Los ideólogos del capitalismo neoliberal colocaron el capital por sobre el trabajo y siguiendo este dogma, se desarrolló la idea que toda buena compañía debe dar año a año mayores dividendos a sus accionistas e inversionistas, es decir, las empresas son fábricas de dinero y los directivos y administradores hacen todo con ese único objetivo en mente.
Con este fin, nace la obsolescencia programada y, gracias a la publicidad, la mercadotecnia, el neuromarketing, la economía conductual que aprovecha que las compras son un comportamiento irracional, nos impulsan a ser consumidores compulsivos, por ejemplo, con los clásicos precios terminados en $990.Las empresas juegan un importante papel en la sociedad al ser motor fundamental del desarrollo. Es necesario que sus dueños y administradores asuman un interés superior, desarrollando y recuperando su labor social
Es como si la empresa fuera un instrumento para satisfacer a codiciosos y avaros, personas que hacen todo para su interés personal en desmedro del interés de los demás.
La evidencia dice que el dinero tiene el poder de alterar nuestro comportamiento y si sumamos que la codicia se parece al agua salada, es decir, entre más se bebe más sed da y quizás, todo esto sea el motivo de las numerosas colusiones descubiertas en nuestra economía y también del financiamiento irregular de nuestros políticos para influir en las leyes.
La empresa al ser administrada como máquina de hacer dinero, maximizando las utilidades en el corto plazo para el accionista da por resultado negativo de un actuar, mantenido por décadas, con el deterioro del bienestar individual, la pérdida de cohesión social, desigualdad, asimetrías de información y la degradación del medioambiente, causando el calentamiento global y sus efectos en el clima, aire, agua, suelos y pérdida de la biodiversidad que afectan principalmente a los más vulnerables.
Pero, la empresa no es solamente una máquina de trabajo, negocio y dinero. Ellas, juegan un importante papel en la sociedad al ser motor fundamental del desarrollo. Es necesario que dueños y administradores de empresas asuman un interés superior, desarrollando y recuperando su labor social y no como un principio secundario, sino como parte intrínseca y razón de ser de la propia empresa. Tienen que asumir con seriedad el concepto de Responsabilidad Social Corporativa, es decir, orientar sus actividades de forma ética y sostenible, con el fin de limitar y reducir el impacto negativo que ejercen sobre clientes, trabajadores, medio ambiente y la sociedad en general.
Hay soluciones y debemos partir por reconocer que el crecimiento infinito no existe, la Tierra no es un globo que se infla en la medida que crecen nuestras necesidades. Debemos incorporar otros indicadores además del PIB, indicador que no mide la salud, la educación, la igualdad de oportunidades, el estado del medio ambiente y si el crecimiento es sostenible en el tiempo y si vamos o no a una crisis. La realidad nos dice que el PIB mide únicamente la actividad del mercado, pero no el bienestar de una sociedad.
Una solución para revertir este actuar es regresar a la economía de lo pequeño, que además, simplifica y facilita la administración. Hoy, tenemos megaempresas que mueven más dinero que la suma de los PIB de las grandes potencias, lo que les da poder de influir en su propio beneficio en las decisiones globales. Si regresamos a lo pequeño, tendremos más posibilidades de ser solidarios, empáticos y frenaremos la codicia y avaricia desbocada que hoy controla nuestra sociedad y que nos está conduciendo irremediablemente al suicidio como especie.
La pandemia nos hizo vulnerables al tener extensas cadenas de valor y para solucionarlo, la economía global va a tener que reformularse y transformarse con el fin de acercar productor y consumidor, o sea, una economía menos globalizada y más regionalizada. Con ese objetivo, hay que pensar a largo plazo y comenzar a construir y fortalecer la integración regional desarrollando una economía enfocada a lo local.
Es imprescindible comprender y asumir la responsabilidad que lo que cada uno de nosotros haga como individuos y como sociedad, determinará nuestro futuro y el de nuestros descendientes. Necesitamos urgentemente transformar y construir Empresas con Propósito, que no aspiren a ser las mejores del mundo, sino las mejores “para” el mundo, que pongan a las personas y al planeta por encima de las ganancias (esto no quiere decir que no tengan), que aborden la solución de problemas sociales y ambientales, con responsabilidad, creatividad, innovación, empatía, transparencia y diálogo, empresas inclusivas, conectadas y activas en su rol público y que contribuyan a crear y distribuir valor a toda la sociedad.
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