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Acuerdo Covid: Solución contra la naturaleza y las comunidades

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Se dijo sistemáticamente.  Insistentemente. No por tener alma de pitoniso, sino sólo guiado por la claridad de ser gobernados por una elite que no está a la altura.  A la altura de las señales de los territorios y el planeta.

Se advirtió que no era la idea que la factura la pagaran la naturaleza y las comunidades.  Que no se usaran la rebelión de octubre y la pandemia del COVID-19 como pretexto para seguir depredando y abultando los bolsillos de los mismos y las mismas, que la codicia no sabe de género.

El aviso no era absurdo.  Lo que ya ha ocurrido en demasiadas oportunidades era una posibilidad en latente. Es parte del país que hemos recibido en este 2020, con múltiples zonas de sacrificio, desigual, centralizado y con amplios territorios degradados.  Uno en el cual las movilizaciones contra grandes proyectos de inversión son parte de la cotidianeidad, profundizándose en la última década a partir de termoeléctrica, represas, mineras y muchas otras iniciativas que adornan el paisaje de este Chile pródigo en naturaleza y biodiversidad, que algunos creen solo es sinónimo de recursos naturales.  De productividad.

Por eso leer el “Marco de Entendimiento para Plan de Emergencia por la Protección de los ingresos de las familias y la reactivación económica y del empleo”, suscrito el domingo entre el gobierno y algunas fuerzas políticas (el oficialismo y por la “oposición” el PPD, PS y DC), lamentablemente no llama la atención. No hay sorpresa, aunque en algún lugar manteníamos abierta la esperanza de un cambio necesario. Urgente.  De vida y muerte, incluso.  En serio.

Un párrafo completo da luces sobre lo que significa reactivación para el modelo extractivista, al cual adhiere un sistema político que sigue tocando como si del Titanic se tratara: depredando los territorios.  Que, en todo caso, no estoy tan seguro sea solo antropocentrismo… algo de buenos negocios también de seguro hay por ahí.

Reducir tiempos en otorgamiento de permisos para inicios de inversión y plazos en evaluación ambiental de grandes proyectos también por la vía administrativa, asegurando estricto cumplimiento de normativas ambientales” dice el acuerdo en el acápite de fomento a la inversión privada, subárea de agilización regulatoria y de plazos para proyectos de inversión.   Suena bien, pero ya sabemos lo que menor tiempo de evaluación significa: menores posibilidades de un análisis riguroso y en el caso de existir participación ciudadana, limitación de sus vías de incidencia.

En el fondo, fast track ambiental.  Algo que ya vimos y conocimos en los gobiernos de Michelle Bachelet y Piñera 1, en todo caso.

Se agrega en el ámbito del aceleramiento de las inversiones la “puesta en marcha de toda la cartera de proyectos concesionables hoy en carpeta, agilizando los procesos administrativos, así como acelerar la licitación de proyectos en etapa final de evaluación”.

Eso para los privados.

En lo fiscal avanzan un poco más en vestir la mona de seda. Nos informan sobre “inversión con énfasis ‘verde’ y mitigación de cambio climático acelerando cartera de inversión pública ligados a construcción de embalses, obras de regadío y agua potable rural, plantas desalinizadoras, inversión en ERNC”.

No han entendido que se requiere cambiar el paradigma, que es preciso avanzar a paso firme a soluciones basadas en la naturaleza, no en contra de ella.

Estado y privados, intermediados por el oficialismo y cierta oposición que en el fondo sigue el mismo libreto ya interpretado del extractivismo, aliados en crecer a todo evento.  Es lo que dice el texto, ya que aunque se usen bonitas palabras como “verde” o “sustentable” ya sabemos y hemos vivido lo que en realidad están pensando.

La conclusión es clara.  Esta elite no está a la altura de los tiempos que corren.  Por cierto que eso lo sabemos hace tiempo, pero esta era una oportunidad, una más, para hacer algo distinto. No han entendido que se requiere cambiar el paradigma, que es preciso avanzar a paso firme a soluciones basadas en la naturaleza, no en contra de ella.

Ya lo habían dicho múltiples organizaciones.  Lo que se requiere es una reactivación económica sustentable.

Como principio, “dar los primeros pasos hacia una economía centrada en el cuidado del medio ambiente, la salud y la vida”.

¿Y qué quiere decir esto?

Pues bien, inversiones “en línea con la transición energética, los compromisos climáticos, la protección de la biodiversidad y la seguridad hídrica, para impulsar la creación de empleo y asegurar una recuperación que traiga beneficios socioambientales a largo plazo, provenientes de industrias que generen valor y no ciclos de precios restringidos a la extracción de recursos naturales, sin contabilizar las perdidas de patrimonio ambiental”.   Iniciativa en el área ambiental son muchas, como eficiencia energética, la recuperación de ecosistemas, el tratamiento de aguas, la movilidad sostenible, la reforestación y restauración de cuencas y a escala de paisaje”, como han propuesto ONG Fima, Oceana, Observatorio de Políticas Económicas, Chile Sustentable y Greenpeace.

Y una de las que más me hace sentido, en línea con las gárgaras de los economistas sobre la importancia de las pymes (cuando en realidad el énfasis casi siempre ha sido apoyar a las grandes empresas), es el potenciamiento de las economías sustentables locales: “Proponemos el establecimiento de medidas específicas para la protección de las economías locales, enfatizando en las llevadas por comunidades tradicionales relacionadas, especialmente, con actividades de subsistencia de bajo impacto ambiental y alto valor social, como la pesca artesanal o la agricultura de baja escala, que generan empleo de calidad, ingresos, medios de subsistencia y soberanía alimentaria para las comunidades a lo largo de Chile, siendo de crucial importancia en términos de resiliencia para dichas comunidades, y para la resiliencia de un país rico en diversidad cultural”.

Ese país es el que, a pesar del gobierno, se viene construyendo desde hace mucho en múltiples rincones. El que seguirá avanzando, a contrapelo de este acuerdo cupular.  Uno que no tiene piso ni legitimidad, porque simplemente pretende que todo siga igual.  Que intenta que volvamos a la depredadora normalidad.

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