El rostro desencajado y la voz enérgica de la blonda ministra Mathei, vino a remecer incluso a ese 36% de chilenos que aún creen en el gobierno. Sí, ocurrió el jueves pasado, a propósito del escándalo provocado por las denuncias de “errores contables” en la multitienda “La Polar”, que habrían llevado a miles de inversionistas a comprar los “papeles” de este gigante del retail, motivados por balances “inflados”. Doña Evelyn, que no gusta de usar eufemismos, habló de robo, hizo el símil con los que roban cajeros automáticos, en forma tajante descartó los supuestos errores contables, y anunció ante la perplejidad de su sector político, que aquí enfrentábamos una crisis muy parecida a la ocurrida el año 1982 con los bancos y otra burbuja crediticia, ligada a un artificial dólar a treinta y nueve pesos.
Para quienes gustan de los perfiles psicológicos, se recomienda estudiar al ex presidente del directorio de La Polar, ahora solamente director de la misma, ya que los estatutos de la compañía impiden a los otros directores expulsarlo. En declaraciones formuladas a distintos medios de comunicación, y entrevistas recientes, se lo escucha decir con una voz un poquito engolada, como de fraile en día domingo, que: “La relación que existe entre la Polar y sus clientes es tan cercana, que los clientes encuentran en La Polar todo lo que necesitan para vivir. Allí pueden cumplir sus sueños, y la relación que se entabla es tan profunda que llega a ser un vínculo espiritual”. Así de inspirado estaba ese día, uno de los principales responsables de la debacle. Recordemos que brillantes y exitosos ejecutivos, que eran también accionistas de la tienda, montaron un ardid para inflar artificialmente los precios de la acción de La Polar, y de paso para acogotar con intereses usurarios a miles de deudores C-3 y D, es decir deudores de la clase trabajadora, y dueñas de casa con pensiones misérrimas a lo largo ya ancho del país.
Por arte de magia, la cartera de deudores incobrables, pasó a estar entre los activos de la empresa, es decir pasó a estar vigente y con intereses comprometidos de tal magnitud, que los balances daban enormes números azules.
Lo que teme la ministra del Trabajo es lo que debiera indignarnos a todos en Chile, la posibilidad de que no sólo esta compañía sino que también otras del retail hayan operado del mismo modo, es bastante alta. Los controles dispuestos por el gobierno fueron insuficientes e ineficaces, además de reflotar nuevamente el tema de los conflictos de interés debido a que por lo menos cinco miembros del directorio de La Polar, eran a su vez directores de empresas estatales nombrados por el actual gobierno.
El temor es que al igual que en plena dictadura, el año 1982, termine pagando el Estado de Chile, o sea Moya, la fiesta que se han dado los genios de las finanzas, los millonarios de última hora, especuladores sin ni un ápice de decencia y ningún escrúpulo. Ya han perdido una parte de sus ahorros previsionales cientos de miles de compatriotas, ya que las AFP, de las cuales también son directores algunos de los conspicuos hombres del gobierno, han invertido gruesas sumas en las empresas chilenas del retail, así que las probabilidades de una “rodada” en masa son bastante altas.
Nadie se atreve a aventurar donde va terminar todo esto. Los reclamos por mayor control llegan tarde. Al igual que en Estados Unidos una crisis provocada en un sector de la economía se traspasó finalmente a la economía en su totalidad. Allí el estallido de la burbuja inmobiliaria, gran cantidad de viviendas construyéndose y vendiéndose a gran velocidad, ocultaba la existencia de sofisticados productos financieros, denominados “productos derivados”, que eran pólizas de seguro cuya finalidad era garantizar el cumplimiento de deudores de alto riesgo, y a los que los bancos prestaron dinero sin ningún límite, amparándose en estas garantías brindadas por aseguradoras ligadas a los mismos bancos. Al igual que en el Chile de 1982, cuando se produjo la escalada de impagos, y comenzaron masivamente los remates, los seguros contra estas hipotecas no pudieron cubrir el inmenso volumen de dinero de las operaciones. El gobierno de Obama tuvo que acudir al rescate de gigantes financieros, que en medio de la crisis, más encima repartieron millonarios bonos a sus altos ejecutivos.
El fantasma de una gran crisis, provocada por la especulación sin límite de inescrupulosos hombres de negocios, que son chilenos, incluso varios de ellos bien conocidos en el circulo de poder de la Moneda, es la última mala noticia que le llega al presidente Piñera. No debiera extrañarnos, que la próxima marcha multitudinaria que recorra las calles de muchas ciudades de Chile, sea en contra de la especulación, de los abusos y de la usura que ha permitido a los dueños de bancos criollos embolsarse fortunas impensables, y que incluso les ha permitido llevar a uno de los suyos a la primera magistratura del país.
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