Como dijo Martin Luther King… anoche tuve un sueño.
Y mi sueño era con un ministro de Hacienda diciendo que debemos terminar de luchar contra las enfermedades, porque si terminamos con todas las patologías, se generará una debacle económica. Y eso, decía esta onírica autoridad, es malo para la sociedad.
Sus palabras no están tan alejadas de la realidad. De la realidad que nos pintan nuestros líderes en el día a día.
Imaginemos un mundo sin enfermos.
Cerrarían los hospitales y no se construirían más edificios de este tipo, afectando la productividad de las empresas constructoras y de venta de tecnologías asociadas a la medicina.
Todo el sistema farmacéutico se vendría abajo, generando miles de trabajadores cesantes, y menor producción en general. Los médicos, enfermeras, paramédicos, todos, desempleados de la noche a la mañana.
Más de una carta mandarían los gobiernos de los países desarrollados por el impacto en las grandes corporaciones trasnacionales de los laboratorios que producen los remedios. Y como contraparte, nuestros gobernantes probablemente harían caso inmediato a estas presiones, y nos intentarían convencer de que tales medidas fueron tomadas por razones de Estado (empleo, productividad, movimiento de la economía).
Así, las palabras del hipotético ministro de Hacienda con que comienzo este comentario, serían justificables e, incluso, deseables. Por el bien de la región, por el bien del país y por el bien del mundo no podemos terminar con las enfermedades. No podemos, en concreto, ansiar un mundo sano y sin enfermos.
Esta razón es la que a muchos nos lleva a pensar que, quizás, no todos anhelamos lo mismo. Y es más, que algunos de plano quieren algo totalmente distinto a lo que se supone es el bien colectivo. El bien de un pueblo.
Y este ejemplo podemos repetirlo al pensar en las guerras, en el narcotráfico, en los megaproyectos contaminantes, y en cualquier ámbito que usted pueda pensar que es negativo.
Esto ocurre hoy. Esto ocurre en una sociedad que se ha basado en la producción y el consumo, en la economía monetaria, como medida de todas las cosas. Esta situación no le permite avanzar con transparencia hacia esos escenarios deseados, no le permite avanzar por el cruce de intereses que conviven en esta mirada.
Mientras no cambiemos de mentalidad, donde la productividad, el crecimiento y la economía monetaria estén al servicio del bien común, y no al revés, seguiremos en esta espiral que no nos lleva más que al despeñadero. Por eso, cuando escuche en esos concursos de belleza a una postulante al cetro mayor decir que su principal deseo es “la paz mundial”, no le crea. No lo haga mientras tales concursos sean financiados por los que lucran con las desdichas de la Humanidad.
Fotografía: Secretario de Defensa de EEUU Donald Donald H. Rumsfeld junto al Ministro de Defensa surcoreano Cho Yong-kil, en el Museo Nacional de Guerra de Seúl. Fotografía de Sgto. Téc. Andy Dunaway.
Comentarios
16 de marzo
Me recuerda el dilema ante el hecho de que un niño quiebre un ventanal.
Algunos decía que eso activaba la economía la hacer que el vidriero tuviera trabajo. Que por tanto es bueno romper cristales.
Otros, que eso lo empobrecía a algunos y favorecía sólo al cristalero.
Lo segundo es lo correcto, porque lo cierto es que hacer agujeros para luego taparlos, no nos hace más ricos…la guerra sólo enriquece a algunos a costa de muchos.
Saludos
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