Lo interesante del comercio global es que se lleva a cabo entre países distintos y que por lo mismo cuentan con sus propias monedas. El asunto es que para que dos economías puedan intercambiar sus bienes deben tener una estructura productiva similar. Pero, si tal homogeneidad no existe, cuando el intercambio es entre la producción de Chile con países más desarrollados por ejemplo, debe entrar en escena el tipo de cambio de equilibrio desarrollista, aquel que busca defender la producción nacional en relación a los bienes de esos otros países.
De esta forma, lo que queda de nuestra industria necesita de un tipo de cambio más alto que las materias primas para ser competitiva en el ámbito internacional; requiere de costos en dólares más bajos mientras que las materias primas (por sus ventajas comparativas en el comercio global) le urge un cambio más cercano a la paridad con el dólar. El derecho sobre las exportaciones, subsidios e impuestos varios funcionan como un mecanismo para diferenciar el tipo de cambio: con un cambio alto, los costos de nuestros productos bajan, pero, si yo no aplico tributos a las materias primas vendería esa producción (que incluye los alimentos) en dólares y así su elaboración- que es central para la soberanía alimentaria- se encarece y el salario tiende a la baja por el mayor valor de los mismos.
Surgen dos cuestiones. Por un lado, la necesidad de un tipo de cambio que busca la competitividad de toda la producción nacional que se encuentra sujeta a la competencia global. Es decir, uno de equilibrio desarrollista que proteja nuestros bienes de la competencia externa. Por la otra, la idea de los tipos de cambios diferenciales para la industria manufacturera como para la producción de materias primas en los términos acá planteados, es decir como política de defensa y desarrollo de la estructura productiva nacional. En todo caso, debemos considerar que por la misma lógica de los costos en la manera de producción capitalista no se elimina así la puja distributiva entre el capital y el trabajo. En realidad, ellos son actores que se manifiestan a través de una batalla constante por la redistribución del ingreso. Lo importante es que en la medida que los trabajadores nos imponenos logramos una gobernabilidad más democrática, mayor libertad de maniobra, inclusión social a través de la generación de trabajo y otros factores que hacen prosperar a la industria, al campo, a la inversión, el ahorro, etc.
Sólo del modo radical la puja distributiva se resuelve en beneficio del pueblo porque esta forma también es más consistente desde la perspectiva de un régimen popular. La vialidad de estas políticas quedaría demostrado en el período previo a la crisis económica global, y más aún durante las fases de la misma, porque todos los países que adoptaron medidas de inclusión social, reafirmando otra configuración macro económica, son los menos golpeados por los efectos de la crisis y así hoy disfrutan de mayores grados de libertad para aplicar políticas anticíclicas que redundan alrededor de la defensa del empleo. En otras palabras, la resistencia a la crisis se vincula con políticas macro económicas implementadas por los gobiernos populares que aparecen en Latinoamérica y que insisten en la generación de trabajo de calidad, en el consumo interno, en la producción nacional y en la lucha por la distribución de la riqueza.
Todos los países que adoptaron medidas de inclusión social, reafirmando otra configuración macro económica, son los menos golpeados por los efectos de la crisis y así hoy disfrutan de mayores grados de libertad para aplicar políticas anticíclicas
Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad