Las consecuencias de tener una medición de pobreza desactualizada basada en el ingreso disponible, aparte de invisibilizar a gran parte de la población que la sufre, incide directamente en la aplicación y focalización de políticas públicas que se basan en estas mediciones (evaluación de la cobertura y distribución del gasto fiscal y la evaluación de los programas sociales en curso, entre otros).
Resulta alarmante que para el primer decenio del siglo XXI, Chile continúe valiéndose de los instrumentos provistos por CEPAL en 1987, para la obtención de índices de pobreza.
Establecer sólo parámetros de ingreso y consumo estandarizados para la medición de la pobreza en la realidad chilena, significa en términos simples un sesgo metodológico que está dificultando la obtención de una cifra más certera y fehaciente de la pobreza.
Las mediciones de pobreza en Chile datan del año 1970 con la construcción de los primeros mapas de extrema pobreza, elaborados con información de los censos de población y vivienda realizados por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE).
Actualmente en nuestro país la metodología oficial de medición de la pobreza es por medio de líneas de pobreza, si bien la metodología ha sufrido pequeñas variaciones conceptuales a través del tiempo, la Canasta de Bienes y Servicios aún data de 1988 y sólo se ha actualizado por medio del índice de Precios al Consumidor (IPC) los precios de los componentes de la canasta.
Según los resultados de la encuesta CASEN levantada en el año 2006 (con la canasta de 1987 actualmente vigente), en Chile un 13,7% de la población, equivalente a 2.208.967, se encontraba en situación de pobreza. Este porcentaje se descompone entre un 3,2% de indigentes, equivalente a 516.738 personas, y un 10,5% de pobres no indigentes, equivalente a 1.692.199 personas (1).
En contraste con estos resultados, un estudio realizado en el año 2008 por el Centro de Estudios Públicos (CEP), donde se realiza el ejercicio de actualizar la Canasta de Bienes y Servicios según los resultados obtenidos por el Instituto Nacional de Estadísticas en la aplicación de la V Encuesta de Presupuestos Familiares, levantada entre 1996 y 1997, indica que para el año 2006 un 29% de la población, equivalente a 4.673.345 personas sería pobre y un 6,5%, equivalente a 1.047.474, personas indigentes, lo que en resumen da un total de 5.720.819 -equivalente a 35,5% del total de la población- que se encontrarían en una situación de pobreza extrema o de pobreza.
Siguiendo en esta línea y en contraste con los últimos resultados de la encuesta CASEN, en donde si bien se ha seguido en la senda de la reducción de la pobreza, se ha llegado a un aletargamiento debido a que las mediciones se encontraron con una pobreza distinta, la extrema pobreza o pobreza dura, esa que no se elimina de los índices por medio de la entrega de un bono, ya persiste y se ha convertido en un difícil desafío para las autoridades.
¿Pero qué pasa con la pobreza invisible, aquellos hogares que por tener un ingreso en $5 mil pesos superior a la línea de pobreza no son considerados pobres? Y peor aún, ¿qué pasa con aquellos hogares más invisibles aún que no son considerados pobres por un sesgo metodológico, es decir por tener una medición desactualizada?
Las consecuencias de tener una medición de pobreza desactualizada basada en el ingreso disponible, aparte de invisibilizar a gran parte de la población que la sufre, incide directamente en la aplicación y focalización de políticas públicas que se basan en estas mediciones (evaluación de la cobertura y distribución del gasto fiscal y la evaluación de los programas sociales en curso, entre otros).
A nivel latinoamericano, si bien hay casos similares al nuestro como el de Argentina (CSNB, datos del año 1990 (2)), también tenemos casos como el de Panamá que actualizó su CSNB con la Encuesta de Gastos de los Hogares (EIGH, (3)) levantada entre los años 2007 y 2008, o ejemplos más innovadores como el de México (CONEVAL, (4)) donde se rompió con el paradigma de una medición unidimensional y se implementó a partir del año 2010 una medición de carácter multidimensional.
Debido a que la pobreza constituye en sí mismo un concepto cuantificable, resulta primordial emplear estrategias de medición fundamentadas en la particularidad y realidad de cada uno de los escenarios en los cuales se ha de aplicar tal instrumento. Dejando entrever que la realidad local de un determinado sector territorial puede diferir de aquella presente en territorios distintos. La importancia de este planteamiento se traduciría en una mejor focalización y asignación de recursos para quienes más lo demanden.
Además, es de vital importancia reconocer que a mayor veracidad y riqueza de la información obtenida en la población, más óptima será la estrategia de intervención e implementación de políticas públicas en materia de protección social en Chile. Por consiguiente, se proyectaría una cifra más certera de la realidad nacional de hogares y familias en situación de pobreza, evidenciando aquella cifra que durante tanto tiempo ha permanecido invisible y al margen de las estrategias de intervención social focalizadas en Chile.
Es necesario actualizar los componentes de la CBA de acuerdo a las nuevas pautas de consumo de la población. La actualización de la CBA y por tanto de las líneas de indigencia y de pobreza a nivel local se traduciría en una mejor focalización y asignación de recursos para la superación de la pobreza.
Contar con líneas de pobreza regionales contribuiría a reconocer las distintas formas de pobreza dentro del territorio y por lo tanto las metodologías de intervención debieran captar estas diversidades.
No reconocer las distintas dimensiones que componen el fenómeno y solo ahondar en las necesidades básicas de manera indirecta a través del ingreso, implica por ejemplo desconocer arbitrariamente que no existen componentes de la pobreza como la seguridad física, empleo y calidad del trabajo, empoderamiento, ir por la vida sin sufrir vergüenza o humillación por ser pobre, bienestar psicológico (5), entre otras dimensiones recomendadas y reconocidas como parte del fenómeno de la pobreza.
Reconocer la diversidad de formas de pobreza y por lo tanto las distintas formas de combatirlas podría ser un paso importante para el proceso descentralizador y modernizador que está viviendo el país.
Lo anterior, sobre todo porque es inadecuado jactarnos de ser los mejores y los más limpios de nuestro barrio, si nuestra conciencia nos recuerda a cada momento que escondemos la basura debajo de nuestra alfombra y en los rincones de nuestro hogar.
Notas:
(1) Ministerio de Planificación (2006). Resultados CASEN 2006. Santiago
(2) INDEC. Acerca del método para la medición de la pobreza en Argentina. Buenos Aires: Dirección nacional de encuestas de hogares http://www.indec.mecon.ar/nuevaweb/cuadros/74/pobreza2.pdf
(3) CEPAL (2011). Propuesta de una nueva línea de pobreza para Panamá, Santiago: Feres, Juan Carlos, Mancero, Xavier y Miranda, Rocío.
(4) CONEVAL (2010).
(5) Zavaleta Reyles, Diego (2010). Dimensiones faltantes para la medición de la pobreza. Santiago, Chile, Mayo 2010, (paper)
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Foto: Carol Crisost0 Cádiz / Licencia CC
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