En economía, hay probablemente más rankings -que escrutan desde las variables macro hasta las cejas de los economistas- que días en el calendario. Hace unos días conocimos uno de los más esperados por el establishment chileno: el Informe de Competitividad Mundial, que es elaborado por la escuela de negocios IMD de Suiza, con colaboración de cientos de centros de estudios en cada país medido. La Universidad de Chile es el encargado local.
Este índice mide cuán capaz es una economía de sobresalir entre sus pares, lo que se debería traducir en que es más atractiva para atraer negocios, por ende dar más empleos, mayores remuneraciones, y una mejor calidad de vida. Hay 76 variables que miden el desempeño económico (crecimiento, inflación, empleo); 71 observan cómo el gobierno activa políticas favorables al progreso (finanzas públicas, marco para los negocios); 67 monitorean el desempeño privado en el mercado (productividad, gestión), y 113 son sobre cómo los recursos de todo tipo del país están puestos al servicio de los negocios, incluyendo los de la educación. Cuánto pesa cada variable siempre es rebatible, pues es subjetivo, y cómo se mezclan en la batidora final, otro ejercicio de ingenio. A estas alturas, estos rankings ya son un dato tomado como verdad irrefutable.
Chile bajó desde el puesto 25 en 2009, al 28 en 2010, y la noticia se presentó como que el país “retrocedió” 10 años, pues quedó en la misma posición que en 2000. Sin embargo, no hay tal retroceso real por al menos dos motivos: 1) Hace 10 años se medían menos economías, ergo Chile aparecía mejor rankeado al haber menos competidores, y 2) el índice mismo (no la ubicación) de Chile este año fue de 69,67 puntos, mejor que la de 2007 y 2008, y en ese entonces fue 26° del mundo. Tampoco uno debería ver una correlación directa entre altos lugares en este ranking y crecimiento económico: pese a que Perú es la nueva estrella latinoamericana en crecimiento, ha descendido constantemente en el ranking desde que fue incluido por primera vez en 2008 (hoy es 41°), y Grecia subió desde el 52 al 46 pese a que hoy todos la rehúyen como a la peste.
Entonces, ¿de qué sirven estos rankings? Como los muertos en “Sexto sentido”: vemos lo que queremos ver. ¿Y qué ven los medios? Si acaso no hay un tema que ya esté metido en la agenda y que este ranking pueda elevarlo más, los periodistas buscan dónde está lo novedoso en el ranking del día. Eso es más importante que cualquier otra teoría de la conspiración en que se pone a los medios en un entramado urdido por las grandes corporaciones para impulsar rebajas de impuestos y la aniquilación del Estado. Si el ranking o el informe en cuestión plantea que la privatización de Codelco es la solución de todos los males, eso destacará el periodista; si dice que el Estado debe aumentar su peso en la economía, misma historia (aunque quizás allí haya que consultar a más expertos que quieran oponerse a esa idea).
Este ranking sorprendió por lo grandilocuente de decir que Chile retrocedió, pero desde mi punto de vista su aspecto más llamativo está en uno de los elementos que el informe apunta como “debilidades” para la competitividad económica, y que alguna prensa destacó bien: la alta diferencia de los spreads bancarios. En castellano, eso significa que el interés que el banco le cobra a una persona por prestarle dinero (colocación) está muy lejos del interés que está dispuesto a darle cuando esa persona deposita dinero en el mismo banco (captación). Es obvio que el interés no puede ser el mismo, pero lo que nos mostró este ranking es que en Chile la diferencia es de 5,77 puntos promedio (entre los más altos del índice), mientras que en el puntero Reino Unido es 0,33 puntos. Pese a que en Chile los bancos podrían entregar intereses por las cuentas corrientes de sus afiliados, la práctica simplemente no existe, y entonces los ahorrantes invierten su dinero en fondos mutuos o cuentas de AFP pero asumiendo ellos mismos el riesgo implícito de la operación. En cambio, si alguien pone su dinero en una cuenta de ahorro, sabe que el retorno será el que el interés de pizarra le indica, pero es tan poco que ya casi no vale la pena.
Este informe desnudó que el caso de Chile es excepcional, pero en sentido negativo. Buena parte de las ganancias de los bancos provienen de esa enorme diferencia, aunque el negocio tiene muchos más brazos rentables. Es de los pocos que en los últimos años no ha conocido de crisis en Chile, lo cual no es per sé negativo (nadie quiere, además, una crisis bancaria). En el primer trimestre, las utilidades del sistema en Chile ascendieron a unos US$ 783 millones, 63% más que en el igual período de 2009, informó la Superintendencia de Bancos.
¿Podrá el futuro Sernac “financiero” que proyecta crear el gobierno ser un canal para equilibrar esta cancha? Quizás lo veamos en el ranking del próximo año. Si aún nos acordamos.
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Ilustración: Money fight – HikingArtists.com
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