Las cartas ya están echadas. La carrera presidencial entró en tierra derecha y en estos últimos siete días los candidatos quemarán sus cartuchos en los respectivos cierres de campaña. A estas alturas, naturalmente, uno esperaría encontrar en el centro de la discusión y el debate un abanico de propuestas estudiadas y trabajadas por cada uno de los nueve contendores que aspiran al sitial presidencial. Por el contrario, el último mes se ha centrado en polémicas y peleas personales que rozan lo farandulero.
En este contexto, me parece particularmente curiosa la contra campaña organizada contra la candidata de la Nueva Mayoría, Michelle Bachelet, la cual se centra en destacar los puntos negativos de la gestión económica de la ex mandataria en su período de gobierno (2006-2010). Sin ser mi alternativa presidencial, me parece prudente abordar algunas de las críticas masificadas tanto a nivel de redes sociales como a nivel –y he aquí lo preocupante- político e institucional.
1. Crecimiento económico: una de las mayores críticas esbozadas contra la gestión de Bachelet apunta a la marcada contracción que sufrió el producto interno bruto durante los años 2008 y 2009. Ciertamente, los indicadores durante dicho período se encuentran muy por debajo en relación a los demás gobiernos de los últimos 23 años de democracia. Cabe preguntarse, entonces, si esto se debe a la incapacidad de la ex presidenta y su equipo de trabajo. En realidad, esto no es así. La crisis global desatada en el año 2008 revirtió el superávit externo que exhibía la economía chilena, llevándolo -por primera vez en 5 años- a niveles deficitarios. El precio del cobre, que a principios de ese año se empinaba por los 4 dólares la libra, exhibió una inusitada volatilidad llegando a casi 1 dólar en la fecha del desastre financiero. No solo los precios de las exportaciones cayeron: en el año 2009 se revierte una tendencia creciente de los volúmenes de exportación a través de una caída de casi 7%. Por si fuera poco, la inestabilidad externa se transmitió al mercado financiero local, generando disminuciones considerables en el consumo privado y la inversión que, finalmente, harían caer la demanda interna.
2. Desempleo e indicadores sociales: como era de esperar en aquel contexto de desequilibrio económico, la tasa de desempleo creció, así como la cantidad de empleos informales (aún cuando, a pesar de todo, los salarios reales se mantuvieron relativamente estables y con tendencia creciente). En ese sentido, otra crítica apunta al aumento de la desigualdad de ingresos del trabajo: bien es sabido que los empleos de los quintiles inferiores y los empleos femeninos son los más sensibles al contexto macroeconómico. Así fue durante la crisis asiática y así fue durante 2008-2009.
¿Cómo fue la respuesta del gobierno de, la hoy, Nueva Mayoría? A todas luces, acertada. Gracias a un correcto uso de los excedentes derivados del auge en el precio del cobre entre 2003 y 2008, hubo espacio para una política contracíclica que estimulara el gasto y la inversión, y a destinar el gasto social a la recuperación de los hogares. En efecto, el manejo económico durante la crisis constituyó una importante fuerza compensadora de las repercusiones de la recesión mundial. En cuanto al desempleo y los indicadores sociales, se realizaron esfuerzos mediante bonos familiares (los que se hacen necesarios en circunstancias recesivas y NO expansivas), la reforma previsional y las pensiones básicas solidarias.
3. Pobreza: tal vez el punto que más me indigna y que da el título a la columna. Es ampliamente conocida la crítica que durante la gestión de Bachelet la pobreza habría crecido. Lo anterior es, nuevamente, falso, y se explica por un cambio metodológico en la medición de este indicador. La canasta de alimentos utilizada para calcular la línea de indigencia y pobreza se encuentra sujeta a precios internacionales, los que sufrieron un notorio aumento durante 2009. Es trivial que esta alza de precios aumentara el valor de la canasta y, en consecuencia, mostrara un mayor índice de pobreza (15% vs. casi 13% en 2006). Se debe notar que de haber utilizado precios del año 2006 la pobreza se habría reducido de ese 13% a un 11%.
Me parece muy criticable explotar campañas presidenciales basadas en la desinformación (o el mal uso de ésta) sobre todo si proviene de las mismas esferas políticas que buscan hacerse con el próximo mandato de cuatro años.
No es sorprendente que el escenario recesivo que enfrentó el país durante 2008 y 2009 ralentizara los esfuerzos puestos en innovación y emprendimiento. El escenario macro no era propicio para ello. A pesar de todo lo anterior, Chile fue uno de los cinco países que mejor salió parado de la crisis mundial. Una gran diferencia con la anterior “gran recesión”, donde fuimos la economía más dañada del mundo. No solo eso: el mismo contexto recesivo dio pie a un posterior crecimiento de la demanda interna que ha permitido las buenas cifras exhibidas por la administración actual.
En síntesis, me parece muy criticable explotar campañas presidenciales basadas en la desinformación (o el mal uso de ésta) sobre todo si proviene de las mismas esferas políticas que buscan hacerse con el próximo mandato de cuatro años. Si se va a criticar, que sea sobre la base de fundamentos sólidos y no sobre elucubraciones y datos que carecen de un análisis más profundo. Queda la sensación de que existe un sector político que está dispuesto a todo con tal de remontar una campaña que parece casi perdida, llegando incluso al extremo de –intencionalmente- desinformar a la misma gente a la que pretende gobernar.
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Foto: Michelle Bachelet / Licencia CC
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