La pobreza rural en Chile no ha recibido la atención suficiente por parte de las políticas de Estado. Esto no es extraño si observamos las cifras de CASEN 2011, según las cuales en Chile existía un 15% de pobreza en zonas urbanas y un 10,8% en zonas rurales; con cifras de pobreza extrema de 2,7% y 3,2%, respectivamente.
Las diferencias parecían poco significativas, lo que explica porque el país no cuenta con una política diferenciada de protección social para la población rural, como si tienen varios otros países de América Latina. Sin embargo, con la nueva Metodología de Medición de Pobreza (NMMP) que incorpora la Encuesta CASEN 2013, resulta evidente que estábamos haciendo una lectura errada de la situación de pobreza que afecta a los sectores rurales del país.
En efecto, hasta el año 2011 no podíamos realmente hacer comparaciones válidas entre la situación socioeconómica de los hogares por zona, porque la metodología de medición para zonas rurales y urbanas era diferente. Lo que se hacía era valorar de forma distinta el costo de la vida, bajo la justificación de que en zonas rurales este era menor debido al autoconsumo. Uno de los beneficios de la Nueva Metodología de Medición de la Pobrez (NMMP) es que permite comparar con propiedad entre zonas urbanas y rurales.
Sabemos que el porcentaje de hogares en situación de pobreza ha caído significativamente tanto en zonas urbanas como rurales. Sin embargo, utilizando la NMMP observamos que las zonas urbanas se encuentran en mejores condiciones que las rurales. A diferencia de lo que creíamos hasta el 2011, ahora sabemos que entre el 2006 y el 2013 la pobreza en zonas urbanas se redujo en un 53%, mientras que en las zonas rurales lo hizo en un 48%. Un 25,4% de los hogares en zonas rurales continúa viviendo en la pobreza, en comparación al 11% de las zonas urbanas.
Sabemos también, que el ingreso promedio mensual de los hogares chilenos ha aumentado. Aunque entre 2006 y 2013 el crecimiento porcentual de los ingresos provenientes del trabajo es más acelerado en las zonas rurales que en las urbanas, la brecha entre ambas zonas no sólo no alcanza a cerrarse sino que, por el contrario, se agranda (crece de $262.424 en 2006 a $292.466 en 2013).
Esto significa que aunque los ingresos estén creciendo aceleradamente en el campo chileno, su condición inicial es tan precaria ($361.719 en 2006 frente a los $666.915 de zonas urbanas), que por mucho avance que tengan, las ciudades siempre están mejor (con un ingreso promedio de $374.570 en zonas rurales y de $667.036 en zonas urbanas el año 2013).
El ingreso monetario refleja el mismo comportamiento del ingreso autónomo, ya que los $381.472 promedio en zonas rurales en 2006 contrastan con los $674.573 de zonas urbanas para el mismo año. Nuevamente la brecha a 2013 se acrecienta, pues el ingreso total promedio de los hogares llega a $476.857 en zonas rurales, mientras que es de $798.835 en zonas urbanas.
El ingreso monetario refleja el mismo comportamiento del ingreso autónomo, ya que los $381.472 promedio en zonas rurales en 2006 contrastan con los $674.573 de zonas urbanas para el mismo año. Nuevamente la brecha a 2013 se acrecienta, pues el ingreso total promedio de los hogares llega a $476.857 en zonas rurales, mientras que es de $798.835 en zonas urbanas.
Desde el 2006 los aportes monetarios estatales han aumentado sostenidamente, aunque entre el 2009 y 2011 se observa una caída tanto en zonas urbanas como rurales de Chile. Llama positivamente la atención que el monto agregado de estos aportes es más alto en zonas rurales que urbanas, ($38.203 en 2013 versus $20.023 en zonas urbanas), lo que podría ser una señal adecuada de focalización en aquellas zonas que registran menores ingresos autónomos. No obstante, el mayor aporte en subsidios y transferencias en zonas rurales no ha logrado repercutir en la capacidad de los hogares rurales por aumentar sus ingresos autónomos, y la brecha urbano/rural sigue creciendo.
A pesar de que las zonas rurales tienen peores condiciones de ingresos y pobreza, los dos programas públicos para la superación de la pobreza más emblemáticos -Chile Solidario y el Ingreso Ético Familiar- están mucho más concentrados en las áreas urbanas: sólo el 24% de los beneficiarios de ChS y el 27% de beneficiarios del IEF habitan en zonas rurales. Es público y conocido que la prioridad principal del IEF ha estado puesta, justamente, en apoyar la capacidad de los hogares para generar ingresos autónomos en forma sostenida, razón suficiente para poner especial atención a la situación de las familias rurales que, como ahora sabemos, se encuentran en peor situación relativa que las que viven en la ciudad.
Grupo de Trabajo sobre Inclusión y Desarrollo Social
Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural
1.- Se estimaba que la canasta básica de alimentos rural equivalía al 77% de la urbana, por lo que el factor multiplicador utilizado en zonas rurales era 1,75 y 2 zonas urbanas (donde la línea de la pobreza correspondía a 2 veces el valor de la canasta básica).
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