Una mujer española se ha suicidado. Vivía en un departamento con balcón en un sexto piso, se subió a una silla y se arrojó al vacío. Lo hizo porque iban a desalojarla. Hace unos días un hombre hizo lo mismo y otro quedo gravemente herido cuando intentó inmolarse. Y eso son los casos que han saltado a la prensa, muchos otros no tienen portada.
España tiene un sistema bancario que se rige por sus propias normas. Si bien existe un Banco Central Europeo, y un Banco de España, que tienen en el papel las funciones de nuestro Banco Central, la realidad es que cada banco tiene sus propias reglas. El problema es que no las da a conocer a los usuarios. Esto significa que el usuario no llega a saber que se le otorgó un préstamo hipotecario que ha inflado el valor de tasación un 120%. Un piso (departamento) que en realidad vale 100.000 euros, se vende por 250.000 euros, sin contar los intereses, que pueden duplicar el valor de ese piso. Si consideramos que los préstamos en España no se estaban otorgando por menos de 30 años (y lo de “no se estaban otorgando” es literal) una persona pasa toda su vida laboral pagando no por un piso, sino al menos por 4, con el drama añadido que si deja de pagar pierde su hogar, pero la deuda no se extingue. Aun cuando sea desahuciado, tiene que pagar su deuda bancaria, y si se suicida o muere, la deuda la heredan sus familiares directos (padres, esposos, hijos) o incluso sus ex esposos, ex convivientes…
¿Por qué la gente entonces compraba pisos? Porque estas cosas hasta hace unos años eran rumores.
Hasta hace unos cuatro años la gente creía firmemente que hacía un buen negocio comprando un piso, jugando algunos a la compra-venta, porque era el mensaje que estaba dándose desde los mismos bancos.
El juego macabro de los bancos no se conocía públicamente. De hecho, incluso ayer, cuando la misma Unión Europea señaló que la práctica española de desahucios no garantiza una protección eficaz de los consumidores frente a posibles cláusulas contractuales abusivas en las hipotecas, había medios periodísticos dedicados a distorsionar la información. Tienen órdenes de hacerlo, más tomando en cuenta que los dueños de los bancos son dueños de los periódicos.
Así, cuando una persona contrata un préstamo hipotecario o incluso una simple cuenta de ahorro, aun cuando se asesore, ignora lo que realmente está firmando, porque el ejecutivo de cuentas que le atiende tiene ordenes (expresas) de no informar nada relevante al usuario.
Ok, siempre hay riesgos en una hipoteca, pero ¿qué riesgo se corre con una cuenta de ahorro? Hace unos años, se calificaba de rumor malicioso el problema de las participaciones preferentes. Cuando comenzó a ser evidente el problema de las pensiones, ya que el sistema español está en quiebra, muchas personas decidieron contratar pensiones con los bancos, atraídas sobre todo por la rentabilidad. Pero había algo que molestaba a algunas personas, algo llamado participaciones preferentes, un producto financiero emitido por una entidad bancaria extranjera de carácter perpetuo que han sido colocados en el mercado por bancos y cajas españoles. Es decir se depositan los ahorros en un activo, a cambio de un supuesto interés.
El problema es la palabra “perpetuo”.
Vamos a traducir en lenguaje sencillo: una persona deposita su dinero… pero no puede sacarlo, salvo si el banco quiere que lo pueda hacer. Ha firmado un contrato por el cual el depósito es “para siempre”, sin posibilidad para el cliente de amortización; sin garantía de rentabilidad (las preferentes pagan intereses sólo si hay beneficio para hacerlo) y sin la garantía estatal. ¿Por qué alguien contrataría algo así? Es que los más de 800 mil afectados no lo hicieron.
Se ha demostrado que la mayoría de los afectados fueron engañados, porque iban a contratar una cuenta aplazo fijo y acabaron con las preferentes, se les dijo que dispondrían en cualquier momento de su capital pero no se les permitió leer el contrato donde decía lo contrario, y no se les informó que era un producto derivado que cotizaba en el mercado secundario y que suscribiéndolo se aceptaba un enorme riesgo financiero. El banco puede usar ese dinero depositado a su antojo y perderlo en algún casino de Las Vegas, y el cliente no tiene derecho ni siquiera a acudir a un tribunal, porque la ley protege al banco, que es, de facto y de jure, el dueño del dinero que esos clientes han depositado.
Miles de españoles ignoran que están en esta situación. ¿Lo peor? Son esos mismos bancos los que operan en Chile.
Los españoles creían que tenían un sistema bancario sólido y transparente. No era verdad. ¿Realmente estamos en Chile protegidos contra este tipo de banqueros? ¿O pronto estaremos organizándonos al estilo de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) o la Asociación de Usuarios de Bancos, Cajas y Seguros, ADICAE?
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