de desarrollo que ésta defiende? Hay una idea mal intencionada de hacerle ver a las personas que esto es un asunto técnico. Como si por técnico se entendiera que el concepto carece de contenido, de símbolos y de sesgo ideológico. El concepto de lo técnico es lo más ideológico que hay, y quienes no son capaces de notar dicha distinción, caen en una trampa que perjudica los valores que el mundo progresista debe proteger a la hora de hablar de tributos, en otras palabras, lo que las personas deben entregar de su propio esfuerzo para financiar los asuntos públicos que beneficien a todas y todos.
El gobierno de Piñera busca disolver valores profundos que se han ido planeando desde los sectores progresistas entorno a los tributos, estos son sencillos: el valor de la solidaridad, y el de la justicia. Lo anterior traducido en la frase de que el que gana más paga más, y quienes ganan menos pagan menos. No es sólo una cuestión de ganancias económicas, sino también de las posibilidades objetivas de ejercer acciones para pagar menos frente a un Estado que es fiero contra los individuos y un cobarde contra las grandes empresas. Éstas últimas cuentan con una decena de instrumentos que le permiten evadir e incluso eludir cumplir con su responsabilidad legal, económica y social con Chile.Detrás de la reforma tributaria del Presidente Piñera se esconden ideas económicas carentes de sentido humano, proclives a entender la economía como conjunto de ecuaciones y regresiones incapaces de comprender los fenómenos sociales que las construyen
Una reforma tributaria debe proteger los principios de una visión progresista de la sociedad. El Estado necesita de tributos para financiar su acción, pero no puede tratar a empresas grandes, medianas y pequeñas por igual, menos aún a las personas. Se mantienen impuestos absolutamente regresivos e injustos con las personas. Incluso se plantea grabar con criterios del siglo XX y la economía industrial pasada a las nuevas economías colaborativas, sin considerar la dimensión humana de dichas economías y la razón por la cual han ido creciendo.
¿Por qué crece la demanda por servicios como Uber?, y no sólo eso, ¿Qué espacio está llenando en la economía quienes comienzan a trabajar en este tipo de servicios? Sin considerar los fenómenos sociales y económicos por los cuales atraviesa el país, donde miles, millones de personas de clase media recurren a estas economías colaborativas, y otras de carácter informal para poder complementar sus ingresos mensuales.
Detrás de la reforma tributaria del Presidente Piñera se esconden ideas económicas carentes de sentido humano, proclives a entender la economía como conjunto de ecuaciones y regresiones incapaces de comprender los fenómenos sociales que las construyen. Un orden supuestamente perfecto que en la realidad ha demostrado que no funciona, porque desatiende las prácticas de las personas a la hora de funcionar económicamente hablando.
La reforma tributaria no atiende a la diversidad y las transformaciones vertiginosas de la economía y microeconomía nacional, se pone en supuestos macro económicos que sólo benefician a las grandes empresas y riquezas de unos pocos. No debemos profundizar en el mantenimiento de las desigualdades de Chile. Una reforma tributaria progresista debe ser capaz de proteger los valores de solidaridad y justicia, debe ser capaz de reconocer la diversidad y diferenciación, a fin de grabar impuestos que reflejen la realidad del país.
Finalmente un llamado a las y los parlamentarios a discutir esto en sus territorios, y representar adecuadamente estos temas que no se tocan y se disfrazan de discusión técnica, cuando es claramente política y ciudadana. Pues son las y los ciudadanos los que terminan en una gran mayoría pagando.
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